Mattea Cussel (MC): Comencem amb un agraïment al CCCB per brindar-nos aquest espai per parlar de l'obra de Walter Benjamin i de la traducció, i en particular donem les gràcies a Elisabet Goula, Cap de Debats, i a Maria Romero per haver-nos ajudat amb l'organització i la logística. En realitat, el CCCB és un espai summament adequat pel nostre debat d'avui, ja que als actes que se celebren en aquesta casa normalment podem sentir una pluralitat de llengües i d'accents.
El text poc conegut de Benjamin, amb un títol en francès, “La traduction – le pour et le contre”, és un esborrany per a una conversa radiofònica i, de fet, si hi pensem, hi ha altres textos clau o molt importants sobre la traducció que també estan elaborats com o a partir d'un intercanvi d'idees i de preguntes entre interlocutors: em refereixo a “Miseria y esplendor de la traducción”, d’Ortega y Gasset i “The Politics of Translation”, de Gayatri Spivak. La traducció ens dona molt per conversar i ens ajuda a donar a conèixer molt més del que podria semblar a simple vista, i sobretot si la pensem de la mà de Walter Benjamin.
Avui conversarem entorn del llibre Benjamin y la traducción, recentment publicat per Ediciones del Subsuelo (2024) i en venda, per cert, just aquí a l’entrada, i ho farem juntament amb els seus autors, Antonio Aguilera i Esperança Bielsa, i també amb Fruela Fernández, l’autor de les noves traduccions dels textos de Benjamin que apareixen al llibre. Ortega y Gasset diu: “Al conversar vivimos en sociedad: al pensar nos quedamos solos” i aquesta tarda farem les dues coses. És a dir, primer podrem escoltar una intervenció breu de cada un dels nostres tres ponents, fruit de la seva tasca d'interpretar o de traduir a Benjamin, i després obrirem la conversa entre nosaltres i finalment amb vosaltres, el nostre públic.
Abans d’escoltar als nostres ponents, els presento molt breument. Tenim a Antonio Aguilera, que ha estat professor de filosofia a la Universitat de Barcelona i és autor de Paisajes benjaminianos i Hombre y cultura, així com de nombrosos textos sobre estètica i l'escola de Frankfurt. Tenim a Esperança Bielsa, que és professora de sociologia a la Universitat Autònoma de Barcelona i autora de A Translational Sociology i The Latin American Urban Crónica. La seva recerca es centra en la sociologia, la teoria crítica i els estudis de traducció. I, finalment, tenim a Fruela Fernández, traductor d'escriptors com Franz Kafka o Peter Handke; poeta, amb quatre llibres de poesia, el més recent titulat Corrige los nombres, i professor de filologia anglesa a la Universitat de les Illes Balears.
Doncs comencem. Invito primer a Antonio Aguilera a prendre la paraula.
Benjamin y la torre Eiffel
Antonio Aguilera (AA): Quiero asumir una tarea que no es fácil: exponer la concepción filosófica de Walter Benjamin en pocos minutos y situar la traducción dentro de este peculiar modo de filosofar. Y lo quiero hacer de un modo indirecto, centrándome en la Obra de los pasajes, que considero el mejor acceso a su pensamiento, mucho mejor que los escritos juveniles en los que está muy presente la mística y la teología. No es que se pierda ese registro, pero está situado en un contexto de cambios muy relevantes en la terminología y en las formulaciones teóricas, como también en las tesis “Sobre el concepto de historia”.
Parto de un paso del legajo N de la Obra de los pasajes: “cómo fue escrito este trabajo: escalón tras escalón, mediante apoyos estrechos que se encuentran por azar, como cuando se escalan cimas peligrosas sin poder ni un instante lanzar una mirada en derredor por miedo al vértigo (pero también para guardar para el final toda la fuerza del panorama ofrecido)” (Tiedemann, 1982, p. 575, mi traducción).1
Benjamin dice proceder paso a paso acomodándose a los agarres que encuentra, siente miedo al vértigo que no le permite echar una mirada prematura a lo general, al paisaje, pero que le lleva a esperar un goce en la contemplación del panorama desde la cima. Es un avance ciego que elude saltar a lo general hasta que alcance la cima y es allí donde trata de conseguir una perspectiva sobre el paisaje entero. Benjamin no sube por la torre de Babel, que Yahvé no quiso que se terminara, confundiendo las lenguas. Sube de otra manera y la imagen que ayuda a comprender lo que hace es más bien la de la torre Eiffel, esa torre de Babel moderna según los contemporáneos, convertida en símbolo de la arquitectura moderna, de la construcción en hierro. Benjamin se ocupa de esta torre en su Obra de los pasajes, aunque elide la referencia a Babel en la carta de protesta de artistas parisinos contra la construcción de esa torre de hierro, para destacar el éxito de la torre Eiffel pocos meses después.
La Obra de los pasajes podría verse como una torre Eiffel no terminada donde la traducción se vuelve decisiva. Sobre todo si uno la compara con la reflexión de Derrida sobre Babel, donde la traducción aparece como un motivo relevante, que le lleva al primer Benjamin olvidando al último. Es el último Benjamin el que filosofa en la traducción (y en la fotografía) recogiendo temas heterogéneos donde trata que emerja una verdad social encriptada.
El paisaje que puede contemplarse desde la torre Eiffel lo anticipa Sigfried Kracauer y a él se remite Giedion cuando habla de las construcciones de hierro y cómo dejaban ver tras su estructura lo urbano, la ciudad. Benjamin lo reformula como el paisaje de la prehistoria de la modernidad. Es el panorama de la historia humana como catástrofe continua y no como progreso, tal como lo ve el ángel de la historia. París aparece en Benjamin como el paisaje de la prehistoria de una modernidad en la que se tomaron muchas de las decisiones que han formado nuestras instituciones, modos de actuar y concepciones. Eso implica la entrada en un sueño, el del capitalismo. Benjamin apela a un despertar que quite del medio todas esas fantasmagorías. Lo describe paso a paso como pasajes, exposiciones universales, interiores, calles y barricadas, para finalmente hablar de una fantasmagoría de la historia que acaba en el fatalismo o en una noción de progreso que pisotea lo humano desde la energía descomunal de lo inorgánico.
El papel del lenguaje en esta filosofía es decisivo, a pesar de que Benjamin no haya formulado una filosofía del lenguaje al modo de otros filósofos, modernos y antiguos. Lo peculiar de Benjamin reside en cómo trata el lenguaje evolucionando de una posición mística a una más materialista, centrada en la sociología del lenguaje y en aspectos cercanos a la lingüística. En un ensayo sobre Kraus, Benjamin muestra esa dimensión del lenguaje que inunda toda su filosofía: cómo se ha convertido en mercancía y cómo se puede enfrentar a ello, al modo de Kraus, en una estrategia que invoca lo que no sería mercancía en el lenguaje. La técnica de la cita se convierte en clave para ello. Kraus aparece como inhumano, como ese ángel de la historia que en lugar de regalar roba las vanas creencias soportadas en el lenguaje, porque ve en los crímenes del lenguaje una anticipación de los crímenes sociales. La Obra de los pasajes podría considerarse un libro de citas pero bien peculiar, pues brilla lo que las une y ordena, en un despliegue teórico que se va modulando en el contacto con los materiales lingüísticos para apuntar a una detención de la historia.
La concepción del lenguaje está en el centro de esa filosofía, como el hierro en la torre Eiffel, con 12,000 piezas de metal y 2,5 millones de remaches. Benjamin no solamente sube con esfuerzo para obtener el panorama de la historia, resaltando el lado destructivo y el peligro, destaca los detalles que permiten comprender la construcción con miles de citas y múltiples observaciones teóricas. Gracias a tal proceder construye una especie de fisiognómica social, tratando de mostrar de modo muy gráfico el rostro de la sociedad capitalista, sumergiendo imágenes en un contexto teórico. Al modo de un Passage donde se pasean los urbanitas, como en un acuario, como en un micromundo que hace palpable la sociedad. El material que usa Benjamin consiste en porciones de lenguaje arrancadas de su contexto para descifrar lo encriptado, citas y anotaciones que resuelven acertijos para mostrar una verdad oculta. Persigue lo inconsciente social mediante los síntomas cristalizados como lenguaje.
A primera vista el manuscrito de la Obra de los pasajes es un montaje de citas, de trozos lingüísticos del pasado, del siglo XIX y XX, en varios idiomas, todo unido por la construcción teórica que fuerza a su comprensión, articulando una masa heterogénea donde centellean imágenes y frases cual acertijos o telarañas. Pero al situar ese manuscrito junto a textos terminados de Benjamin emerge la traducción como lo que aportaría una modulación del lenguaje donde la profusión de lenguas se levanta más allá de una lengua única o pura. Aparece la traducción no sólo como objeto de conocimiento, que se arrastra por toda la vida de Benjamin, siempre vuelto a considerar. Y la traducción se vuelve decisiva para una filosofía que no pregunta por el ser o por la vida, ni por el sentido o por la razón. Benjamin se ocupa de problemas más cercanos que no evitan una perspectiva general sobre la historia humana. Y la traducción le otorga ese modelo por la manera que enfrenta la confusión de lenguas al conectarlas sin violencia. La torre de Babel moderna aparece como una torre Eiffel, pero como una que no pudo terminarse. Lo muestra la Obra de los pasajes donde hay múltiples lenguas en juego. Se hace presente en la imagen del ángel de la historia cuando queda sumergida en un discurso teórico, dentro de la serie que contrasta imágenes dialécticas y discurso. Y cuando se considera la Obra de los pasajes no como manuscrito ruinoso, sino como lo que apunta a una generalización de ese proceder en cada capítulo proyectado (calles, exposiciones, interiores, luchas políticas, fantasmagorías) se divisa un curioso paisaje actual. La importancia extraordinaria del lenguaje, no como en la filosofía analítica o en la hermenéutica, sino como tradición humana encarnada donde se convida a los muertos a cenar, permite juntar el pasado con el futuro, en la profusión de lenguas que media la traducción. Se apunta a un futuro donde los anhelos fracasados del pasado se cumplieran.
Para terminar no quiero dejar de señalar que Benjamin introduce la mercancía, en una lectura peculiar de Marx que destaca los antojos teológicos de la mercancía, o los espectros que invoca Marx – como luego verá Derrida. Pero Benjamin corrige esa visión de Marx, que desde la economía política remite a una mesa que habla para acceder al sujeto de esta sociedad: el Capital. Lo hace invocando la cultura, en especial a un poeta que habla desde el interior de la mercancía: Charles Baudelaire. Con ello logra Benjamin, más allá de la agudeza de una mesa que se pone de pie y habla o de una crítica de la macroeconomía, el panorama lírico de un mundo atravesado por la mercancía, donde son las lenguas las que gimen por ello.
Lenguajes, imágenes dialécticas y mercancías son elementos decisivos en la filosofía madura de Benjamin, pero es el modelo de la traducción, junto a la fotografía, lo que persigue y entra en toda su obra, desde el comienzo al final, penetrándola por entero en esa profusión heterogénea de lenguas, de literatura, de reproductibilidad, de mística y materialismo.
MC: Gracias, Antonio. Seguim amb l’Esperança.
La traducció i el nostre present
Esperança Bielsa (EB): Bona tarda. Jo voldria reflexionar sobre com la filosofia de Benjamin ens ajuda a pensar la traducció i la seva importància en el nostre present, i també sobre quines són les principals dificultats per comprendre aquesta aportació que fa Benjamin per a pensar la traducció.
I la principal dificultat que vull mencionar és l’habitual menyspreu que sentim per la traducció, una activitat a la que no donem importància però que està constantment present en la nostra vida quotidiana. Perquè no es tracta simplement de que no ens adonem de la presència de la traducció en la majoria de textos que llegim (no només llibres, sinó també manuals tècnics, anuncis, pàgines web, o notícies), sinó d’un clar menyspreu per l’activitat de la traducció que es manifesta a través d’expressions comuns, com la noció de que sempre es perd alguna cosa en la traducció o l’associació dels traductors amb la traïció (“traduttore, tradittore”).
Benjamin no només s’interessa per fenòmens culturals als que els filòsofs no donaven importància, com la fotografia o la traducció, sinó que en la seva aproximació a “La tasca del traductor” dona la volta a tota una sèrie de preconcepcions sobre la traducció i la situa per damunt de l’escriptura creativa. Benjamin diu: “existe un ingenio filosófico, del cual constituye lo más íntimo el anhelo de esa lengua que se anuncia en la traducción” (Benjamin, 1923/2024, p. 66).2 La connexió entre la filosofia i la traducció no és que la filosofia ens pot ajudar a pensar la traducció, sinó precisament que la traducció mobilitza una llengua que està més propera a la veritat, una llengua que la filosofia cerca i desitja. Per què? Benjamin troba la resposta en allò que típicament menyspreem de la traducció, el fet que la traducció encara el treball amb les paraules no per crear sinó per recrear, per produir, com diu Benjamin, un eco de l’original en una llengua nova. Allò que menyspreem de la traducció és precisament que la veiem com una còpia, com una simple reproducció d’un original el valor del qual s’amaga en una essència que és anterior a la traducció, una autenticitat que la traducció qüestiona. I l’època contradictòria en la que vivim es caracteritza per la centralitat de processos culturals com la traducció, la recreació, la reproducció i la reescriptura, però, al mateix temps, per la veneració de l’autenticitat, que no valora aquests processos de transmissió. En aquest context, és necessari recordar que són precisament aquests processos provisionals i derivatius que menyspreem allò que fa possible la permanència i autenticitat que tendim a veure com a característica intrínseca de les obres que perduren. Potser no hi ha altra veritat que aquesta: la confrontació i elaboració permanent, a través del llenguatge, d’allò que mobilitza la nostra relació amb el món i amb els altres.
La primera i principal dificultat, com he assenyalat, és doncs el menyspreu habitual a la traducció. La segona dificultat per apreciar què aporta Benjamin per a pensar la traducció té a veure amb la tasca d’interpretar “La tasca del traductor”, un dels assajos més famosos però també més críptics de Benjamin. En primer lloc, com ja he dit, perquè Benjamin dona la volta a la nostra manera habitual de veure la traducció. El que posa per davant no és que la traducció permet accedir als lectors a obres escrites en llengües que no entenen, sinó el vincle existent entre la traducció i la pervivència de les obres, aquesta tasca de transmissió i desplegament que ja he mencionat. Es tracta d’una perspectiva que també emfatitzava Goethe i que vincula la traducció amb la maduració i regeneració de les obres, i no el seu empobriment. Però – i aquí vull assenyalar una segona dificultat d’interpretació – “La tasca del traductor” és un assaig de joventut i el pensament metafísic de Benjamin sobre el llenguatge es va transformar radicalment gràcies al seu contacte posterior amb les avantguardes artístiques i amb el materialisme històric. Des del nostre punt de vista, és el treball més madur de Benjamin el que dona la clau per a una fructífera interpretació de “La tasca del traductor”. Així doncs, és fonamental la crítica a una visió instrumental del llenguatge centrada en la comunicació, una crítica que Benjamin ja formula des del primer assaig sobre el tema del llenguatge (“Sobre el lenguaje en general i sobre el lenguaje del hombre”, de 1916). Però la visió metafísica que condueix a Benjamin a parlar d’un llenguatge pur a “La tasca del traductor” després es reformula des d’una perspectiva materialista centrada en l’expressivitat del llenguatge. Des d’aquest punt de vista, Benjamin destaca les qualitats mimètiques del llenguatge i la semblança no sensorial. La traducció té a veure amb l’aparició d’aquesta semblança no aparent entre les llengües, allò que ja el primer Benjamin expressava com l’eco de l’original. Es tracta d’una semblança que persisteix a través de la diferència i que també es connecta amb una fisiognòmica del llenguatge, que el Benjamin més madur busca integrar a una metodologia materialista. Insisteixo, el que Benjamin posa per davant és la capacitat expressiva del llenguatge i la traducció, no la seva funció comunicativa o instrumental.
També és necessari afegir aquí que una dificultat particular d’interpretar a Benjamin té a veure amb la divisió del pensament en disciplines, perquè el pensament de Benjamin mai no ha encaixat en les disciplines existents al món acadèmic; és genuïnament adisciplinari. Aquest fet afecta de manera particular el que Benjamin exposa sobre la traducció, que com he dit és necessari interpretar fent referència al pensament madur de Benjamin sobre altres tècniques de producció cultural, cosa que no es fa des dels estudis de traducció. En aquest sentit, no és casualitat que aquest debat i el llibre que el motiva siguin el producte de la col·laboració entre un filòsof, una sociòloga i un traductor i teòric de la traducció.
El meu tercer i últim punt ja no fa referència a dificultats sinó a tot el contrari, a allò que fa que el pensament de Benjamin sobre la traducció sigui encara més rellevant avui que en la seva època. Benjamin ja va poder observar les transformacions culturals de la modernitat, que canvien el significat de l’art i l’emancipen del ritual. Ja va advertir el caràcter revolucionari d’aquesta transformació, que apropa l’art a les masses i que fa possible una interacció constant i distreta de qualsevol persona amb els productes culturals. Per això es va interessar en les noves tècniques de reproducció, en la fotografia i el cinema. Però potser la transformació més radical a la que ens podem referir té a veure amb l’antiga tècnica de la traducció i el caràcter absolutament central de la traducció no s’havia manifestat abans de la manera en que ho fa en el nostre present. Hi ha hagut un creixement exponencial de la traducció, que s’ha convertit en una peça clau de la globalització i de la democràcia cosmopolita, i que resulta indispensable per a fer front als nous riscos i reptes del present. També hi ha hagut un canvi radical en la nostra relació amb la traducció, de la que no només som usuaris i consumidors, sinó de la que fàcilment ens podem convertir en autors, mitjançant la difusió de noves tecnologies com plataformes col.laboratives o aplicacions de traducció. El pensament de Benjamin ens ajuda a captar la importància social, cultural i política d’aquest moment.
MC: Gràcies Esperança. I ara escoltarem a Fruela.
Pensar Benjamin des de la traducció
Fruela Fernández (FF): Moltes gràcies, bon vespre. La meva aportació a aquest llibre ha estat la traducció dels textos de Benjamin. Són tres textos sobre la traducció que ja s’havien traduït al castellà anteriorment, però que mai havien estat traduïts per la mateixa persona, pel mateix traductor. De tal manera que la meva tasca – mai millor dit en aquest context – ha estat la de donar-los una veu unitària, una certa harmonia. La meva aportació ara també se limitarà, per tant, a pensar a partir d’aquest procés de traducció, d’aquesta experiència meva amb la traducció de Benjamin, perquè crec que és la part més adient. Com dic, són tres textos; ja n’Esperança i n’Antonio han comentat que són d’èpoques diferents: els dos primers són més propers en el temps i el darrer, que és un esborrany per a un diàleg radiofònic que Benjamin havia planejat amb Günther Anders, el pensador d’Hiroshima, de la bomba atòmica o de la “vergonya prometeica” – malgrat que molt sovint sigui més conegut com a primer marit de Hannah Arendt: també en qualque ocasió de la història del pensament hi havia d’haver qualcú conegut com a marit i no simplement com a “dona de”...–, bé, aquest text és, com ja dic, molt interessant, però només ens ha arribat com a esborrany.
El text més conegut, evidentment, és “Die Aufgabe des Übersetzers”, és a dir, “La tasca” o, en castellà, “La tarea” del traductor. I és aquest al voltant del qual hem parlat més en l’àmbit de la traducció i de la filosofia. És també el més difícil, clarament, de tots tres per a un traductor; he de dir que és, probablement, dels textos més difícils que he hagut de traduir, és realment un text molt exigent. I he estat pensant aquests dies el perquè: quina relació hi ha entre aquesta complexitat del procés de traducció i la manera de pensar, el pensament de Benjamin. George Steiner, en el seu llibre Antígones, fa una referència molt interessant quan diu que un text que és fonamental per entendre el que hi ha darrera “La tasca del traductor” de Benjamin és l’Antígona de Hölderlin. Com que no sé si teniu el text present, ho comentaré de manera molt breu. Sabeu que Hölderlin és un dels grans poetes alemanys de finals del XVIII i principis del XIX; apassionat, fascinat per la Grècia clàssica i que, en la darrera etapa de la seva obra, fa una sèrie de traduccions del grec clàssic, la més coneguda de les quals és aquesta de Antígona de Sòfocles, en la qual fa un exercici de, podríem dir, brutalitat contra la llengua alemanya, que consisteix a forçar la llengua a partir d’un literalisme que va calcant les estructures del grec clàssic. Això genera el que a vegades s’ha qualificat de “monstre” lingüístic i que, en el seu moment, de fet, va causar fins i tot la hilaritat de Goethe i Schiller: a un text de l’època es comenta com Goethe i Schiller estan llegint en veu alta un fragment de l’Antígona i se’n riuen; se’n riuen i comencen a dir, fins i tot, que segurament Hölderlin ha perdut el cap, el seny. I de fet un temps més tard va ser el cas: és força discutida aquesta qüestió, però és cert que Hölderlin va tenir una malaltia mental.
Perquè és important l’Antígona de Hölderlin per entendre l’obra de Benjamin? Com diu Steiner, el que passa a Antígona és que Hölderlin duu a l’extrem la ruptura entre paraula i sentit. En la mesura en que força la llengua alemanya a seguir una estructura que no és la seva pròpia, el sentit – que hem associat a l’estructura de la frase, a la sintaxi, i també a les paraules – queda violentat; es generen nous sentits a la vegada que perdem o s’obscureixen i tornen foscos els sentits que pensaríem que són primaris. Jo crec que això és interessant per entendre no tan sols la reivindicació que Benjamin fa de Hölderlin entre els grans traductors de la llengua alemanya a “La tasca del traductor”, sinó també com funciona la mateixa “Tasca”. Perquè realment és un text, diria, on el llenguatge està forçat; no perquè l’estructura sigui particularment complexa, malgrat que a vegades ho és, i molt, sinó sobretot perquè el llenguatge funciona no tant a partir d’un sentit donat o prefixat, sinó d’una manera generativa. És a dir, com les paraules poden començar a connectar-se per associacions fòniques, per sons i ressons, per suggeriments que fan que una paraula ens dugui a una altra... I altres estratègies d’aquesta casta. Un cas podria ser el mateix títol, “Die Aufgabe des Übersetzers”. Aufgabe connecta amb una paraula que és clau i que també surt al primer text del conjunt, “Sobre el llenguatge en general...”: Gabe. A aquest text, Gabe significa un “do”, qualque cosa que se’ns ha donat. I Benjamin diu que el llenguatge és un “do” de Déu als humans. Aufgabe vol dir la “tasca”, la “responsabilitat”. Per tant, anam d’una Gabe, d’un “do”, que és el llenguatge, a una Aufgabe, a una “tasca”, que és la del traductor. Ara bé, Aufgabe també es connecta amb el verb aufgeben, que es pot relacionar amb la idea de “renúncia”, amb la idea d’abandonar. I és per això que, de fet, hi ha traduccions – al francès i també al castellà, a Amèrica Llatina – on s’ha traduït “Die Augabe” com “la renúncia” o “l’abandonament” del traductor, amb aquest doble sentit. Que passa aquí? Evidentment si traduïm “Die Augabe” com “l’abandonament” feim visible qualque cosa que està implícita en el text de Benjamin, però també complicam excessivament la comprensió perquè ens duu cap a una altra direcció.
Un traductor, com ha estat el meu cas, què ha de fer, què pot fer en aquesta situació? I aquí és on entra també el meu pensament al voltant de com traduir Benjamin: el que he fet, com podreu veure si llegiu el llibre, és recórrer a moltes notes al peu i al manteniment, entre claudàtors, de certes paraules en alemany, perquè fins i tot les persones que no sàpiguen alemany puguin veure que hi ha una concatenació, una repetició, que hi ha unes referències i uns ressons entre paraules al llarg dels tres textos. És a dir, que és una traducció que no cerca de substituir o de suplantar els textos originals, sinó en tot cas d’acompanyar-los. Són traduccions que haurien de ser una primera passa d’un acostament a Benjamin i al seu pensament; no un punt final, sinó una primera passa en aquest procés d’acompanyament. I aquí, per exemple, crec que hi hauria una afinitat amb el plantejament que fa Aida Míguez sobre les traduccions del grec clàssic, quan diu que una traducció de la Ilíada no hauria de ser mai un punt final, sinó que sempre forma part d’una xarxa més àmplia de tècniques que ajuden a comprendre un text. I això també té una afinitat, per acabar, amb allò que defensa precisament Benjamin en aquest darrer text que ens ha arribat com a esborrany (“La traduction – le pour et le contre”), on diu que la traducció és “una tècnica”. I que precisament perquè és una tècnica es pot, o s’hauria de, utilitzar en combinació amb altres tècniques; per exemple, diu ell, “el comentari”. És una idea molt interessant que, malauradament, ens arriba només com a fragment; però és en afinitat, en harmonia amb aquesta idea com he volgut treballar com a traductor: una traducció que acompanyi i que, al mateix temps, vagi acompanyada d’altres tècniques. I d’aquesta manera es podria aprendre de Benjamin a la vegada que es tradueix Benjamin.
Col·loqui
MC: Gràcies, Fruela. La primera pregunta que quería plantear es muy básica. Os quería preguntar cómo surgió la idea de escribir sobre Benjamin y la traducción, y también saber cómo fue el proceso de armar un libro de este tipo, que tiene estas varias capas: traducciones de textos de Benjamin, interpretaciones críticas de Benjamin, hasta tesis sobre la traducción. ¿Cómo surgió este proyecto?
EB: Encontrar un origen es difícil, pero sí que puedo reconstruir un poco mis recuerdos al respecto. Y quizá el inicio fue la publicación de Antonio de un libro anterior, Paisajes benjaminianos, en la misma editorial, Ediciones del Subsuelo. Después de ese proceso Antonio quedó muy satisfecho y empezamos a hablar, porque él tenía un material que había estado pensando y esbozando desde hace mucho tiempo. Yo también, por mi parte, tenía material sobre Benjamin que había ido elaborando en el contexto de un libro anterior sobre cosmopolitismo y traducción, donde abordaba el papel de Benjamin al tratar de la politización del arte. Esto por un lado. Después aparecieron colaboraciones, que también son anteriores. Seguramente el primer texto que escribimos de este libro es el capítulo 8, escrito conjuntamente, que se llama “Política de la traducción: una perspectiva cosmopolita”. La política de la traducción es un tema que los dos hemos venido tratando desde hace años. El proyecto del libro fue juntar estos distintos textos, complementarlos con otros textos que aún no habíamos pensado y que aún no habíamos escrito, y también juntar por primera vez estos tres textos de Benjamin sobre la traducción, que nunca se leen juntos. Dos de estos textos sí que se leen juntos: el primero, “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje del hombre”, de 1916, con el segundo, “La tarea del traductor”, el más famoso, publicado en 1923. Pero el último casi nadie lo conoce: “La traduction – le pour et le contre”. Este texto es un borrador muy corto pero muy interesante porque es del Benjamin maduro, un texto de 1936, escrito quince años después de “La tarea del traductor”, donde Benjamin modifica aspectos clave de lo que ha dicho en el ensayo anterior, el más famoso. Uno de los aspectos ya lo ha señalado Fruela: la traducción como técnica. En “La tarea del traductor” Benjamin decía que la traducción es una forma, algo muy distinto. Esto es lo que yo ahora mismo recuerdo. No sé si tú, Antonio, quieres añadir alguna cosa.
AA: Que falta algún aspecto que no pudimos terminar. No está terminada esa reflexión sobre Benjamin y la traducción. Quizás es importante ver esto; no es algo cerrado, sino que quedan pendientes muchas cosas. Concretamente, para mi gusto, no tuve tiempo de elaborar un texto donde intentaba confrontar el planteamiento de Benjamin con el de Derrida en “Las torres de Babel”, donde se apoya mucho en la interpretación, muy sofisticada ciertamente, de Benjamin, pero que yo creo que no consigue cerrar del todo. Entre otras cosas porque, si no recuerdo mal, Derrida no tiene en cuenta una cuestión que exige contemplar la Biblia por entero y no solamente fijarse en el Génesis, que consiste en fijarse en Hechos de los apóstoles, donde realmente la confusión de lenguas se soluciona por el don de lenguas, por el hablar en lenguas, como muchas veces se traduce. Y eso da una pista para ver que es una posición antigua respecto a la modernidad que plantea el mismo Benjamin. Por eso decía lo de la torre Eiffel no concluida, porque hace visible algo que es más actual, mientras que parece que la torre de Babel en alguna medida se compadece y finalmente lo soluciona con el don de lenguas, para que todos se puedan entender realmente sin haber estudiado el idioma o los idiomas distintos con una fluidez maravillosa que tiene que ver con el Espíritu Santo, que cae sobre el que tiene la capacidad de hablar en lenguas distintas al mismo tiempo. Creo que este era un tema interesante.
MC: Ahora que has mencionado el tema del don de lenguas, tengo una pregunta específica sobre la traducción de Fruela. Explicas muy bien que la palabra Sprache en castellano designa tanto lengua como lenguaje y te viste obligado a elegir. Cuando leemos esta traducción nos encontramos con conceptos como “pura lengua” o “confusión de lenguas”, o por otro lado “el movimiento del lenguaje” y muchos otros. Te quería preguntar cómo fue esta toma de decisiones, si simplemente te basaste en la distinción ordinaria en el castellano entre lengua y lenguaje, o si tuviste que reflexionar más allá. Lo pregunto, y no sé si Esperanza y Antonio tendréis algo que decir, porque quizás este problema de traducción también pueda representar una clave para interpretar la filosofía del lenguaje de Benjamin.
FF: Efectivament, com dius, Sprache és el que en castellà seria lenguaje i lengua. I de Sprache tenim Sprechen, parlar, hablar i tota una sèrie d’associacions de paraules que estan vinculades, amb les quals Benjamin hi juga. Per això dic que un tria com a traductor, perquè d’una altra manera un text no se podria comprendre, si un no fes les tries que cal fer en cada moment, arribaríem, crec jo, a una incomprensió del text de Benjamin. Però això implica que un també ha de fer visible que aquesta tria respon a qualque cosa que en alemany no implica una tria, sinó que hi ha una unicitat. Això passa per exemple també en el primer dels textos entre Mittel i Medium. Seria el cas invers: Mittel i Medium són dues paraules en alemany que designen un mitjà diferent, i en canvi en castellà arribam a medio en ambdós casos. Es per això que ha de ser una traducció la que se fa de Benjamin que faci veure les traces del procés, és a dir, no una que arriba polida i acabada, o amb aquesta sensació d’estar polida i acabada, sinó una que mostri el text acabat i també les seves parts constituents. I clar, estic d’acord amb tu que això ens ajuda a entendre quin és el procés de treball de Benjamin, que és el procés de l’associació, de la generació, del símbol. Perquè crec que a Benjamin, particularment en “La tasca del traductor”, no li interessa tant l’argumentació com el fet de que el text sigui una associació d’ocasions per generar un símbol, per generar una imatge. I això crec que té molta relació amb la mateixa imatge o símbol que utilitzes tu, Antonio, quan parles de la idea de les peces de ferro al voltant de les quals poses una argamassa. És a dir, crec que les parts són tan importants en el cas de Benjamin com el tot, i no se pot perdre de vista que les parts han de ser ben visibles.
MC: Simplemente decir que tus traducciones de estos textos me han permitido ver estas asociaciones, que leyendo otras traducciones de Benjamin al inglés no sabía que existían, porque normalmente no están señaladas de esta forma tan matizada. Esperanza y Antonio, no sé si queréis añadir algo más sobre este tema del lenguaje.
EB: Lo que ha comentado recuerda eso que escribe Benjamin en “La tarea del traductor” sobre los fragmentos de una vasija. Original y traducción se pueden juntar como los fragmentos rotos de una vasija; no se pueden pegar del todo pero tienen una correlación. Es una imagen que ahora no recuerdo del todo – es mucho más bonito como lo escribe Benjamin. Es la imagen que él ofrece de lo que Antonio se ha referido como los remaches que unen los hierros de la torre Eiffel.
AA: Creo que es importante matizar una cuestión. Y es que el primer Benjamin invoca una dimensión de un lenguaje puro, está jugando con eso. E incluso todavía en el ensayo impresionante sobre Kraus está hablando sobre el lenguaje de los ángeles. ¡Vete a saber tú qué es el lenguaje de los ángeles! Pues bien, es algo así como el lenguaje adámico, el que se hablaba antes de la confusión de las lenguas. Mientras que el Benjamin que se vuelve más materialista, más bien se atrevería a decir que es imposible recomponer la vasija, que lo que hay que hacer es fragmentar más los trozos. Y eso para que emerjan muchas más diferencias. De ahí viene que nuestras tesis remarcan mucho esta cuestión de lo maravilloso que es que haya miles de lenguas y ojalá hubiera más, porque eso mostraría la riqueza inmensa de lo humano, y esa es la clave. Benjamin esto lo hace mucho más visible al final y eso se ve en la misma composición de la Obra de los pasajes, que tiene un carácter inacabado: el francés, el inglés puesto por ahí alguna vez, el alemán, por supuesto, que hace más de argamasa, los ladrillos... Es la imagen que pone por delante Tiedemann, el discípulo de Adorno que recopiló estos manuscritos y se dedicó a recomponer todo esto y que consiguió que para mitad de los años 1980 de este siglo pasado estuviera disponible la Obra de los pasajes para un público interesado. Hay que pensar que antes de esa época todos los intérpretes de Benjamin, que son muchos porque ya tenía su fama, no habían visto cómo desarrolló sus últimos proyectos. El único que lo sabía era Adorno, y no le interesaba mucho porque pensaba que eso era imposible. Eso lo comenta en su caracterización de Walter Benjamin. Pues bien, ahí lo que hay es un montaje de citas combinado con interpretaciones que recontextualizan, como he dicho antes, todo lo que aparece; determinadas ideas de arquitectos, de historiadores, etcétera, sobre todo entendidas como un conjunto de palabras, de significantes, que son recontextualizados y adquieren otro sentido, se descifran, como en la técnica psicoanalítica. Y ahí hay algo que Benjamin tiene en cuenta, por ejemplo para analizar a Baudelaire y a alguno de los discípulos primeros de Freud, como Reik y su reflexión sobre la memoria. Ese pequeño detalle creo que es significante.
MC: Ahora que estáis los tres, creo que también es interesante sacar el tema de la colaboración. Esperanza, tú por ejemplo has escrito sobre una política de la traducción en la que el traductor o la traductora puede llegar a ser una especie de colaborador o co-creador, a través del ejemplo muy interesante del autor kurdo iraní Behrouz Boochani y el traductor Omid Tofighian. Evidentemente, este ejemplo es muy diferente de vuestro caso, en el que sois los autores de este libro y habéis encargado la traducción de estos textos de Benjamin a Fruela. Pero no sé si tuvisteis momentos de colaboración mientras Fruela traducía los textos. ¿Tuvisteis debates sobre problemas de traducción, sobre conceptos? ¿Hubo discusiones?
FF: Tant com discussions no, però sí que va ser un debat molt interessant, sobretot pel que fa a “Die Aufgabe”, que com deia abans és amb diferencia el text més difícil de tots tres, i dels més difícils de Benjamin. Perquè tant n’Esperança, que feia de mediadora en aquesta comunicació, com n’Antonio fa molt de temps que estudien l’obra de Benjamin i en particular la seva aplicació a la traducció. Per a mi va ser molt interessant traduir oferint després el text a dos lectors tan especialitzats. Aquí sí que vàrem tenir un treball molt interessant, no tan sols per veure quines tries poden ser millors, sinó també per descobrir tries assentades en altres textos, en altres traduccions a altres llengües que no són adients, per exemple la traducció anglesa de Zohn, que és francament millorable malgrat que és la oficial (o és la oficial fins ara, perquè ara que Benjamin deixa de tenir drets restringits supòs que se publicaran altres traduccions a l’anglès). Però sí que va ser un procés molt enriquidor de reflexió sobre la paraula adient i també sobre les implicacions de cada tria. Vàrem també parlar molt, per exemple, sobre la idea de transparent, un moment que Benjamin diu això de que la millor traducció és transparent, ve a dir una cosa així. I en vàrem parlar molt perquè clar, en estudis de traducció la idea d’una traducció transparent és una de les pitjors coses que se poden dir. I suposàvem que aquesta tria no podia ser la que convenia en aquest cas concret. Per tant, també li vàrem donar unes quantes voltes.
EB: Al final ha quedat diáfana, no transparent. Jo volia comentar que hi ha hagut una col.laboració a un nivell més general en el sentit que la traducció que ha fet Fruela està en sintonia amb les idees que s’exposen en el llibre sobre la traducció. Un dels capítols del llibre defensa, inspirant-se en Benjamin, la politització de la traducció, una forma de traducció, que tal com la ha presentat la Mattea, és una traducció reflexiva, una traducció més col.laborativa, on les decisions i les estratègies del traductor no són només responsabilitat del traductor o la traductora sinó que es socialitzen a alguns d’aquells usuaris interessats en la traducció. En el cas dels autors això és molt important i és el que s’ha fet en aquest llibre i també en el de Boochani: compartir algunes d’aquestes estratègies per pensar la traducció i per traduir entre autors i traductor. I en aquest sentit, més enllà d’alguns problemes específics de traducció, tota la tasca de traducció es fa des d’una sintonia amb les idees que s’exposen en el llibre des d’una interpretació de Benjamin que permet actualitzar la política de la traducció.
MC: Quiero añadir otro elemento que ya ha salido en las intervenciones de Antonio y Esperanza: el tema de la fotografía. Antonio, en una especie de filosofía fotográfica trazas unas conexiones muy sugerentes entre la tarea de la traducción y la tarea de la reproducción fotográfica. Encuentras mucho valor – creo que la palabra que utilizas es nobleza – en la reproductibilidad pre-fotográfica, es decir, en las reproducciones apoyadas en el grabado. Quería preguntarte: ¿cuál es el eco que descubres en estos viejos grabados? ¿Qué es lo que nos anunciaban?
AA: Este texto tiene la estrategia de mostrar algo que parece todavía más sencillo que la traducción, la reproducción fotográfica, la que elabora el fotógrafo con unas normas establecidas por el museo, por las técnicas de reproducción. Parecería que esto es todavía más transparente que la traducción, porque ahí hay un lío con el lenguaje y con las dificultades del lenguaje en sí mismas. Trato de hacerlo apoyándome también en Benjamin con una estrategia un poco particular, que consiste en ir en paralelo al texto de “La tarea del traductor” pero al revés. Eso es una cuestión de forma, de construcción, que trata de mostrar al final lo que aparece al principio de “La tarea del traductor”. En realidad, a lo que está apuntando es a mostrar que la traducción es algo que está muy elaborado y que uno tiene que ser muy consciente de que esto no le ahorra la reflexión sobre el texto. Fruela lo ha comentado creo que de modo suficiente, que es algo que apoya la interpretación y otras maneras de acceder a lo que significa un texto. Un texto que tiene su fama, que tiene su importancia, que desvela para nosotros algo relevante. La traducción es una ayuda, pero hay muchas más cosas que ayudan a esto, y no es transparente del todo, no puede uno olvidarse de aquello que está intentando mostrar en alguna medida. Tampoco habría que olvidar que los reproductores hacen algo que parece más modesto pero que es igual. Que cuando un profesor de arte coge y reproduce los libros de arte en un instituto, por ejemplo, debería ser muy consciente que ahí se produce algo, que es empaquetar una obra de arte, reducir los colores, cambiar la definición, hacerla más grande o más pequeña de lo que realmente es. Es decir, darse cuenta de que ahí se producen transformaciones que son relevantes.
En la introducción apuntamos cómo “Pierre Menard, el autor del Quijote”, de Borges, muestra que ni siquiera el que copia letra a letra un texto se libera de la cuestión de que ese texto entra en otro contexto que obliga a interpretarlo de otra manera. Pierre Menard es un manierista porque escribe igual que Cervantes, pero en un contexto tan distinto que se ve todo muy antiguo, muy extraño. Es un cuento impresionante de Borges sobre este tema que lo ilustraría muy bien. Como se puede leer y es muy claro el cuento para esto, no haría falta, al menos en el contexto de este libro, desplegar mucho más con un capítulo o algo equivalente. Pero sí la reproducción, porque hay que demostrar que hay procesos de reproducción, que son muy distintos a los de los viejos grabados. La xilografía, la litografía, todo este tipo de técnicas que para una mirada fotográfica es evidente que transforman, con sus líneas finas, paralelas muchas veces, que estropean, por decirlo así, el original en alguna medida. Y no puede uno engañarse. Y si eso creía Goethe cuando cogía copias en grabados del Laocoonte, tenía una manera muy extraña de ver o de recordar el viaje a Italia. Bien, los viejos grabados están hablando y son nobles en ese sentido y el que lo quiera ver lo ve. Pero las fotografías, las reproducciones nos parecen ser copias exactas.
Fijémonos bien – esto es muy relevante y lo vio muy bien Benjamin – porque todo internet está lleno de reproducciones. Y compramos a través de reproducciones. Si reflexionáis acerca de los errores que cometemos cuando compramos por internet, cosas que parecen muy apetitosas o muy interesantes o muy satisfactorias, no lo son muchas veces. Y es por eso, porque la fotografía crea un mundo artificioso que el fotógrafo puede controlar bastante, si sabe lo suficiente, con la iluminación, con la definición, con toda una serie de técnicas, y da lugar a algo. Como se sabe respecto a las estrellas de cine, de lo que habla Benjamin. El grabado mostraría a posteriori que no esconde algo, mientras que la fotografía nos engaña en este sentido. Como la traducción, cuando uno cree que el que ha hecho esto es un pringado que hace automáticamente las cosas, como la inteligencia artificial. No, para hacerlo bien, como ha hecho Fruela, realmente hay que pensárselas bien las cosas, elegir y mostrar las elecciones si es posible, para que el lector que quiera molestarse pueda perseguir el motivo. Y a mí me parece que la técnica, que yo también utilizo, de poner a veces el término alemán es conveniente para que resuene algo extraño. Eso que Adorno llamaba los judíos de la lengua, los extraños. Ahora quizás esa metáfora no tenga ya mucho sentido; pero bueno, los palestinos de la lengua, digámoslo así en este contexto. Esto permite entender el papel de la traducción por contraste con otras técnicas, como la reflexión sobre Kafka, que mostraría el potencial del lenguaje, la capacidad que tiene el lenguaje de crear una visión de las cosas, una sensibilidad frente a las cosas que es prodigiosa. Y esto en muchos literatos, pero particularmente en el ascético Kafka, que tiene unos procedimientos mínimos, estrictos, se puede ilustrar muy bien. Y esto es lo que mueve la traducción también.
MC: No sé si a alguien de nuestro público le gustaría hacer una pregunta a nuestros ponentes, para añadir más voces a esta conversación.
Persona del público: En primer lugar, felicitar a ustedes porque es un tema dificilísimo. Yo no conozco bien la obra de Benjamin ni soy políglota. Pero soy lector de poesía desde muy joven e incluso escribo. Y me he encontrado siempre con el problema de la traducción al leer a grandes poetas, a Rilke por ejemplo en lengua alemana, a Vladimir Holan, a Pessoa, lo que sea. Es un déficit mío no conocer el lenguaje y algo tan difícil como traducir poesía me hizo sufrir un tiempo, por ejemplo me di cuenta una vez hace años al leer Huesos de sepia de Montale, una traducción de Visor pésima, era un libro horrendo. Y, sin embargo, cuando lo leí en una traducción de Armani, que parece ser que Montale leía castellano y se la enseñaron y dijo que él quizás lo hubiese escrito así, o sea que parece que era exquisita. Por tanto, la traducción, como ustedes han dicho, es técnica y es forma. Pero yo tengo la impresión, al no conocer el alemán cuando leo a Rilke, o a Pessoa el portugués, me doy cuenta de las buenas traducciones, pero como el potencial creativo, imaginativo del lenguaje es imposible trasladarlo a otra lengua, he llegado a una conclusión – no sé si ustedes lo comparten – y es que la mejor traducción es pervertidora. Creo que el traductor, por muy noble que sea, no puede objetivar, la subjetiviza. La subjetiviza porque es un imposible la traducción, entonces solamente puede uno hacer un acercamiento técnico y formal. Unos buscan el predominio de lo formal y otros el predominio del contenido y hacen una reinterpretación. Pero siempre creo yo, porque es un imposible (y hay que perdonar al traductor), se pervierte. No sé usted como traductor qué opina.
FF: Bueno, en realidad, lo que acaba de decir que el traductor siempre subjetiviza, es que es inevitable. La traducción es siempre mediación. Pongo una analogía que creo que nos resulta más clara. Una persona que entienda de música, de música clásica por ejemplo, sabe que ciertas grabaciones de la misma partitura, de la misma composición, son preferibles a otras. Sabe que hay directores o directoras de orquesta que le dan más vida a la composición y otros que son más criticables porque la apagan o porque no están en consonancia con el espíritu. Que hay sinfónicas más recomendables que otras. Esto a cualquier persona que sepa de música le resulta evidente. En cambio, cuando nos acercamos a la traducción, salvo unos pocos especialistas y algunos lectores muy fieles, parece que tanto da que la traducción haya sido hecha por la persona x o la persona y. Y no es así, porque cada traductor aporta y quita algo. Digo aporta y quita porque no es una contradicción. La traducción no es imposible, porque llevamos siglos traduciendo, lo cual demuestra que es posible. Lo que es imposible es pensar que la traducción será lo mismo que el original. Y eso nunca lo será ni tiene porque serlo, porque entonces no sería traducción. Es el mismo problema que señala Antonio con la reproducción fotográfica. Nunca será lo mismo y no pasa nada, es lo que tiene que ser. Ahora bien, a la hora de pensar cual es la traducción ideal, eso tiene mucho que ver con la cultura en la que estamos, la época, unas épocas prefieren un tipo de traducciones, otras otra. Cada lector también tiene unas preferencias. En el fondo esa es la cuestión, que la traducción es mediación y por lo tanto siempre añade algo, siempre añade y siempre quita. De nuevo los fragmentos: rompemos y funcionamos a partir de esa ruptura. Creo que tampoco hay que sentirse culpable por esa pérdida que se supone que hubo según los mitos en un principio, ese mito de la unidad lingüística. Hay que quitarse esa culpabilidad de encima porque no hubo ese momento de unidad, todo ha sido ruptura y fragmento y a partir de ahí vivimos.
MC: Yo creo que tenemos tiempo para una pregunta más. Aquí, en la segunda fila.
Persona del público: Muchas gracias. Yo la verdad haría muchas preguntas sobre este tema de Benjamin, que él mismo también fue traductor. Esto igual no ha salido, pero él tradujo a Proust, tradujo a Baudelaire. Yo le quería preguntar al profesor Aguilera hasta qué punto su concepción inicial de la traducción no recibe la influencia de los románticos alemanes, de Novalis, Schleiermacher y todos estos autores que de alguna manera desarrollaron la visión del poeta traductor.
AA: Yo creo que sí, además él tiene una importante obra sobre la crítica romántica. Es una etapa de su desarrollo importante. Y no habría que olvidar que los románticos alemanes han trabajado mucho estas cuestiones que tienen que ver con el lenguaje. Pero yo creo que hay un elemento más, que tiene que ver con el judaísmo, la mística judía. No habría que olvidar nunca esto. Por eso al final algo que estaba muy escondido emerge como la entrada en la historia del mesías. Eso ilustra muy bien que Benjamin no ha querido despegarse de esa cuestión del todo. Es como un Guadiana que se sumerge en las profundidades pero después vuelve a aparecer. Y en alguna medida esto guía su concepción del lenguaje. Es una concepción teológica, mística, del lenguaje la que está por ahí circulando a la hora de formular la traducción y el conocimiento. Todavía algo de este orden está en el prefacio del Orígen del drama barroco alemán. Lo que pasa es que después, con la conexión con el surrealismo, con las vanguardias de la época, la relación con Asja Lacis, la rusa cinematógrafa, muchas cosas cambian. Aparte de su único discípulo, que era Theodor Adorno, que machacó duramente al mismo Benjamin. Y lo va guiando en otra dirección. En este sentido, yo diría que a Benjamin hay que leerlo como a un nudo gordiano en el cual hay muchos hilos atados y que a no ser que uno sea Alejandro Magno y que los quiera cortar con una espada hay que tomarlo casi como un imposible. Respecto a lo cual, siguiendo a Benjamin, no habría que preguntarse lo que en verdad ocurrió o quiso decir, sino actualizarlo. Esto es lo que yo defiendo en el libro Paisajes benjaminianos, que la clave está en cómo podemos actualizar para nosotros algunas de las cosas que dijo, y otras no nos van a ser útiles. Esto lo pone muy por delante Benjamin: actualización en lugar de progreso. No hay progreso hasta que no se acabe con una dimensión de progreso y se salte a una humanidad que se constituye a sí misma. Mientras tanto, lo único que hay son avances técnicos, como la bomba atómica, algo que en la conexión con Anders Benjamin en alguna medida ve, y después aparece otra vez en la discusión con Adorno. Actualización sería la forma en la cual a mí me parece que habría que acercarse incluso a la concepción del lenguaje, al concepto de traducción. Y yo creo que en gran parte este libro ha intentado actualizar, dejando algunas cosas de lado, la concepción de la traducción de Benjamin, el motor que impulsa ese pensamiento.
MC: Bueno, ja s’ha fet de nit. En aquesta hora i mitja hem tractat molts temes, pero hem d’acabar aquí. Dono les gràcies a tothom per la vostra assistència i un gran aplaudiment per a Antonio, Esperança i Fruela. Moltes gràcies.
Tesis sobre la traducción
Reproducimos aquí el capítulo final del libro Benjamin y la traducción, previa autorización de Ediciones del Subsuelo.
- La pérdida de la lengua general o pura, la adámica o la más cercana a la verdad, si alguna vez existió, es una bendición gracias a la riqueza que despliegan los miles de lenguas por toda la Tierra, pero se necesita la traducción para impulsarlas más allá de su ensimismamiento.
- Es la multiplicidad de lenguas sin unificación alguna y sin jerarquía lo que permite acceder hasta arriba en la torre de Babel, cuyos escalones son los de la traducción. Ningún esperanto o lengua predominante permite lo que la traducción consigue en la interacción entre la multiplicidad de idiomas. Ni siquiera el lenguaje de la ciencia o de un conocimiento depurado de la confusión de las palabras y las lenguas ha logrado un lenguaje universal, que desde el proyecto cartesiano y leibniziano, todavía pálidamente vivo, aparece como sueño de la metafísica. Ningún metalenguaje hace posible eliminar la traducción. Esa fluidez, claridad y transparencia ansiadas no pueden sino suponer un radical distanciamiento de la experiencia, su empobrecimiento para conseguir el dominio sobre el mundo, que podría llevar a la destrucción de lo humano.
- La traducción es un trabajo con palabras que retoma tanto la significación a la que apunta lo traducido como la transformación que tiene lugar en otra lengua, pero lo hace amasando palabras y no significaciones. Traducir es poner un significante tras otro frente al espejo de los significantes de otra lengua, nunca una transferencia de significados. Es un decir sin miedo lo que no se deja decir, en la persistencia siempre fracasada de unir lo que no se puede fundir con el pegamento de la significación.
- La traducción apunta a una textualidad u oralidad que brotaría de la cosa misma, como dejando que sea ella la que hable o escriba. Es lo que la une a la fotografía y la separa del dibujo o la pintura, de la literatura también. Porque la traducción no es mera literatura, pese a que, como la literatura, exige respirar con el lenguaje. Apunta con esfuerzo sin límite a dejar que lata la producción de palabras con los impulsos de lo que se traduce.
- Hasta la traducción más codificada por los hábitos y el conocimiento ya establecido requiere de un sujeto que permita confrontar significantes uno tras otro, no significados. Más allá del automatismo que mediante la inteligencia artificial enlaza millones de significantes para encontrar la formulación adecuada, la traducción requiere del hablante o del escritor que con su cuerpo lingüístico escoge la mejor concatenación de palabras que se va tejiendo hasta el final desde su experiencia.
- La traducción no es reproducción ni mero estímulo para la improvisación. No es una traducción ajustada la que se reduce a poner una palabra por otra a partir de diccionarios o bases de datos. Tampoco hace justicia a lo traducido quien toma como pretexto un original y lo reescribe con toda libertad como si ya hubiera dejado de existir o se recordara vagamente. Ni fidelidad ni discrecionalidad, lo que mueve la traducción es el cuidado que deja que la cosa misma se exprese en lo traducido.
- La traducción pone en relación las generaciones muertas con las vivas, lo que de aquellas ha quedado inscrito en el lenguaje que usan los vivos. Por eso la traducción tiene tanta historia como la verdad o el saber, es la historia lo que la penetra hasta la médula, pero no sin que se actualice día tras día, aunque sea microscópicamente.
- La traducción está tan imbuida por la sexualidad como el lenguaje o la cultura entera, entendidas como formas de sublimación. Es en el salto o en el rayo que se desprende de un contacto entre los cuerpos de las diversas lenguas donde puede emerger tanto el placer como una nueva vida.
- En la traducción se enlazan con amor y odio al menos dos lenguajes, cual amantes que responden a los gemidos y caricias del otro, pero buscando cada uno su propio goce. No es onanismo, ni autismo lingüístico, exige una atención cuidadosa a lo otro, al otro lenguaje, para responder con el que traduce. La traducción permitiría hacer el amor en lugar de la guerra, incluso cuando posibilita, sin miedo, el desamor. La traducción es la alcahueta de los reprimidos por un monolingüismo narcisista. Por eso abre a una confrontación entre lenguas que es una guerra por la paz eterna.
- La traducción recoge el no lenguaje de las cosas, la mudez de la naturaleza. Lo hace en la relación entre lenguajes y así retoma el lenguaje adámico que nunca existió más que como mito. Apunta hacia aquel paraíso siempre perdido y para siempre en construcción, ya que busca la felicidad de seres mortales. Con ello, la traducción sustituye el sueño imposible de un lenguaje universal por la tradición a la que da soporte en la sucesión de generaciones, en pos de una humanidad que todavía no existe y que podría realizar el deseo de eternidad en la inmortalidad de lo que salta entre individuos mortales.
- Sólo la traducción permite poner en relación fecunda a muertos y vivos con la naturaleza, en la multiplicidad de mundos a los que abren los lenguajes humanos. Y tal vez pueda introducir una nueva forma de hacer política, apoyada en una democracia radical que atiende a una traducción que respeta lo que traduce.
