La traducción se ha utilizado regularmente como aspecto que define a la Literatura Mundial, sobre todo en la obra de David Damrosch, quien afirma en una serie de estudios que es la circulación entre contextos en diferentes lenguas lo que sustenta las “ganancias” de cualquier obra que entre en la categoría, es decir, que es la traducción lo que permite a los textos “circular hacia un mundo más amplio más allá de su punto de origen lingüístico y cultural” (Damrosch, 2003, p. 12). Estos desplazamientos transnacionales, transculturales y (sobre todo) translingüísticos también informan en parte la tesis centrípeta de Pascale Casanova en La République mondiale des lettres (Casanova, 1999), según la cual el paso por París (a menudo acompañado de la traducción al francés) funciona como una forma de consagración literaria y a menudo de canonización. Este artículo explora, amplía y, en última instancia, cuestiona tales lecturas al centrarse, además, en la producción y el consumo de la Literatura Mundial, sugiriendo no sólo que la traducción puede constituir, en tales contextos y a la luz de tales concepciones, un tropo o lente clave a través del cual se puede identificar y explorar la escritura asociada a esta categoría, sino también que la Literatura Mundial, concebida en términos circulatorios y relacionales, nos permite analizar la presencia y la función de una epistemología traslacional.
Desde su acuñación inicial por Goethe en la forma de Weltliteratur en 1827, el concepto de Literatura Mundial ha tratado de cuestionar el nacionalismo metodológico y las suposiciones asociadas (a menudo etnolingüísticas) evidentes en el estudio de las literaturas nacionales; sin embargo, frecuentemente ha sustituido tales sesgos por otro, el de una epistemología monolingüe que aborda la literatura de forma alingüística y no reconoce los desafíos de la investigación multilingüe (Phipps, 2019). Tal monolingüismo -evidente en particular en la erudición anglófona, pero perpetuado a través de la anglonormatividad que sustenta la industria editorial académica global- ha sido rigurosamente criticado por académicos como David Gramling (2016), y cada vez hay más conciencia de una dinámica traslacional que sustenta la circulación de obras literarias en un marco global. En un contexto pedagógico, basado en interpretaciones ya bien establecidas de la (in)visibilidad del traductor, cada vez se enseña más a los estudiantes de literatura universal en inglés a leer traducciones conscientemente en tanto que traducciones (Baer y Woods, 2022), poniendo en primer plano los retos identificados y las soluciones propuestas por el traductor, en lugar de dar por sentado que, como lectores, tienen un acceso sin fisuras al “original”. Este enfoque hace eco de la creciente concienciación, popularizada en el destacado trabajo de académicos como Clive Scott (2012, 2018), de que la traducción puede ser en sí misma la forma más elevada de análisis literario, al comprometerse como lo hace con lo micro y lo macro, e implicar una intimidad incomparable con el texto y una familiaridad no sólo con su polisemia y otras sutilezas lingüísticas (y de hecho multimodales), sino también una estrecha familiaridad con las resonancias intertextuales e interculturales. Estas reflexiones sobre el consumo y la recepción se complementan con una atención cada vez mayor a la producción, con Rebecca Walkowitz (2015) explorando hasta qué punto la literatura mundial “nace traducida”, es decir, cómo la traducción actúa como un medio literario en sí mismo y no sólo como un elemento de la circulación posterior de un texto.
Este artículo se basa en el contexto anterior para poner en relieve la condición de la literatura universal como lugar de diferencias epistémicas y culturales, en cuya comprensión la traducción desempeña un papel privilegiado y múltiple. Como tal, busca ir más allá de la traducción como metodología para proponer una epistemología traslacional, contribuyendo al creciente énfasis en la sensibilidad lingüística en la construcción del conocimiento que se evidencia notablemente en las intervenciones filosóficas de Barbara Cassin (2004) en torno a la noción de lo (in)traducible, desarrollada en relación con la literatura mundial por Emily Apter (2013) y otros. El concepto de lo (in)traducible, sostengo, es fundamental para el estudio de la propia literatura mundial, ya que lidiamos con las divergencias y convergencias entre el término y sus (no del todo) equivalentes en otras tradiciones lingüísticas: Weltliteratur, littérature-monde, literatura mundial... Al mismo tiempo, como Dilip Menon ha demostrado recientemente en Changing Theory: Thinking from the Global South (2022), cualquier intento sistemático de desarrollar prácticas analíticas y de lectura adecuadas para analizar lo global depende de la generación de un vocabulario conceptual sustentado en epistemologías que necesariamente serán activamente multilingües, pero cargadas al mismo tiempo de enfoques traslacionales que tratan de des-crear hegemonías lingüísticas. Pero el reto adicional a la hora de desarrollar una epistemología traslacional a partir de este contexto -inherente tanto al texto como a su posterior interpretación- es evitar las implicaciones polarizadoras de cualquier enfoque bilingüe (o incluso multilingüe), y seguir los pasos de Tim Ingold y otros al cuestionar la suposición de que la traducción socava un concepto del “mundo en el que habitan las personas como un paisaje continuo e ilimitado, infinitamente variado en sus características y contornos, pero sin costuras ni rupturas” (Ingold, 1993, p. 22).
Uno de los pensadores clave para articular este enfoque -en un marco inicialmente antillano y posteriormente más global- fue Edouard Glissant, firmante del manifiesto de 2007 “Por una literatura mundial en francés”. A través de su noción de Tout-Monde, Glissant cuestiona de hecho el concepto de littérature-monde, poniendo en tela de juicio el monolingüismo inherente al “en français” con el que se definía inicialmente ese cuerpo de escritura, vinculando sus propias reflexiones sobre la escritura “en présence de toutes les langues du monde” (en presencia de todas las lenguas del mundo) (Glissant, 1996, p. 40) a una declaración coherente de epistemología traslacional que resulta evidente en toda su obra como profesional de la literatura y pensador global. En una de sus últimas obras, La Cohée du Lamentin, Glissant presenta la traducción no como una actividad secundaria, sino como un género literario por derecho propio: “Elle n'est pas seulement une invention limitée à des équivalences merveilleuses entre deux systèmes de langage, elle crée aussi des catégories et des concepts inédits, elle bouscule des ordres établis” (No es sólo una invención limitada a equivalencias maravillosas entre dos sistemas lingüísticos; también crea nuevas categorías y conceptos, sacude los órdenes existentes) (Glissant, 2005, p. 143; traducción mía). La traducción se entiende aquí como “la puesta en circulación de lenguas y culturas en nuevos contextos interlocutorios, uniéndolas a sus tradiciones históricas de formas nuevas y dinámicas” (Bermann, 2014, p. 80). Aunque en gran medida ausente hasta ahora de la literatura sobre la teoría de la traducción, Glissant produjo a lo largo de su carrera un corpus sustancial de pensamiento sobre el lenguaje y la traducción. Al mismo tiempo, como parte de un canon emergente de la literatura mundial contemporánea, su propia obra ha sido objeto de un proceso de traducción que ha garantizado su impacto en el pensamiento poscolonial más ampliamente, un proceso continuado por el Proyecto de Traducción Glissant.
En La Cohée du Lamentin, Glissant asocia la traducción con la noción de “relación”, que antes ocupaba un lugar central en gran parte de su obra, sugiriendo que la traducción puede considerarse una forma de «multirelación». Esto vincula todas las partes del mundo sin depender en el proceso de ningún movimiento hacia la equivalencia universal que, en última instancia, borra o absorbe las especificidades políticas, culturales e históricas. Celia Britton (2008, p. 78) ve la traducción en Glissant como “la invención de un nuevo lenguaje que tiende un puente entre dos lenguas”, es decir, como un proceso de creatividad que relaciona y activa sistemas lingüísticos y culturales vistos como distintivos y transforma esa vinculación en una nueva forma de relación traslacional. La traducción se presenta en este artículo, en consecuencia, como un elemento clave de la noción de Glissant de un “nuevo pensamiento archipelágico”, en el que la opacidad funciona de forma similar a la intraducibilidad, evitando las rígidas polarizaciones de los sistemas cerrados de pensamiento. Concluyo explorando cómo, en Traité du Tout-Monde (1997), Glissant crea los cimientos de una epistemología traslacional a través de su descripción de un “arte de la fuga”.