Introducción
Un breve balance histórico de encuentros y visitas oficiales permite fundamentar la existencia de una estrecha relación entre Salvador Allende y el gobierno cubano. Antes de ocupar la presidencia, el dirigente de la Unidad Popular estuvo en Cuba en febrero de 1959, pocos días después del triunfo de la Revolución, momento en el que se entrevistó con las dos figuras más importantes del movimiento nacional: Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. Posteriormente, regresó a la mayor de las Antillas en 1966 para participar en la Ia Conferencia Tricontinental; mientras que, en 1971, Fidel le devolvió la visita, llevándose a cabo la primera estancia oficial de un mandatario cubano a la nación andina1. En diciembre del siguiente año, Allende retornó a Cuba, ya como presidente, ocasión en la que se le otorgó la Orden José Martí en un acto celebrado en la Plaza de la Revolución de La Habana, espacio por excelencia de los mítines y celebraciones oficiales de mayor importancia.
La última página del periódico Granma del 15 de septiembre de 1973 rememora la visita del presidente Allende a Cuba en 1971.
Como era de esperar, una vez sucedido el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, la prensa cubana siguió de cerca los acontecimientos; en las páginas de todos los diarios nacionales se le dio amplia cobertura a la represión llevada a cabo por los golpistas, a la resistencia del pueblo chileno, así como a la repercusión que a nivel internacional tuvo la dictadura y la muerte de Allende.
El presente trabajo se propone estudiar el enfoque dado por el periódico Granma a los sucesos en Chile; la elección de este medio de prensa no es casual, pues se trata del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, única estructura de dirección partidista existente en el país, por lo tanto, es considerado como el principal diario del territorio nacional y el vocero fundamental de la política del Gobierno. El marco temporal escogido corresponde a los días posteriores al Golpe, fechas en la que recibió mayor atención mediática lo sucedido y en las que se asentaron las líneas fundamentales que rigieron la postura estatal cubana ante los acontecimientos, de la que la prensa oficialista, única existente en el país, se hizo eco. Los periódicos consultados van del 12 de septiembre, momento en el que aparece por primera vez las referencias al Golpe, al sábado 29 del mismo mes, en el que se recoge todo lo relativo a la concentración multitudinaria celebrada el día antes en la Plaza de La Revolución, principal acto realizado en Cuba en apoyo al pueblo chileno y en repudio al ascenso militar.
La primera postura oficial frente a lo acontecido el 11 de septiembre es evidente en el Granma a través del titular: «Golpe fascista en Chile», primera rúbrica que anuncia los sucesos ocurridos en el país andino y que encabeza la tirada del 12 de septiembre de 1973, este contundente calificativo acompañó a partir de entonces toda la alocución oficial referente al golpe militar.
Los textos que acompañan las imágenes alusivas a la situación en Chile y a la repercusión internacional ante lo sucedido, ratifican como fascista la actuación de los militares: «Fuerzas blindadas fascistas cañonean el Palacio de la Moneda ya en llamas, después del salvaje bombardeo de la aviación golpista»; «Centenares de chilenos están siendo asesinados por oponerse al golpe fascista […]».
Granma, 13 de septiembre de 1973, p. 3.
En el discurso periodístico cubano, a propósito de la asonada al gobierno de la Unidad Popular, pueden definirse tres ejes temáticos fundamentales, que son trabajados en el presente artículo y que, a su vez, definen la estructura de este. Primeramente, se abordan las denuncias gubernamentales ante las consecuencias directas para Cuba de los ataques del bando militar chileno, para luego proceder al análisis del tratamiento dado por el diario Granma a la muerte de Allende. Por último, se revisa la postura en relación con Estados Unidos, acusado por la dirección de la Isla como ente instigador de los hechos perpetrados el 11 de septiembre de 1973.
Por último, existe una coyuntura que es preciso aclarar, durante los primeros días del arribo golpista al poder, el Comandante en Jefe Fidel Castro se encontraba fuera del país en un viaje oficial visitando diferentes destinos de interés diplomático, tales como Viet Nam. El líder cubano no regresó a la Isla hasta el día 18 de septiembre, lo que justifica su ausencia en los actos celebrados antes de esa fecha; sin embargo, su presencia y respuesta ante el Golpe fue contundente en la manifestación del 29 de septiembre, referida anteriormente, y que será abordada en las siguientes páginas.
Repercusiones directas del golpe de Estado para la nación cubana
El día 12 de septiembre de 1973, una Nota del Gobierno Revolucionario de Cuba encabezó las noticias del diario. Luego de los dos titulares que informaban el golpe de Estado y la muerte de Allende, según los anuncios de «agencias cablegráficas capitalistas», el primer texto del periódico estuvo dedicado a reproducir el comunicado oficial mediante el cual el alto mando de la mayor de las Antillas denunciaba los ataques por parte de las Fuerzas Armadas de Chile (FAC) a la embajada cubana en Santiago. El comunicado, que apareció con fecha del 11 de septiembre, narraba brevemente la hostilidad sufrida por la delegación nacional, cuya sede diplomática fue disparada por el bando golpista y amenazada por el almirante Carvajal, quien se comunicó por vía telefónica con el embajador Mario García Incháustegui. La nota concluía declarando la postura gubernamental ante tales hechos: «Nuestros compañeros diplomáticos impedirán, a cualquier precio, que sea violada nuestra sede diplomática, en su condición de territorio cubano»2.
A esta declaración le siguió una segunda nota oficial en la que el Gobierno Revolucionario de Cuba notificaba a la opinión mundial las agresiones cometidas en aguas internacionales contra el buque «Playa Larga», las cuales fueron llevadas a cabo por dos aviones de la Fuerza Aérea de Chile y por unidades de superficie de la armada. El comunicado advertía que esos actos constituían «[…] una inadmisible violación de las normas internacionales sobre el derecho de navegación y una brutal agresión contra los tripulantes cubanos de un indefenso barco mercante»3. Este hecho fue retomado en las líneas siguientes, en las que se informaba que el navío seguía el rumbo previsto pero que presentaba impactos de gran calibre en la popa y el puente de mando.
Como se puede constatar, las primeras noticias sobre el golpe militar en Chile dadas por la prensa de la Isla estuvieron encabezadas por aquellas que hacían referencias a las repercusiones directas que ese hecho representó para la nación cubana. En los días posteriores, ambos ataques serán aludidos y denunciados constantemente en los comunicados y posturas públicas e internacionales del gobierno de Cuba a propósito del golpe militar perpetrado en Chile.
Si bien no aparece con la prioridad que tuvo la agresión a la embajada y al navío mercante que figuraron en la portada, la emisión del Granma correspondiente al día posterior al Golpe contiene una tercera denuncia del gobierno cubano respecto a las repercusiones directas para el país caribeño de lo ocurrido en Chile. En la página siete del diario se reprodujo la demanda realizada por el Dr. José A. Gutiérrez Muñiz, ministro de Salud Pública de Cuba, a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para que, junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), interviniera, a fin de garantizar la integridad física de los doctores Rolando Puente Ferro y Gonzalo Curras López, becarios de esa organización en la Escuela de Salud Pública de Santiago de Chile, que fueron detenidos cuando se dirigían a la sede diplomática cubana.
El gobierno antillano no se conformó con estas plataformas de denuncia, llevando su declaración al contexto de la Organización de Naciones Unidas (ONU), proceso al que la prensa nacional dio un seguimiento constante y detallado: refirió la nota enviada por el Ministro de Relaciones Exteriores Interino de Cuba4 solicitando la atención del caso, la posterior objeción por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña a que la ONU abriera sus puertas al reclamo cubano, y la presencia de Ricardo Alarcón ante el Consejo de Seguridad para efectuar la denuncia pública en ese contexto de visibilidad internacional5. Desde esta plataforma, el representante del Gobierno relató detalladamente los ataques a la embajada y al buque mercante, concluyendo que dichas acciones constituían «[…] graves violaciones de los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas y de las normas internacionales de navegación reconocidas por los estados»6; igualmente representaba una violación «[…] de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y específicamente de sus artículos 22, 29, 30, 44 y 45, inciso a)»7. Además, Alarcón se refirió al arresto de los médicos cubanos Rolando Puente y Gonzalo Currás, que luego de regresar a su país tuvieron que recibir atención médica; para amparar su acusación, el representante cubano leyó los diagnósticos médicos sobre el estado de salud de ambos doctores, coyuntura que aprovechó para denunciar las torturas y los asesinatos cometidos por la dictadura en sus centros de detención.
Con el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Chile, los miembros del cuerpo diplomático cubano y otros nacionales regresaron a la Isla, quedando los funcionarios suecos en Santiago a cargo de la custodia y protección de los intereses de Cuba en el país andino. Una vez asentado en su patria, el Dr. Mario García Inchaustegui, embajador de Cuba en Chile en el momento del Golpe, ofreció –en cuanto que voz autorizada y testigo de los hechos– un relato detallado de los ataques sufridos por la embajada durante la asonada militar, a través de una estratégica conferencia de prensa realizada en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Como se mencionó con anterioridad, los atentados cometidos contra la embajada cubana y el barco «Playa Larga» fueron denunciados en todos los actos políticos realizados por las instituciones gubernamentales8, que igualmente aprovecharon las tribunas para destacar el comportamiento digno y revolucionario del personal de ambas entidades.
Como es tendencia en la prensa nacional posterior al Triunfo de la Revolución, la actitud frente a la agresión externa fue resaltada hasta la saciedad como valeroso ejemplo de la estirpe cubana, siempre dispuesta a defender la soberanía nacional y el proyecto social revolucionario. Son vastos los ejemplos que ilustran lo anterior en las páginas del Granma. Los funcionarios diplomáticos y otros cubanos que retornaron a Cuba el día 13 de septiembre fueron recibidos con honores por los más altos representantes del Estado9: el comandante Raúl Castro, Primer Ministro interino del Gobierno Revolucionario, y el doctor Osvaldo Dorticós, presidente de la República10. En el tono edulcorado del artículo periodístico se constata la intencionalidad de magnificar la labor del cuerpo diplomático acreditado en Santiago: «Al aparecer por la portezuela del avión el embajador cubano en Chile, Mario García Incháustegui, seguido inmediatamente de Luis Farías, el diplomático que fue herido por balas reaccionarias, un aplauso fuerte, espontáneo, de reconocimiento, estalló desde la terraza en la que esperaban cientos de familiares y allegados de los que regresaban»11. Farías, en cuanto prueba constable de la violencia militar chilena, fue resaltado dentro del grupo; en el texto, se llega a enaltecer su figura reconociendo, como algo extraordinario y digno de admiración, el hecho de que bajara «[…] la escalera [del avión] sin ayuda de nadie, con un ojo vendado y un brazo en cabestrillo»12.
Resulta pertinente mencionar que si bien el artículo sobre la llegada del avión II-62 proveniente de Chile menciona que Beatriz Allende, hija del fallecido presidente, arribó también en ese vuelo, la prensa de aquel día no ahondó más en ella; recibirá mayor protagonismo en páginas de emisiones posteriores.
Igualmente, los tripulantes del buque mercante fueron reverenciados por su tenacidad y entereza patriótica ante la amenaza enemiga; el día 13 de septiembre el periódico replicó el mensaje que el Buró Político del PCC le enviara a la tripulación del "Playa Larga» reconociendo su firmeza revolucionaria ante lo ocurrido, actitud «[…] digna de la tradición combativa de los marineros y pescadores cubanos»13. Igualmente, el Granma se hizo eco del mensaje enviado por Raúl Castro, en nombre del Buró Político y del Gobierno Revolucionario, reconociendo «la valerosa actitud» de los marinos del «Playa Larga», a quienes destacó, aprovechando la estrecha relación del nombre de la embarcación con Playa Girón14, como ejemplos de la resistencia del pueblo cubano frente a las agresiones del imperialismo.
Muerte y trascendencia de Allende, el discurso construido por el gobierno cubano
Si bien las primeras noticias publicadas por Granma se limitaron a reproducir los relatos que figuraban en diferentes medios sobre la suerte del mandatario chileno15, posteriormente la prensa de la Isla se hizo eco de la versión defendida por el gobierno cubano de que el Presidente fue asesinado. Importantes líderes de organizaciones políticas, por tanto, figuras de autoridad en el país, legitimaron en el territorio nacional esta perspectiva sobre el destino de Allende. En un inicio encontramos alegatos como el ofrecido por el Dr. Mario García Inchaustegui, embajador cubano en Chile, quien, en la conferencia de prensa16 que ofreció el 15 de septiembre, expresó: «[…] por mi conocimiento del hombre, por la forma en que éste muere, por su decisión de resistir, de rechazar aquel ultimátum que le mandan las fuerzas fascistas, por todas esas razones mi impresión es que Allende muere en combate»17. Pero la narración oficialista cubana se irá radicalizando hasta llegar a las palabras pronunciadas por Beatriz Allende y Fidel Castro en el acto celebrado a finales de mes, en el marco del aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)18.
Efectivamente la hija de Allende, en cuanto que testigo de los ataques a la Moneda, es privilegiada en el acto, en el que se le ofrece la tribuna para que narre al mundo las últimas horas que pasó junto a su padre. La política cubana ve en ella una voz autorizada capaz de desmentir y revertir la versión oficial del suicidio acuñada por la Junta Militar. En su discurso, Beatriz deja claro el objetivo de su presencia en el acto: «Vengo a ratificarles que el presidente de Chile combatió hasta el final con el arma en la mano. Que defendió hasta el último aliento el mandato que su pueblo le había entregado, que era la causa de la revolución chilena, la causa del socialismo»19. Es insistente durante todo el acto el interés en resaltar al difunto presidente como un hombre de acción, que fue capaz de tomar las armas para defender a su país.
Pero sin dudas, sería Fidel Castro quien llegaría más lejos en el apuntalamiento de la versión de los hechos defendida por el gobierno de la Isla; en su extensísimo discurso20, el líder cubano referencia con lujo de detalles lo ocurrido en la Moneda a partir de los testimonios de los presentes en aquel momento con el ánimo de «[…] referir esencialmente al carácter de combatiente y de soldado de la revolución del presidente Allende el 11 de septiembre»21. Para ello narra varias de las proezas del político chileno, cómo, por ejemplo, que luego de ser herido, fue capaz de empuñar una basooka, dejando fuera de combate a un tanque situado en la calle Moradé. Fidel Castro no aclara en ningún momento quienes son los testigos por los que llegó a conocer la información que narra como verídica, ni cómo dichos testigos sobrevivieron y pudieron transmitirle el relato hasta Cuba. Sin embargo, es capaz de referir, con bastante precisión, los últimos minutos de la vida de Allende: «El Presidente estaba parapetado, junto a varios de sus compañeros, en una esquina del salón Rojo. Avanzando hacia el punto de irrupción de los fascistas recibe un balazo en el estómago que lo hace inclinarse de dolor, pero no cesa de luchar, apoyándose en un sillón continúa disparando contra los fascistas a pocos metros de distancia (APLAUSOS), hasta que un segundo impacto en el pecho lo derriba y ya moribundo es acribillado a balazos»22. Resulta evidente, como se constató antes en las palabras de Beatriz Allende, que la intencionalidad del discurso no sólo va dirigida a borrar la idea del suicidio y sustituirla por la versión del asesinato por parte de las fuerzas militares, sino también, a enfatizar la resistencia y la caída en combate del presidente. Al finalizar el relato de la muerte de Allende, Fidel concluye: «¡Así se es revolucionario! ¡Así se es hombre!, ¡Así muere un combatiente verdadero! ¡Así muere un defensor de su pueblo! ¡Así muere un luchador por el socialismo! (APLAUSOS PROLONGADOS)»23.
El interés gubernamental por enmarcar como heroica y noble la actitud de Allende ante el ataque a La Moneda es evidente en las páginas del periódico Granma desde el propio día 12 de septiembre, fecha en la que la prensa cubana anunció por primera vez lo acontecido; en la portada de esa jornada aparecen reproducidas, en tipografía diferenciada, las últimas palabras que el presidente chileno le dirigiera a su pueblo: «Defenderé con mi vida la autoridad que el pueblo me entregó»24, cuya posición privilegiada dentro del diseño editorial de la primera página marca desde ya la temprana intención de configurar al líder chileno como un héroe dispuesto a morir por el compromiso con su país y sus compatriotas.
En las páginas correspondientes a los días posteriores al 12 de septiembre, el periódico Granma, en su rol de vocero de la política nacional, acogió todas las referencias y discursos provenientes del alto mando y de las instituciones estatales cubanas que intentaron apuntalar la figura de Allende como heroica, amparados en el hecho de que cayó en defensa de los intereses de su pueblo. En los discursos ofrecidos por los líderes políticos en las diversas manifestaciones públicas llevadas a cabo en La Habana durante el mes de septiembre es palpable el interés de hacer del recientemente fallecido presidente no sólo un héroe chileno, sino una figura de trascendencia para toda América Latina. Para ello va a ser equiparado con otros luchadores notables del continente. En las palabras que rigieron la concentración realizada por los campesinos25, José Ramírez, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), expresó a propósito de la valentía y el honor del presidente: «[…] junto a Bolívar y San Martín, a O’Higgins y Martí, el Guerrillero Heroico comandante Che Guevara, se convierte, no sólo en bandera de su pueblo, sino en bandera de todos los pueblos que luchan por su liberación»26. La equiparación con personajes heroicos de la historia latinoamericana es reiterada en la retórica del Granma, que, por ejemplo, al reseñar el acto del 28 de septiembre refiere: «Las efigies del comandante Ernesto Che Guevara y Salvador Allende, que cubrían la parte frontal de dos de los edificios que enmarcan la Plaza, se proyectaban ante la masiva concentración como cantos de combate y victoria en la lucha contra el fascismo y el imperialismo»27; repitiendo así un estilo de edulcorado romanticismo, típico de la prensa cubana a la hora de referirse a los héroes, que son reverenciados a través de frases vaciadas de significado por su desmesurada repetición.
Imágenes del acto celebrado en la Plaza de la Revolución en condena al golpe de Estado y en homenaje a Allende.
Granma, 29 de septiembre, 1973, p. 8.
En consecuencia, gran parte de la canonización heroica de la figura de Allende se asentó en el protocolo y en el discurso que caracterizó a los actos y ceremonias en las que se le rindió tributo póstumo. En todas las manifestaciones realizadas durante el mes de septiembre en La Habana en repudio a la asonada militar y en solidaridad con el pueblo de Chile, se invitaba a los presentes a guardar un minuto de silencio en honor al presidente constitucional. Significativo fue el homenaje realizado por el pueblo cubano que acudió a la Plaza de la Revolución a reverenciar al líder chileno con la firma del libro de condolencias, según testimonia la prensa «una compacta e interminable fila de hombres y mujeres del pueblo»28 se mantuvo constante, motivo por el cual incluso se prorrogó dos días más el homenaje29. Las reseñas sobre la honra fúnebre ofrecida a los pies del monumento a José Martí son proclives a una retórica sensiblera, ejemplo resultan las palabras de Reynold Rassi, en cuya crónica del 15 de septiembre comentó que «[…] los rostros expresaban el dolor de nuestro pueblo por la desaparición del que fuera un constante defensor y amigo de la Revolución cubana»30; a lo que el periodista, con el típico sesgo machista de aquella época, agrega: «En más de una ocasión, de los ojos de numerosas mujeres brotaron lágrimas al pasar frente al retrato del querido presidente chileno»31.
Imágenes de la firma del libro de condolencia por parte de dirigentes y del pueblo cubano.
Granma, 15 de septiembre, 1973, p. 1.
En el texto que explica los pormenores de la masiva concentración estudiantil del 14 de septiembre, se precisan las consignas que se enarbolarían en el acto, entre las cuales estuvo: «Allende: Coraje; Allende: Honor; Allende: Bandera de la libertad latinoamericana»32. Similares lemas fueron coreados por las masas en otros actos políticos celebrados en repudio a la asonada chilena, según informan las noticias dedicadas a reseñarlos; tales como: «Gloria al Presidente de la Dignidad»33, «¡Gloria eterna al compañero Presidente Salvador Allende!»34, «¡Qué viva por siempre en nuestros corazones el ejemplo inmortal del presidente Allende!»35.
En consonancia al impetuoso discurso de la heroicidad de Allende, hay una pretensión no sólo de eternizar su figura, sino también de hacer palpable su impronta justo desde los primeros momentos posteriores a su muerte; en este sentido, el primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) expresó en su discurso del 14 de septiembre: «[…] Allende está aquí, esta noche, en esta colina universitaria, está en nuestro pueblo, está en los jóvenes y en los estudiantes que salen a las calles en América Latina y en el mundo a solidarizarse con Chile, y hoy su figura se acrecienta, tras haber caído en la defensa de los intereses de su pueblo y cuya vida constituye un ejemplo de lealtad a los principios revolucionarios»36.
Sobre la temprana canonización de la figura del presidente, da cuenta el Granma del 18 de septiembre que refiere la decisión de los trabajadores del Hospital Covadonga de La Habana de darle el nombre de Salvador Allende al recinto asistencial, así como la disposición de los sindicatos nacionales de bautizar de la misma manera a una céntrica avenida capitalina.
Pero sin duda fueron las palabras de Fidel Castro las que más exaltaron el heroísmo del líder chileno, cuya actuación el 11 de septiembre fue valorada con las siguientes palabras: «Pocas veces en la historia se escribió semejante página de heroísmo. Nunca en este continente ningún presidente protagonizó tan dramática hazaña (APLAUSOS). [...] nunca la fuerza bruta conoció semejante resistencia, realizada en el terreno militar por un hombre de ideas, cuyas armas fueron siempre la palabra y la pluma»37.
En paralelo a la apología de Salvador Allende como héroe y ejemplo para América Latina y los pueblos que aspiran a la verdadera independencia, el discurso oficial cubano resaltó la resistencia del pueblo chileno ante la ascensión militar, a la vez que expresó la certeza de que las fuerzas populares lograrían el triunfo, entendiendo el Golpe solamente como un revés temporal de un proceso revolucionario y social que ya se había puesto en marcha y que no se detendría. Al respecto, las organizaciones estudiantiles universitarias, en el llamado al acto convocado para la noche del 14 de septiembre38, declararon que el futuro pertenecía al pueblo de Chile, cuyos mejores hijos combatían «[…] en las calles, en las fábricas y cordones obreros, en correspondencia con la tradición revolucionaria de su clase trabajadora»39, agregando la idea, o más bien, la certeza de que la asonada militar era «un costoso pero transitorio revés»40 y que el pueblo chileno conquistaría «la victoria definitiva»41.
Cuba acusa a Estados Unidos por su intervención en el golpe de Estado
Sobre la relación de Estados Unidos con el golpe militar perpetrado en Chile, las primeras noticias nacionales se limitan a reproducir aquello que al respecto comentan agencias y medios internacionales; es el caso del texto encabezado por el siguiente titular: «Afirman fuentes gubernamentales en Washington que Nixon conocía con 48 horas de antelación el golpe militar fascista de Chile»42. Incluso el periódico cubano llegó a comunicar las declaraciones oficiales del gobierno estadunidense: «Desmiente la Casa Blanca participación de la CIA en el golpe militar chileno»43, pero ya para el 18, el dirigente sindical Lázaro Peña afirmó que «Niegan, pero los hechos los denuncian»44. Sin embargo, la posición de Cuba con respecto a las implicaciones del gobierno de Washington en los sucesos ocurridos en el país andino pronto se radicalizó. En la temprana fecha del 14 de septiembre de 1973, el periódico publicó el llamado realizado por la UJC, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), en el que se convocaba al pueblo cubano a expresar solidaridad con Chile. En dicho comunicado, las principales organizaciones estudiantiles de la Isla declaran que la brutalidad del golpe de Estado «[…] dirigido por el imperialismo norteamericano y ejecutado por los militares traidores al gobierno constitucional […]»45 demostraba «[…] una vez más de lo que son capaces el imperialismo y sus lacayos por la defensa de sus mezquinos intereses y por impedir el avance de los pueblos hacia su plena independencia»46. De la denuncia al imperialismo norteamericano como motor impulsor de la maquinaria golpista también se harán eco, mediante comunicados oficiales y actos públicos, la Central de Trabajadores de Cuba, la Federación de Mujeres Cubanas, la Unión de Periodistas de Cuba, la Asociación de Agricultores Pequeños, etc.47.
La insistencia del Gobierno y de la prensa nacional por señalar el apoyo de los Estados Unidos al golpe militar es reforzada por la gráfica periodística. En el primer dibujo que ilustra las noticias relativas al Golpe figura un grotesco hombre que porta un sombrero con la imagen de la bandera norteamericana, por lo que puede ser entendido fácilmente como la representación metafórica del imperialismo. Dicho personaje dirige una máquina, en la que cada uno de los pedales muestra inscritas las siglas de la CIA y de la ITT, con lo que estas dos entidades van a ser marcadas como las principales impulsoras de la arremetida golpista en Chile. Por su parte, el bando militar fue representado en la caricatura como un monstruo cuyo único objetivo es «matar» y «asesinar» guiado por los ideales de la insignia nazi que porta sobre su cabeza. Como si la imagen no fuera lo suficientemente ilustrativa, es acompañada por el título «Chile: el engendro del monstruo», que redondea con obviedad el mensaje que se quiere transmitir.
Sin variaciones significativas este esquema se repetirá en el resto de la gráfica publicada por el Granma durante las fechas comprendidas en el presente estudio48. Resulta lógico que el dibujante optara por una figura deforme y monstruosa para configurar la metonimia de las fuerzas de Pinochet, caracterizadas con regularidad como «los gorilas títeres del imperialismo yanqui»49 y como «bestias fascistas»50. En la declaración oficial de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se afirma que «La bestialidad fascista exhibe y usa sus garras contra el pueblo chileno y su clase obrera en forma sólo comparable a los nazis de la segunda guerra mundial [sic], los fascistas indonesios en 1965 y el imperialismo norteamericano en Viet Nam»51. En consonancia, una gorra militar con el símbolo nazi constituye otra de las constantes gráficas que caracterizaron las caricaturas alusivas a las fuerzas militares chilenas. Un breve texto del Granma del 17 de septiembre afirma que los golpistas y sus seguidores «[…] son fascistas, herederos de Hitler, ahijados de Nixon, el chacal asesino de los pueblos de Viet Nam, Laos y Cambodia» [sic]52. También desde el punto de vista tipográfico, el gobierno de los Estados Unidos será asociado al fascismo, pues cada vez que en el Granma aparece el nombre de Nixon, la letra «x» es sustituida por una esvástica. Otra invariante de los dibujos es la presentación de los Estados Unidos como «máximo inspirador y guía del golpe»53, de ahí que siempre aparezca comandando a los golpistas o a sus equipos militares.
Nuez, Chile: el engendro del monstruo.
Granma, 13 de septiembre de 1973, p. 8.
En su denuncia a «la embestida de los militares fascistas y sus amos imperialistas, a través de la CIA»54, la prensa cubana también acusa el apoyo al Golpe por parte de «los fascistas hipócritas del Partido Demócrata Cristiano»55, lo que incluye al «archirreaccionario»56 Eduardo Frei, que, al ser el cabecilla de una vertiente de fuerte connotación religiosa, fue entendido insidiosamente por el diario nacional como uno de «los fariseos del imperialismo»57. La prensa también arremetió contra el Partido Nacional y la organización de extrema derecha Patria y Libertad.
Para demostrar la veracidad de la acusación de la implicación norteamericana en el Golpe, el discurso gubernamental cubano rememoró constantemente «la escalada sediciosa» del imperialismo contra la coalición de la Unidad Popular, que se inició incluso antes de su arribo al poder. Por ejemplo, Lázaro Peña, dirigente de la CTC, expuso en el acto celebrado en la Plaza de la Solidaridad, que, desde la llegada al poder de la coalición de Allende, Estados Unidos ha fomentado el golpe e intentado estrangular la economía de la nación sureña, para argumentar tal acusación plantea:
Conocida públicamente es la actuación de la ITT y del monopolio cuprífero de la Kennecott Company58. Conocidas son las medidas del gobierno de Nixon para negar créditos al gobierno legítimo de Chile al tiempo que servía abundantes armas a futuros golpistas. Conocidas son, porque fueron públicas, las medidas del gobierno yanqui y de sus lacayos brasileños para bajar los precios mundiales del cobre y restar así ingresos a la economía chilena. Conocidos son los intentos de embargar los cargamentos de cobre chileno destinados a los países de Europa. Conocida es también la campaña de hostigamiento y difamación contra Allende y sus colaboradores tanto dentro como fuera de Chile […]59.
Igualmente, la prensa nacional se hizo eco de las acusaciones estatales cubanas que señalaban que, a pesar del continuo sabotaje al esfuerzo económico y político de la Unidad Popular, el gobierno de Estados Unidos mantenía magníficas relaciones con las Fuerzas Armadas Chilenas, a las que el Pentágono suministraba armas, cuestión que no dudó en condenar Fidel Castro aprovechando la cobertura internacional recibida por la conferencia de prensa que ofreció en Praga el 17 de septiembre de 1973. En consecuencia, en el multitudinario acto celebrado el 28 de septiembre en la Plaza de la Revolución, el Comandante en Jefe refiere al crédito de 10 millones de dólares ofrecido por Nixon a las Fuerzas Armadas Chilenas para adquirir armas.
Otro argumento utilizado fue mostrar lo sucedido en Chile como una reedición de lo ocurrido en Brasil, Bolivia y Uruguay. Igualmente, el discurso gubernamental cubano, arguyó la injerencia de los Estados Unidos alegando cuestiones tales como la presencia de unidades de la armada norteamericana en el litoral chileno horas previas al Golpe, la salida del país del embajador norteamericano el día antes, las informaciones de la prensa yanqui pronosticando el Golpe, y la admisión oficial de su conocimiento anticipado de la asonada militar. En una declaración oficial, publicada por el Granma el 18 de septiembre, el gobierno cubano señaló: «[…] estos hechos demuestran la responsabilidad de primera magnitud del gobierno de los Estados Unidos en el derrocamiento del gobierno constitucional de Chile y en la muerte del presidente Salvador Allende [...]»60.
La denuncia de la implicación de Estados Unidos en la asonada golpista también sirve de plataforma al gobierno cubano y a su prensa para subrayar el peligro que representa la nación del norte para el continente. La Central de Trabajadores de Cuba en su llamamiento a un acto público en repudio al golpe militar advierte que lo sucedido en Chile: «[…] forma parte de la estrategia contrarrevolucionaria del imperialismo norteamericano dirigida contra todo el movimiento revolucionario del continente […]»61. Igualmente, el primer secretario de la UJC inserta el golpe de Estado «[…] en la cadena interminable de agresiones que ha llevado a cabo el imperialismo yanqui, desde hace más de un siglo, por imponer su sistema de explotación en nuestro continente»62, por lo que considera que el Golpe «[…] está encuadrado en la estrategia contrarrevolucionaria del imperialismo norteamericano contra el movimiento revolucionario y progresista que se desarrolla y crece en América Latina»63. Señalar a Estados Unidos, y a su política injerencista, como una amenaza para todo el continente americano, fue una manera de apelar a la unidad de los pueblos no sólo para apoyar a Chile sino para luchar contra el imperio del norte, señalado como una amenaza para la independencia y democracia de todos los países de la región. El golpe contra Chile es asumido entonces como un atentado «[…] contra todos los pueblos de América Latina, hermanados por la historia, por la geografía y por el común enemigo principal contra el que combaten»64, según lo reafirmado por Lázaro Peña en su discurso del 17 de septiembre en representación de la CTC.
En la denuncia pública por parte de Cuba de la participación de Estados Unidos en lo sucedido en Chile hay dos momentos claves marcados por la importancia del contexto en el que fueron pronunciados. Primeramente, está la declaración de Ricardo Alarcón ante el Consejo de Seguridad de la ONU en la que acusó formalmente al gobierno norteamericano como cómplice y responsable principal del crimen cometido contra la democracia chilena. En el discurso pronunciado aquel día se precisaba que, pese a las negativas yanquis sobre su injerencia en el golpe militar, «[…] hoy es fácil percatarse de que el rastro de sangre derramada en Chile conduce directamente a las guaridas de la CIA y el Pentágono y que el dispositivo que desató el terror fascista sobre el pueblo chileno fue accionado desde Washington»65. Nótese el interés por apelar al daño humano, el hecho de referir a las muertes acarreadas por el Golpe es un efectismo que busca la sensibilidad del público al que fue dirigido el alegato.
El otro espacio clave para señalar a Estados Unidos como actor del Golpe fue la concentración celebrada el 28 de septiembre en la Plaza de la Revolución, importante por la multitud que reunió y por la presencia de Fidel Castro, Hortensia Bussi y Beatriz Allende –viuda e hija del difunto presidente, respectivamente–, por lo tanto, la atención de la opinión mundial fue indudable. En su discurso, el líder cubano refirió los múltiples impedimentos y ataques del gobierno de Washington a la Unidad Popular. Aprovechando la coyuntura, Fidel reafirma, como ya lo habían hecho antes los voceros de las más importantes instituciones estatales, la amenaza que Estados Unidos representa para la libertad, la democracia y el desarrollo del continente; en este sentido declaró que «[…] el imperialismo no está dispuesto a tolerar nada que huela a independencia nacional, nada que huela a movimiento popular, nada que huela a progresismo en América Latina»66. En contraste con lo anterior, Fidel también aprovecha este contexto para exaltar ante el mundo la fortaleza de la Revolución Cubana que ha resistido a pesar de la oposición yanqui; la grandilocuencia de su discurso es constatable en el siguiente fragmento:
El Gobierno Revolucionario de Cuba es, sin dudas, el gobierno más sólido de este continente (APLAUSOS). Nuestro pueblo es el pueblo más unido de este continente, porque después de la desaparición de la explotación del hombre por el hombre en este país se creó de verdad la unidad del pueblo, una unidad sólida e indestructible. […]
[…] El imperialismo conoce a la Revolución cubana y sabe que contra ella se estrellaron todas sus artimañas y todas sus triquiñuelas y todos sus planes y todas sus ofensivas67.
La estrategia discursiva de Fidel se encaminó a señalar la amenaza común que representaba el imperialismo norteamericano, para luego resaltar que a pesar de su poderío económico-militar y de su política agresiva, Estados Unidos no ha podido frenar ni destruir la Revolución cubana, afirmando, en paralelo, su certeza en la victoria definitiva del pueblo chileno, al que no le quedaba otra alternativa que la lucha armada.
Conclusiones
Los acontecimientos del 11 de septiembre en Chile tuvieron amplia cobertura en la prensa cubana, que siguió de cerca lo ocurrido en el país andino con el cual el gobierno de la Isla mantenía una estrecha relación. Como era de esperar la postura oficial de Cuba fue de inmediato repudio al golpe militar, lo que es constatable en el periódico Granma, principal vocero de la política estatal.
La revisión de las páginas del diario correspondientes al mes de septiembre de 1973 permite definir las tres líneas fundamentales que estructuraron la respuesta cubana ante la asonada militar. En primer lugar, el alto mando del país caribeño llevó a cabo una persistente denuncia pública de los ataques a la sede y al cuerpo diplomático acreditado en Santiago, de las agresiones al buque «Playa Larga», y del arresto de dos médicos cubanos becarios de la OPS, hechos perpetrados por el bando militar chileno. Dichos atentados fueron informados a la opinión mundial desde diversas plataformas alegándose que constituían graves violaciones de las normas internacionales que rigen las relaciones diplomáticas y de navegación en aguas internacionales. En paralelo, la prensa destacó, haciendo uso de un lenguaje almibarado, el comportamiento digno y revolucionario de los miembros de la embajada y de los tripulantes del barco mercante, cuya actuación fue entendida como ejemplo de la tradición de resistencia del pueblo cubano ante las agresiones externas.
Por otra parte, el Gobierno de la mayor de las Antillas fue un ferviente defensor de la idea de que Allende fue asesinado en combate por los militares que atacaron La Moneda; narración que fue legitimada a través de la voz de los máximos representantes de las organizaciones políticas y de masas del país. En este sentido serán fundamentales los discursos pronunciados por Beatriz Allende y Fidel Castro el 28 de septiembre en la Plaza de La Revolución, en los que se ofreció un recuento detallado sobre las últimas horas del presidente, en las que, según lo afirmado aquel día, el líder chileno hizo gala de coraje tomando las armas para defender a su patria. De esta forma, dos voces autorizadas –la primera en cuanto testigo de los hechos, justo hasta que su padre le ordenara abandonar la sede presidencial, y el segundo, en cuanto líder indiscutible en la región– desmienten la versión del suicidio oficializada por la Junta Militar; al mismo tiempo, los discursos de ambos convierten a Allende en paradigma del deber-ser de un verdadero revolucionario. En la glorificación de la figura del difunto presidente, apuntalada también a través del protocolo seguido en las ceremonias y actos políticos celebrados en su memoria, es constatable una intencionalidad por configurarlo como una figura heroica, no sólo de su país, sino también de todo el continente, siendo equiparado en la retórica oficial con los mártires de la historia latinoamericana.
Por último, en la mayoría de los textos sobre la situación en Chile, la prensa oficial, haciendo eco del discurso gubernamental, denunció la responsabilidad primordial de los Estados Unidos en el golpe de Estado. La acusación fue justificada mediante la alusión a los antecedentes injerencistas de la política de Washington, que bloqueaba comercial y financieramente al país andino pero que sin embargo mantenía una estrecha colaboración con las fuerzas militares. Igualmente, la narración estatal cubana aprovechó este marco para subrayar el peligro que representaba Estados Unidos para todo el continente, señalando que el golpe organizado en Chile formaba parte de una estrategia imperialista para frenar cualquier movimiento revolucionario y progresista en el territorio. Entender a Estados Unidos como un enemigo común se vuelve también un reclamo a la unidad de los pueblos latinoamericanos en apoyo a Chile y en rechazo a la hegemonía norteamericana.
Finalmente, como parte de la retórica triunfalista que ha caracterizado a los diarios cubanos posteriores a 1959, el Granma ratificó en todas sus emisiones de septiembre de 1973 que los sucesos en Chile constituían un revés transitorio, por lo que expresaban su certeza en la victoria definitiva del pueblo chileno.