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Los nueve textos presentados aquí nos ofrecen una visión amplia, por no decir exhaustiva de cuatro fenómenos que marcan la historia contemporánea y se articulan entre sí: migración, conflicto, exilio y memoria, característicos de la historia del Chile de los siglos xix-xx.

Los conflictos, las migraciones, los exilio y sus memorias son temas que aparecieron en filigrana a lo largo de coloquios organizados –por Alvar de la Llosa, Nathalie Jammet-Arias, Enrique Fernandez Domingo, Juan Luis Carrellan–, y verificados en las universidades de Nanterre en 2011, Paris 8 2013, Santiago de Chile 2015, Lyon 2017, Córdoba 2022 –y a los que participaron muchos de quienes aquí publican–. Pareció a los organizadores que era hora de profundizar estos temas. Los encuentros celebrados a lo largo de una década permitieron reunir a un grupo de estudiosos cuyo meollo central fue, según las temáticas escogidas y dadas al análisis, enriqueciéndose de los aportes de varios investigadores especialistas de estos temas, que, de modo disperso e inconexo, llevaban a cabo una reflexión en varios lugares del mundo, tanto en América como en Europa.

Los temas de migración, conflicto, exilio y memoria, característicos del Chile de los siglos xix-xxi, asoman como una constante histórica. En el período considerado recorre un lapso temporal que se extiende desde la Independencia hasta nuestros días, cubriendo la época contemporánea, ya que nuestro objetivo ha sido estudiar estos fenómenos sobre un período largo, sin olvidar las migraciones del siglo xix que acaso podían arrojar una luz sobre aquellas propias de tiempos más cercanos.

En Chile, los conflictos de la Independencia produjeron de migrantes, en particular cuando, vencidos, los Patriotas cruzaron los Andes para reagruparse en la argentina ciudad de Mendoza desde donde se organizó la expedición que había de libertar el país. Los primeros éxitos militares del Ejército de los Andes provocaron la huida de los realistas. El afianzamiento de los conservadores provocó la estampida de muchos liberales, los Pipiolos, que a su vez tuvieron que huir. Nada que no fuera propio de la América de aquel entonces en la que los independentistas conservadores no mostraban desear otro sistema sino el del retorno al orden social anterior, mientras los liberales carecían de una visión clara de las realidades nacionales cuando no carecían de un modelo, incluso importado.

Entre aquellos liberales que hubieron de huir, el antiguo Director Supremo y héroe de la Independencia, don Bernardo O’Higgins, se asiló en un Perú ex baluarte de la monarquía ibérica, libertado por la acción conjunta de ni más ni menos que Bolívar y San Martín. El viaje de O’Higgins prefigura el que emprenden otros muchos liberales que poco después abandonaron Chile, víctimas de las medidas de destierro o extrañamiento. Entre los más nombrados figuran Francisco Bilbao, y después, los insurrectos de 1861, o aquellos de 1891. Paralelamente, y casi diríamos, paradójicamente, Chile se convirtió a la vez en país receptor de refugiados, en particular argentinos. Estos argentinos, huidos de la «dictadura» de Rosas, a menudo destacaron por su enorme influencia intelectual en Chile en particular en los sectores del periodismo y de la ciencia política (Mitre, Alberdi, Sarmiento), así como de la educación. El florecimiento cultural del Chile de mediados del siglo xix es inconcebible sin ese aporte, producto de una activa participación en la fundación de varios periódicos. A Sarmiento se le debe la organización de la Escuela Normal de Preceptores. La configuración de estos exilados políticos, facilitó sin duda, por la imagen positiva que se tenía entre la clase dominante y gobernante chilena de sus actividades modernizadoras, la entrada (y aceptación) de personalidades intelectuales que, invitadas por el gobierno chileno, decidieron, al finalizar su contrato, quedarse en su nueva patria. Tal es el caso del más conocido de ellos, el gramático venezolano Andrés Bello quien desarrolló una extraordinaria carrera en los sectores del Laetitia Le Couedic2023-04-12T14:14:00LLCDerecho, las Humanidades y las Ciencias.

Fuera de esa particularidad de migraciones y exilio de personalidades, ego-desplazamientos acaso convendría decir, Chile, a diferencia de Argentina, Uruguay, Cuba o Brasil, nunca integró una inmigración masiva. La inmigración europea a Chile –europea notamos por ser el flujo mayor, y no por cualquier supuesto eurocentrismo, ya que también se habría de tomar en cuenta a los turcos o los provenientes del imperio austro-húngaro –serbios y croatas– se caracterizó principalmente por limitarse a unos flujos migratorios irregulares y numéricamente reducidos. A menudo el migrante escogía al lejano Chile por despecho, por haber fracasado su proyecto de medro social generalmente en Argentina o en Perú. A la vez no carece de interés mencionar la migración de chilenos hacia zonas de auge económico. Siendo notable la migración hacia tierras que aún no eran chilenas, a la vez peruanas o bolivianas, a las salitreras, o de modo general, a las minas que se hallaban en territorios que, después de la Guerra del Pacifico (1879-1883), serían parte de la república austral. También convendría mencionar a los numerosos chilenos que partieron hacia California en aquellos años de 1848-1849, juntándose a la explosión económica que siguió la acción de los forty-niners o a aquellos que se juntaron al proyecto del lejano Klondike de Alaska (1896-1899), y también, a partir de 1880, a los mercaderes chilenos que participaron cuando no se aprovecharon del milagroso auge económico que se dio en los alrededores de Guayaquil con la «pepa de oro», el cacao, materia prima cada día más consumida y menos considerada como un lujo, que invadía las mesas de EEUU y Europa paralelamente al auge económico que despedía la crisis de 1873-1879.

No podía ser de otro modo para un Chile que, tras su independencia, empezó a recibir negociantes europeos, británicos en su mayoría, pero también algún francés, germanófono e italiano, que se instalaron mayoritariamente en la capital y los puertos. Antes de 1860, estos negociantes, comerciantes o empleados de casas europeas y a veces profesionales liberales prueban la necesidad de personal con cierta formación en un país en el que la masa demográfica local cubría ampliamente las necesidades en materia de mano de obra productiva primaria.

Entre 1846 y 1875, Chile acoge a una importante oleada migratoria proveniente de Alemania que marcará de su impronta la venidera historia chilena, más aún porque fomentará a la vez que respondió a los planes de ensanchamiento de los límites territoriales controlados por el Estado central en detrimento de las poblaciones indígenas autóctonas del Sur.

A partir de 1880, el flujo migratorio aumenta y el origen nacional de los inmigrantes se diversifica. Estos nuevos inmigrantes que llegan por contingentes, son mayoritariamente un proletario sin instrucción.

La integración forzada tras la Guerra del Pacifico (1879-1883) al territorio chileno de bolivianos y peruanos, si bien en dicho caso no se trata de un flujo migratorio ya que eran a menudo oriundos de los territorios conquistados, aportó una nueva diversidad y mantuvo una fuerza de trabajo proletarizada que no tardaría en surgir en la historia nacional aportando otro sesgo a las luchas, nutriendo y modernizando la reflexión política. Si bien esta migración fue causada por una situación política más que por una opción personal, incluso a veces por una exigencia económica, convendrá, en los venideros tiempos, estudiar con mayor atención la llegada e integración de estos al complejo nacional y su papel en la cuestión social. Su situación de emigrantes alógenos cuando no, además, vencidos, habrá de ser estudiada con interés en el contexto correspondiente al desarrollo del nacionalismo y del surgimiento de movimientos identitarios, en particular las ligas patrióticas, que marcan el siglo xx americano. También, finalmente, se ha de recordar a los desertores chilenos de la Guerra del Pacífico que se instalaron en Perú, algunos llegando a participar en la incipiente conquista de los territorios amazónicos en el marco más general de la posibilidad de acceder a una vida mejor. Ejemplos de casos que, a pesar de la debilidad demográfica convocada, muestran las circulaciones, no sólo transatlánticas sino también intra-americanas que dan prueba del lugar que ocupa Chile en la historia continental.

A lo largo del siglo xx, Chile parece escapar a la gran oleada de inmigraciones que caracteriza el Continente americano y que desequilibrará la dominación política y económica, hasta entonces instalada, de ciertas naciones en el conjunto continental. Convendrá, en tiempos venideros, aunque no forzosamente lejanos, estudiar, para entenderlas, las razones que hacen que, sin embargo, la instalación en Chile de pocos franceses –en particular de viñateros borgoñeses– se ha mantenido en las memorias, cuanto más que, de ellos, llegó alguno que otro apellido hasta la presidencia de la República. La acogida muy contrastada, por no decir polémica o polarizada en extremo, de los refugiados republicanos españoles en unas condiciones políticas particulares, propias de un Chile gobernado por un Frente Popular, marca un momento único de humanidad y solidaridad que jamás se volvió a alcanzar entre ambos países.

Chile, como América Latina era, en los albores de la Segunda Guerra Mundial un amparo de paz para quienes deseaban refugiarse. El judío húngaro Endre Friedmann de 27 años, más conocido como el inolvidable Robert Capa, genial fotógrafo de la Guerra de España, pidió asilo a Chile en los momentos en que la trampa de la Werhmacht se cerraba sobre miles de demócratas inconformes porque antifascistas, o sencillamente conocedores de las magnas prácticas represivas de los nazis, pero también de sus secuaces colaboracionistas europeos. Capa no llegó a Chile, aprovechó la Cédula consular chilena para quedarse en EEUU1.

En los años de 1950, época crisol de una Guerra Fría, que, por razones diferentes, separaba y rechazaba a los humanos, unas familias católicas belgas y francesas fueron instaladas en Chile con el propósito de ofrecer al mundo, en caso en que la URSS invadiera la Europa atlántica, una reserva occidental católica blanca, según las palabras de aquel entonces. Si simpatizantes de la derecha económica y extrema abandonaron Chile en 1970 tras la elección de Salvador Allende, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 provocó, según las fuentes, un exilio masivo de entre 400 000 y un millón de personas sobre un conjunto demográfico nacional de 10 millones de habitantes (1973).

En el marco cronológico de la dictadura, se observan varios tipos de migraciones, la mayoría corresponde a un exilio político de personas o de familias enteras que huyeron el régimen militar por temor a la represión, por causa de sus actividades –políticas o sociales reprochadas, fueran reales o supuestas–, de personas víctimas de la represión o de encarcelamiento sin fundamento jurídico, y cuya pena fue conmutada por el extrañamiento, de personas desterradas o cuya nacionalidad les fue retirada, pero también de personas que, a causa del régimen, perdieron su trabajo o la posibilidad de estudiar. Se observa también poco después del Laetitia Le Couedic2023-04-20T10:17:00LLCGolpe, y a lo largo de los treinta años finales del siglo xx, una emigración económica sobre varias generaciones –que aprovecha la presencia en Europa de parientes– lo cual aporta una prueba más del fracaso de la política económica ultra liberal de los Chicago Boys. A ello, por numéricamente ínfimo que sea, se ha de recordar, paralelo al exilio, las migraciones políticas con vistas a adiestramientos militares mayores o proyectos internacionalistas de combatientes revolucionarios que desarrollaron sus habilidades victoriosas en Nicaragua.

Mucho queda por hacer acerca de la comprensión de fenómenos vario pintos en sus desarrollos, pero tan interconectados. Convendrá en adelante interesarse por las migraciones de tipo político al igual que las migraciones económicas internas (colonización del Sur de Chile, actividades económicas en las ciudades), y científicas (profesores, investigadores, técnicos, estudios técnicos en Europa y EEUU). A menudo, se observa que la migración es decidida tras la aparición de un peligro o, de modo más amplio, de una «insatisfacción» frente a las condiciones de vida, del desarrollo personal o familiar en el país de origen. Los estudios ampliados presentados aquí permiten evaluar los flujos de población que, en casos concretos, salieron de Chile o se instalaron en otro país y que son elementos necesarios para contextualizar y evaluar las consecuencias culturales y económicas de los fenómenos migratorios, así como la integración de los migrantes, tanto en Chile como en los países foráneos de acogida, en caso de emigración como de recomposición del objeto político. En el caso chileno, el conflicto aparece a menudo como el meollo del proyecto migratorio y conviene estudiar las memorias de los conflictos tanto para aquellos que salieron como para aquellos que se quedaron en el marco nacional, e incluso aquellos que salieron y volvieron; ya que el conflicto obliga a salir, pero también a veces a volver, en particular en el marco de la lucha política.

La opción de un tiempo largo se escoge con el propósito de valorar las constantes y las rupturas, y de entender lo que las motiva, pero siempre teniendo cuidado de poner de relieve las especificaciones chilenas en el marco de un contexto latino-americano más amplio.

De modo que este número –que privilegia varios enfoques propios de las ciencias sociales, se enmarca en la continuación del estudio de los flujos migratorios, de las migraciones, de las circulaciones y de las transferencias de saberes políticos y de conocimientos científicos y técnicos– puede proyectarse de diferentes modos:

  • el conflicto como causa de la migración (interna al país, caso de las relegaciones o de desplazamientos de población mayor escala),

  • las migraciones y sus memorias,

  • el conflicto y sus memorias (a través de diferentes fuentes: legislación, datos demográficos y censos, archivos, entrevistas, prensa, fuentes audio-visuales y musicales),

  • el exilio, como migración forzosa en los dos siglos señalados (exilio chileno en el exterior y exilio de extranjeros en Chile).

Notes

1 Bernard Lebrun et Michel Lefebvre, Robert Capa. Traces d’une légende, Paris, La Martinière, 2011, p. 190-191. Conviene subrayar que, según los autores, el reaccionario pero antifascista Pierre Lazareff –cacique de la prensa gala, París-Soir, Match, y más tarde Le Figaro– ayudó a Capa a escapar, acaso poniéndole en contacto con la embajada de Chile en París. Lo cierto es que la Cédula no está firmada por Neruda como lo afirman los autores, pero sí, Neruda informó sobre los «antecedentes» de Capa, tal como aparece en el documento reproducido. Return to text

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Alvar de la Llosa, Juan Luis Carrellán Ruiz, Nathalie Jammet-Arias and Enrique Fernandez Domingo, « Presentación », Textures [Online], 27 | 2023, Online since 21 juin 2023, connection on 20 juillet 2025. URL : https://publications-prairial.fr/textures/index.php?id=348

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