J’étais en tant qu’enfant, avec mes parents à l’ambassade de France au Chili à cette période-là, j’ai encore en ma possession l’ourson en peluche qu’on m’a dit que Mme De Menthon m’avait offert, j’aurais aimé être mis en contact avec elle, pour lui montrer cette peluche et lui dire que nous n’oublions pas1...
La pression internationale a permis la libération de prisonniers politiques. Cependant, je comprends mal pourquoi cette même communauté a laissé un peuple se faire massacrer sans intervenir2.
ART. 120. – Il donne asile aux étrangers bannis de leur patrie pour la cause de la liberté. – Il le refuse aux tyrans.
Constitution du 24 juin 1793
Más allá de la polémica que engendró la mal entendida conferencia de prensa del presidente de la República francesa del 27 de septiembre de 1973, la relación entre Francia y el Chile post 11 de septiembre 1973 queda marcada por la acogida de centenares de exiliados3.
A raíz de este recibimiento, está la admisión de refugiados en los edificios de la embajada y la residencia del embajador galo en Santiago. Sin embargo, la apertura de archivos relativos a este acontecimiento es reciente e incompleta por obligación inherente a la institución diplomática francesa, a la conservación y leyes de divulgación de este tipo de documentos, en particular la necesidad de preservar información confidencial que atañe a personas.
Fuentes
El refugio de opositores perseguidos a muerte por la junta militar chilena también se dio en otras entidades diplomáticas. Varios estudios, a los que aludiremos, han aportado esclarecimientos sobre esas situaciones.
En el caso francés, conviene notar la particularidad de la publicación por el propio embajador de Francia y su esposa, Pierre y Françoise de Menthon, de su diario4, en 1979, o sea cuatro años después de los acontecimientos, acto bastante insólito ya que inusitado por ser contrario al proceder de la Carrera. Estas memorias constituyen «un relato de experiencias vividas»5.
A esta primer fuente de información sobre la posición diplomática que dio paso a uno de los mayores momentos de acogida de asilados, conviene añadir en 2003, la obra de Roland Husson6, antiguo agregado cultural de la embajada francesa. Y en 2013, dos testimonios de diplomáticos franceses. El del primer secretario de la embajada, Loïc Hennekinne7 y el del número dos de la embajada gala, el consejero político entre julio de 1973 y 1975, Jean-Noël de Bouillane de Lacoste8.
El diario de los esposos Menthon es un documento que, más allá de su brevedad, propia de un diario, más aún en un momento de urgencia, adopta rasgos de la clandestinidad: las personas son nombradas únicamente por una letra mayúscula seguida de tres puntos. La posición de Menthon llama cuanto más la atención que por su cargo diplomático no parecía naturalmente dispuesto a admirar a la Unidad Popular y a quienes serían los refugiados asilados.
El diario es cuanto más importante que aparece como una fuente directa, escrita en el momento, sin tapujos, mostrando las tensiones internas entre asilados, así como el comportamiento arrogante de la burguesía momia. Muestra, como lo escribió en aquel entonces Eric Hobsbawm, «esa facilidad con la cual hombres y mujeres bien vestidos le toman el gusto a la sangre»9. El diario es un raro momento de historia en su instante más caliente y contrasta con el encierro y la falta de información directa fidedigna hacia el exterior.
Tampoco esconde las tensiones que provoca la llegada de tantos refugiados. Se nota incluso cierta exasperación claramente expresada frente a una diferencia de clase entre esta burguesía francesa católica bien educada y refugiados que entran sin… presentarse, o sin haber sido invitado a ello. Se nota también la voluntad de actuar, un sentimiento de culpa y, por otro lado, queda documentada la prepotencia de los vencedores golpistas al igual que la arrogancia de la clase vencedora.
Convendrá entonces intentar entender el porqué de la actuación de Menthon y antes, de otros miembros de la embajada.
A este temprano testimonio conviene añadir los recuerdos de los diplomáticos italianos Tomaso De Vergottini10 y Emilio Barbarini11, publicados respectivamente entre 1991 y 2012. Su interés es presentar una situación análoga ya que en la embajada de Italia llegan a refugiarse unas 750 personas. Es el lugar en el que el 4 de noviembre de 1974, el cuerpo torturado y sin vida de la militante del MIR Lumi Videla12 fue arrojado por encima del muro de la embajada por los servicios secretos chilenos con el propósito de aterrorizar a los refugiados haciendo así caso omiso de los convenios internacionales y siendo prueba de la mentalidad escabrosa a la que se suma una repugnante campaña de El Mercurio y dibujos de mal gusto que halagaba el buen gusto la burguesía13. El 13 de diciembre, Rolando Calderón, ex ministro de Agricultura, refugiado en la embajada sueca, fue alcanzado por una bala disparada desde el exterior por un miembro de la FFAA chilenas. Todo ello para recordar la dificultad de mantener asilados a refugiados en un contexto en el que las nuevas autoridades no respetaban las obligaciones internacionales.
En lo que atañe a otros países que se hallaron en semejante situación de acogida, conviene recordar los trabajos de Fernando Camacho14 –con una importante bibliografía– sobre el caso de la embajada sueca en Santiago, y el de Soledad Lastra y Carla Peñaloza Palma acerca de los asilados chilenos en la embajada de Argentina en Santiago15 que también conoció momentos de muy alta tensión cuando más de 700 personas se introdujeron en ella. Ocho días después del Golpe, las relaciones entre ambos países andinos quedaron restablecidas en nombre de la Doctrina Estrada16, y el gobierno Pinochet fue reconocido. En realidad, este reconocimiento permitió mantener a los refugiados en la embajada y negociar su extradición. Pronto la embajada argentina se convirtió en una palestra de lucha pérfida entre el personal subalterno adicto al sector gorila y el embajador que se honró de un sentido de humanidad hacia los refugiados17.
El 3 de enero de 1974, Buenos Aires ordenó a su embajador, José Alberto del Carril, dejar el puesto, lo cual se interpretó como una sanción hacia el diplomático argentino. Este mismo día, mientras seguía habiendo 80 asilados, el refugiado Sergio Leiva de 27 años fue abatido por un francotirador del ejército chileno, cayendo muerto en el recinto de la embajada. El incidente, que supone una violación de la extraterritorialidad, tenía que haber llevado a la ruptura de relaciones diplomáticas entre Santiago y Buenos Aires. Pero a Perón le bastó con mandar una nota de protesta. El 16 de mayo de 1974, el general argentino se encontró con Pinochet resolviendo así en un aeropuerto militar la tensión entre ambos países18.
El caso cubano queda aparte, destacándose por la resistencia armada que ofrece a las provocaciones y ataques militares por parte de la fuerza golpista. Tras negar Allende ayuda de los cubanos para que no se le pudiera acusar de fomentar el enfrentamiento con súbditos de una potencia extranjera, tras acciones provocativas de individuos ligados al ultraderechista grupo de choque Patria y Libertad, y tras negar entregar armas pesadas a los miristas al no existir un operativo capaz de llevarlas a su destino, empezaron las acciones de guerra contra la embajada cubana. Los edificios alrededor de la sede fueron ocupados de modo a circundar y dominarla. Los documentos reservados entregados por Allende, y los propios de la entidad diplomática caribeña, así como equipos de transmisión fueron quemados, destruidos19. Al ya no tener comunicación con La Habana, los cubanos decidieron por ellos mismos de la conducta que llevar. Mientras tanto el embajador cubano Mario García Incháustegui entró en contacto con algunos homólogos suyos, entre ellos el Nuncio apostólico. Los cubanos con relaciones familiares con Allende, o sus familiares refugiados, un total de seis personas, fueron invitados por un oficial chileno a participar al entierro del difunto presidente, con la garantía de que sus vidas no peligrarían. Al salir de la embajada, acompañados por el embajador por si negociaciones fueran necesarias, éstos fueron recibidos por un fuego nutrido, quedando herido leve el representante cubano. El irrespeto de la palabra dada, el engaño, aparecieron pronto a los cubanos como una maña para percatarse de la potencia de fuego de los defensores de la embajada. A poco, la llamada telefónica de un general chileno confirmó la treta ya que éste anunció que mandaría aumentar el poder de fuego y bombardearía la sede diplomática. Va sin decir que se hacía total caso omiso de los acuerdos internacionales. A dos días del Golpe, las relaciones estaban rotas y se abrieron negociaciones para la salida de los cubanos y familiares chilenos y el material que juzgaran llevarse. Solo al mirista de los GAP, Max Marambio, le negaron los militares la salida. La llegada providencial de un avión soviético y la destacada actividad del representante sueco Harald Edelstam y la funcionaria Sonja Mathieson permitió que el país escandinavo se hiciera cargo de los intereses cubanos poniéndolos a salvo al alzar la Sveriges flagga y manteniendo a los chilenos prohibidos de salida custodiados por personal diplomático sueco20. Se recogieron entonces enseres y a los cubanos diseminados en Prensa Latina, la residencia del embajador, domicilios privados y la oficina de asunto comerciales que ya había sido blanco de atentados21. Para mayor seguridad, el coronel chileno Uros Domic, ex miembro de la delegación militar chilena en La Habana, se quedó en la embajada cubana. Más de 120 personas salieron a finales del 12 de septiembre con el apoyo de varios embajadores, y militares chilenos, con el propósito de no caer en una trampa o balacera, atravesando «Santiago que parecía una ciudad muerta» y pasando delante de «La Moneda que todavía humeaba»22. Las autoridades golpistas no abastecieron el avión con agua ni alimentos. Al amanecer del 13, el piloto soviético despegó con rumbo a Lima no sin, a poco de elevarse, cortar la radio y emprendiendo una ruta inusual para poner a salvo a sus pasajeros de posibles represalias golpistas.
El interés de este testimonio de Fernández Oña, es que muestra el modo de proceder de las autoridades golpistas: irrespeto total de las convenciones y falta de consideración por las personas además de una evidente voluntad de fajarse con los extranjeros, más aún en el caso de una potencia que representaba el «cáncer marxista»23. Veremos que, en el caso francés, si bien no hubo voluntad de ruptura de relaciones diplomáticas también hubo actos de violencia e irrespeto de las convenciones internacionales.
Tras aludir al caso de otras embajadas a través de la literatura disponible, que permite establecer comparaciones, conviene interesarse por los documentos diplomáticos franceses, hasta ahora desclasificados, para ofrecer una mirada a la vez interna y oficial.
Hemos visto las fuentes secundarias sobre el 11 de septiembre, y acerca del papel de la embajada de Francia en Santiago. En cuanto a las fuentes primarias del archivo diplomático francés, son de apertura incompleta, con lagunas y huecos cronológicos importantes, y siguen clasificados los documentos que nombran a personas refugiadas.
A ello conviene añadir la particularidad de que los de Menthon, llegados en enero de 1972, no estaban en Santiago el día del Golpe, habían vuelto a Francia para presenciar la boda de un hijo24. Acaso de ahí la necesidad de escribir ese diario, o de mantener la acción emprendida anteriormente por el número dos de la embajada, de Bouillane.
Visión de Chile por la diplomacia francesa
Entre el 7 y el 10 de julio de 1965, Frei fue recibido en visita oficial por el presidente francés Pompidou25. En octubre de 1965, un año después de la llegada al poder –aparentemente– tan prometedora de la democracia cristiana, la huelga salarial de los mineros de El Salvador se extiende. El gobierno decreta ilegal y «política» la huelga, que se propaga a otras minas y dura hasta marzo de 1966. Es reprimida ferozmente. El balance es de siete obreros y dos mujeres de las cuales una embarazada, muertos. El asunto retira todo prestigio a la DC y su revolución en libertad. Frei no ha estado a la altura de las esperanzas que la comunidad internacional había puesto en él en esos momentos de Guerra Fría en que América Latina preocupaba por el auge de las esperanzas y las, por fin, posibilidades de cambio que la Revolución Cubana había revelado. Frei se mostró incapaz de gestionar la crisis de modo moderno, recurrió a una represión despiadada en la pura línea de sus antecesores26. Fracaso, por consiguiente, del nuevo modelo que había levantado tanto entusiasmo y apoyo en Europa, cuanto más que había de servir de modelo frente a Cuba, más aún después del fracaso previsto de la Alianza para el Progreso de Kennedy27.
Otro motivo de descontento galo –tercer asunto después de Puerto Montt– que acabó separando a Francia del gobierno DC fue que, tras haber estudiado conjuntamente con Francia, durante más de dos años (desde julio de 1966), la construcción de un reactor atómico en la república austral, Santiago decidió comprar a la firma británica Fairey. Michel Debré, ministro de Asuntos externos, señaló que después de lo que Francia había hecho por Chile, convenía dar a conocer a Santiago el descontento de París. En cuanto al secretario del departamento América del Quai d’Orsay, Hervé Alphand, ex embajador en Washington, habló de una «actitud del gobierno chileno […] poco amistosa y pienso que, cuando se presente la ocasión, debemos dárselo a entender»28. Chile decepcionaba, o mejor dicho, la DC, decepcionaba.
Ese desencanto para con Frei queda plasmado en de Menthon cuando habla de su interés por la experiencia de Allende, ya que «su espíritu quedaba orientado hacia la democracia cristiana tal como existía en sus principios, cuando sus intenciones de justicia social aún no habían sido mermadas (amoindries), sino ahogadas por las fatigas del poder» (p. 34-35).
En esas condiciones la llegada de Allende a la Moneda fue vista con benevolencia. Robert Gillet, gran comisionado de la diplomacia francesa redactó un memorándum sobre las consecuencias de la presidencia socialista. Para Gillet, Chile ya había conocido un Frente Popular y no ocurrió nada grave, también hubo un Frente Popular en Francia. Por otra parte, las compañías francesas se veían poco afectadas por la nacionalización del cobre, eran sobre todo las estadounidenses. Conviene no olvidar que era una época en que Francia tenía discrepancias mayores con el gobierno de Nixon. En cuanto a la mirada de Francia sobre la UP, el Quai d’Orsay señalaba la moderación de Chile frente a EEUU, sobreentiéndase, que contrastaba con la posición cubana. Muchos diplomáticos, entre los cuales los de Menthon, Loïc Hennekinne o Roland Husson recordaron después que escogieron el destino chileno por interés por la experiencia de la UP29.
En Francia, el Golpe del 11 no gozó de popularidad más que entre sectores (entonces) microscópicos de extrema derecha. Hasta el matutino y conservador Le Figaro pintó de modo poco alentador a los militares. El editorial del 12 declaraba que «Era profundamente penoso asistir a este naufragio, a esta ruptura de una larga tradición democrática que era el más bello título de gloria de Chile»30. En cuanto al enviado especial del Figaro, Georges Dupoy, que presenció el Golpe encerrado en el céntrico hotel Crillón, desde cuyas alturas vislumbró los acontecimientos, contaba hora por hora, aquellos días trágicos de septiembre en un reportaje que sólo llegó a publicarse en la edición del 18 de septiembre del matutino galo. El 11, tras ser acribillado su hotel, fue invadido por la soldadesca –«des soudards» decía su texto, empleando una palabra despectiva generalmente usada para designar a soldados groseros y brutales (milicos)– bajo los aplausos del personal de servicio, inclusive los más subalternos, un sacerdote fue a apretarle las manos al oficial del destacamento que anunció que se revisarían las habitaciones, no sin que antes, manos arriba, fueran todos los periodistas cacheados. Cuando volvió a su habitación, el periodista Dupoy comprobó, como otros colegas, que habían desaparecido «mis últimas cajetillas de tabaco, un par de gemelos y mi dentífrico»31. El matutino conservador parisino mostró así la verdadera faz de rapiña de una soldadesca que pretendía salvar a la patria del comunismo…
Una narración negativa de la UP se creó en Francia 10 años más tarde con la llegada del socialista Mitterrand al poder. El propio Georges Dupoy fue el primero en construirla en un libro que Le Monde saludaba como imprescindible por contener información (afirmaba) de calidad ya que éste estuvo en Chile seis veces en tres años, el 4 de septiembre de 1970, cuando salió vencedor Allende, como el 11 de septiembre 1973, siendo entonces testigo menos adverso. Diez años después, la inmensa esperanza popular chilena desaparecía para dejar sitio a la afirmación que la UP había sido sólo irresponsabilidad e incompetencia: «el radicalismo de las reformas realizadas, una gestión incoherente, la presión de la extrema izquierda, las disensiones al interior de la coalición gubernativa conducen rápidamente al desastre económico, a la desagregación de la sociedad chilena y de sus instituciones» y a Carlos Altamirano se le tacha de «mal genio del régimen»32. Va sin decir que la narración se hacía ya no para hablar de Chile sino de una Francia gobernada por la izquierda33: «El gobierno de izquierda que, desde el 10 de mayo de 1981, se esfuerza por cambiar la vida de los franceses, utilizando métodos semejantes a los empleados por los marxistas en Chile, chocan con los mismos problemas. ¿Es ineluctable el proceso de destrucción de la democracia? ¿Es el socialismo compatible con el bienestar y la libertad?»34.
Lo interesante es que en 1970, a pesar de tener un gobierno de derechas enmarcado en los años duros de represión en Francia, los posteriores a la victoria de la burguesía tras los acontecimientos del mayo del 68, la posición de París frente al gobierno de la UP no fue de oposición35. A ello se deben dos razones: que el gobierno de la UP enfrentaba a los EEUU y que el gobierno de Frei había decepcionado ampliamente, al punto de considerarlo como un fracaso, como una negación de los ideales que habían llevado a Europa a sostenerlo ampliamente.
Va sin decir, que al contrario, de Menthon mantuvo una posición amistosa por no decir admirativa hacia Allende36.
Chile después del Golpe: el análisis de la diplomacia francesa
El diario de los Menthon no ha de esconder otra realidad: la cantidad de despachos e informes diplomáticos que produjo la embajada gala en momentos anteriores. Se caracterizan por un análisis de calidad de la situación. El gobierno de la UP es visto como moderado frente a los ataques estadounidenses, y los primeros meses del gobierno de la Junta son evaluados como los de un gobierno despiadado cuyos partes y bandos adoptan una fraseología incomprensible, una incapacidad en materia económica mezclada con una invalidez para crear la confianza en los sectores económicos dirigentes, y una pérdida de confianza al interior de la DC que entiende que ha sido definitivamente apartada del juego político y engañada. También aparece la desilusión de los sectores conservadores que ven la prepotencia de los militares afirmarse y mantenerse cada día más, mientras la burguesía que aplaudió el Golpe empieza a cansarse de la preponderancia de los militares y de la falta de restablecimiento de la economía37 a través de las medidas que ellos consideran oportunas.
¿Por qué Pierre de Menthon?
Los de Menthon pertenecían a una vieja familia aristocrática de la derecha católica francesa. Su padre, Henri de Menthon fue reconocido como «justo entre las Naciones» por el estado israelí al haber salvado a tres niños judíos durante la guerra mundial38. Más famoso fue François de Menthon (1900-1984), hermano del anterior –tío de Pierre-, jurista y dirigente resistente anti-fascista durante la Segunda Guerra mundial. Llegó a ser comisario de Justicia del primer gobierno de la Francia libre en septiembre de 1944 hasta el 8 de mayo de 1945, ocupándose de la condena de varios célebres colaboracionistas, pasó a fiscal en el tribunal de Núremberg, siendo uno de los creadores de la definición de crimen contra la Humanidad39.
El compromiso de Menthon con los sectores católicos ilustrados franceses queda patente en su pedido a su jerarquía de que se le mande todos los números de Témoignage Chrétien referentes al análisis de la situación chilena post 11 de septiembre40. Esa voluntad de información abarcaba otros sectores, así pidió también la entrevista de Miguel Enríquez en Libération41.
Todo eso dejar claro que el embajador Pierre de Menthon pertenecía a una familia de resistentes católicos antifascistas activos que había desempeñado un papel político en el ámbito de la Justicia en la segunda mitad del siglo xx.
Para seguir marcando elementos que faciliten entender la posición de la embajada de Francia conviene añadir, además de la ya vista posición de Francia frente a la UP, la posición de Francia frente al derecho de asilo.
Francia y el derecho de asilo
Pronto el asilo a los refugiados en la embajada francesa tras el Golpe se convirtió en asunto polémico. Fue reutilizado por parte de la derecha gala, de modo más militante que científico, mostrando un desconocimiento total de los acuerdos internacionales y de las realidades diplomáticas42.
Elevado en su reflexión, el jurista Pierre-Marie Dupuy43 señala que la duda se mantiene a cerca del carácter jurídico del «derecho de asilo», lo cual conduce a una confusión entre asilo diplomático y asilo territorial, cuanto más que ambos se nutren de consideraciones humanitarias. El territorial, otorgado por el Estado, constituye una de sus atribuciones normales, mientras que el que se consiente en las embajadas (o incluso a veces en consulados) aparece como una excepción por ser exclusividad de las competencias propias del Estado.
En Francia, el asilo era considerado como una institución caída en desuso que sólo sobrevivía en América Latina44, donde efectivamente se mantenía desde las guerras de Independencia y las contiendas entre conservadores y liberales45. Para Dupuy, el asunto de la embajada de Francia en Santiago en 1973 se convierte en caso de estudio, comparándolo con los acontecimientos acaecidos en Madrid en 1936-39, recordando que al igual que lo que ocurre en Santiago, tampoco Gran Bretaña aceptó la entrada de refugiados en sus legaciones en España.
Si Francia no reconoce este derecho de asilo, sin embargo, en el ámbito latinoamericano París considera «que esta práctica hallaba en América Latina una ocasión privilegiada de ejercicio»46. La aceptación de refugiados en una embajada es considerada como «una intervención de humanidad»47, conforme al derecho de gentes. Para Francia este derecho de asilo en embajadas era un uso propiamente latinoamericano. El 1ode septiembre de 1970, por voz del ministro francés de Asuntos externos, el gobierno galo contestaba a una pregunta del senador Rougeron «que [París] no reconocía el derecho de asilo diplomático en las embajadas acreditadas ante Estados excepto los de América Latina»48. Y el 7 de noviembre de 1973, o sea diez días después de la conferencia de prensa de Pompidou, el portavoz del gobierno49 señalaba que «Francia ha mantenido integralmente, al contrario de otros países, el principio del asilo de los refugiados políticos en su embajada de Santiago y en el territorio francés»50. Llama aquí la atención los dos marcadores temporales que parecen abarcar el tiempo del gobierno de la UP.
Para Dupuy, el hecho de que unas 5 000 personas buscaran asilo en las embajadas de Santiago obliga a volver a pensar el asunto del derecho de asilo. Siendo la embajada francesa la que recoge a más gente hasta que Edelstam se hace cargo de la embajada de Cuba, no sólo porque los golpistas amenazan con tomarla de asalto, sino también porque el fuego cruzado pasa a menudo por encima de la residencia del embajador sueco. En el período álgido, hubo en la residencia del embajador francés hasta 170 y 90 asilados en la cancillería51. Bouillane entrega estas cifras, prueba del hacinamiento: finales de septiembre 1973: 24, octubre (al llegar los primeros salvoconductos): 45, 2 de noviembre: 120, 16 de noviembre: 183, 23 de noviembre: 230. Cada refugiado que sale se encuentra con su familia el día anterior a su partida y parten.
El 10 de diciembre de 1973, la Junta declaró que ya no aceptaría pedidos de salvoconductos para salir de Chile por parte de embajadas de países que no hubieran firmado un convenio con Chile. Lo cual obviamente se dirigía a los países europeos donde las campañas de denuncia de las atrocidades de la represión gorrilla llenaban los diarios. El 12 de diciembre de 1974 se contabilizaba aún en la embajada de Francia a 124 asilados52. De hecho, la Junta postergó sucesivamente la fecha final hasta el 3 de enero, 3 de febrero, 11 de febrero de 1974.
El 25 de mayo de 197453, en la embajada francesa quedaban 11 personas, 67 en la de Venezuela, 71 en la de México. En total, la embajada gala se encargó de transitar a Francia a más de 600 chilenos, unos 60 súbditos franceses y unos 300 extranjeros no chilenos54.
En una nota de febrero de 1974, el Quai d’Orsay cifraba en 7 000 los salvoconductos otorgados, mitad de ellos para ciudadanos chilenos55. Los extranjeros a cargo del comisionado de la Naciones Unidas tenían, según orden de la Junta, hasta el 11 de febrero de 1974 para abandonar Chile; mientras que los asilados, por su condición de personas a las que la Junta quería someter a juicio se les vedaba salir. Finalmente la Junta aceptó entregarles un salvoconducto aunque no se precisaba fecha, y esta autorización de abandonar el territorio nacional podía verse acompañada de pedidos de extradición dirigidos al país de acogida.
Frente a estas acciones y cifras alentadoras cuando no esperanzadoras, la posición oficial del gobierno de Francia fue muy diferente, cargada de la mayor prudencia. La posición francesa no había evolucionado desde el siglo xix56.
La cuestión de los asilados latinoamericanos de Santiago obligó al gobierno francés a, sino esclarecer, por lo menos justificar su posición57. Para Francia, al contrario del asilo territorial, el asilo diplomático no es un derecho sino una práctica humanitaria que queda a discreción del país que lo otorga. Según Dupuy58, que cita notas, instrucciones difundidas por el ministerio de Asuntos externos, en particular las instrucciones del 1° de febrero de 1925 y del 28 de febrero de 1970 que remiten a una nota del 15 de junio de 1897 dirigida a los agentes diplomáticos de Francia en América Central y del Sur, que deja claro que París desea librarse del compromiso de convención ya que se opone a esta práctica en su territorio. Ya en 1852 y 1865, las sentencias del Tribunal de Casación francés señalaban que el asilo diplomático no se podía aplicar en Europa59.
La nota de junio de 1897 lo dejaba claro: el asilo se justifica por razones «evidentes y pujantes razones de humanidad»60 y sólo se puede otorgar a personas «cuya vida o seguridad se halla amenazada en conflictos de orden político» y con la obligación para los diplomáticos franceses de facilitar los medios para que los asilados dejen lo más rápidamente y sin peligro un refugio que sólo puede ser transitorio (momentanée)61.
Por consiguiente, descubrimos que el asilo de 1973 ya estaba contenido en directivas dadas en 1897. Cuanto más que en 1974 a una pregunta escrita de Mitterrand, el entonces ministro de Asuntos externos, Michel Jobert, precisó que el asilo «no es un derecho sino una práctica cuya aplicación es casi unánimemente limitada a los Estados de América Latina»62. Es decir que el derecho de asilo sólo puede ejercerse en países que aceptan su práctica. Dicho de otra forma, se trata de una «cortesía internacional».
La conferencia de prensa del 27 de septiembre de 1973 del presidente Pompidou es la que más quedó en memoria, y a menudo fue mal interpretada63. Y aquí aparece la otra vertiente del asunto de los refugiados: el debate que nace en el país cuyas embajadas dan refugio. Obviamente, la opinión pública, por medio de la prensa, presiona a los gobiernos para que se mantenga el asilo y se dé acogida en el país, y presiona al gobierno para que dé más detalles y aclare su posición con vistas a que este debate, esta publicidad, permita salvar más vidas. Mientras que por otra parte, al contrario, el gobierno considera que la discreción es una garantía de eficiencia, en particular en momentos de negociaciones delicadas, como en el caso de 1973 frente a una Junta que no respetaba los convenios internacionales y daba claras pruebas de su brutalidad incluso –o en particular– con personas extranjeras cuando no imponía actos de terror.
Así mismo, prueba de esa voluntad de silenciar la acción gubernativa, el Quai d’Orsay creó una serie de becas especiales para refugiados chilenos –lo cual le fue sugerido por el sindicato estudiantil francés, entonces de izquierdas– UNEF64. La respuesta de Saint-Légier, de la Direction d’Amérique, a esta propuesta era que la creación de estas becas para financiar la continuación de estudios en Francia era normal, aunque de carácter excepcional ya que, de hecho, éstas sólo se entregaban a extranjeros que eran presentados por los puestos diplomáticos y con el acuerdo de las autoridades locales. Saint-Légier consideraba que tal no podía ser el caso con el gobierno de la Junta, y que por consiguiente convenía observar la mayor cautela. Así, no convenía anunciar públicamente la apertura de un contingente especial a favor de los refugiados chilenos ya que eso podía dar paso a una reclamación («serait fondé à s’en émouvoir») por parte de la Junta y no convenía permitir que ésta entrara a igualdad en conversaciones. Por lo tanto, convenía no difundirlo en la prensa, ya que de todos modos la búsqueda de quien pudiera beneficiarse de tales becas no iba a ser difícil65.
(post)Memoria de una acción inédita
El acto de la pareja de Menthon y la realidad de los refugiados asilados en la embajada francesa, como en otras en Santiago poco después del Golpe, entra rápidamente en la consciencia colectiva europea; en particular a través de la película de Chris Marker, L’ambassade (La Embajada), realizada a finales de 1973. Llama la atención que la película fuera distribuida cuatro años antes que las memorias de Menthon. Cierto es que por los artículos de prensa, en particular de Le Monde66, se supo del asunto de los asilados en las embajadas euro-occidentales ya que la difusión de este conocimiento y de los atropellos represivos constituía un modo de presión contra la Junta y una manera de salvar vidas.
La Embajada, ficción pseudo-documental, se anuncia de modo muy quijotesco como una película de aficionado, encontrada en una embajada67. Recoge momentos de la vida de los refugiados, adquiriendo la apariencia de apuntes tomados día tras día, a modo de un diario.
Chris Marker imagina que en 1976 –sin nombrarlo– el presidente Georges Pompidou pierde las elecciones en Francia, llega al poder la izquierda y los sectores más duros de la derecha (Raymond Marcellin, Michel Poniatowski), es decir aquellos que 5 años atrás se mostraron más favorables a la represión violenta del mayo del 68, organizan un golpe de Estado en Francia, el cual obliga a militantes franceses a refugiarse a su vez en una embajada parisina. En ese ambiente represivo post 68 en el que la izquierda europea anda vencida y desorientada, la película muestra también –en el caso europeo– los límites de la militancia cuando llega al callejón sin salida que representan situaciones no sólo adversas, sino inesperadas por no haber sido previstas, frente a un ambiente represivo al que no están acostumbrados68 y al cual no se está preparado por falta de análisis previo69. Todo ello permite a Chris Marker explorar la situación de la izquierda mundial70. Y establecer una comparación entre el caso chileno y el europeo.
Últimamente, el cine acude una vez más al asunto de los asilados con la salida, en febrero de 2019, del documental del italiano Nanni Moretti, Santiago, Italia (2018) que recoge el testimonio de asilados refugiados en Italia. Pero esta vez más arraigada en el presente, es decir con la voluntad de mostrar la evolución de una sociedad italiana cada vez más xenófoba y poco acogedora71.
Tras haber visto las fuentes impresas y el contexto político galo y las resonancias en la política francesa, conviene ver de qué disponemos en materia de fuentes primarias en el acervo diplomático galo.
El Golpe
El llamamiento realizado por Allende a las 8:15 anunciando el alzamiento militar y pidiendo a los obreros ocupar sus lugares de trabajo constituye la primera mención del Golpe. Pocos minutos después todas las radios publicaban el comunicado de las FFAA que pidió la dimisión del Presidente. Las estaciones de izquierdas llamaron a la población a agruparse en el centro de Santiago para detener el Golpe, mientras un portavoz militar anónimo señaló que la Moneda había de ser evacuada antes de las once horas: «L’effervescence est grande à Santiago»72 concluye el primer telegrama del 11 de septiembre.
La dificultad para comunicar con París caracteriza los días justo posteriores al Golpe. Al haber sido cortadas73, las comunicaciones con París pasan por la embajada de Buenos Aires que el 13 de septiembre, anuncia a la de Santiago que un número de teléfono reservado a las comunicaciones militares sirve de enlace con el exterior74.
Frente a esos apuros de comunicación, su corte por los militares, la embajada tuvo que conversar telefónicamente con el cónsul de Francia en Mendoza (Argentina) quien transmitía a la embajada gala en Buenos Aires, quien a su vez comunicaba con París75. De este modo, Lacoste señaló que la situación del personal de la embajada era normal y que estaba en contacto con «numerosos turistas franceses» quienes no padecían ningún problema. ¿Quiénes eran estos «turistas»? Va sin decir que en 1973 el turismo europeo en Chile era casi nulo, es de suponer que detrás de este eufemismo se hallaban numerosos simpatizantes de la experiencia de la UP76. Estos «turistas» habían tomado contacto con la embajada «sin encontrar más problemas que los creados por el estado de sitio»77.
Winckler, cónsul de Francia en Buenos Aires, transmitió pues los telegramas de Santiago a París llegados vía Mendoza, señalando que se podía contactar la embajada en Santiago por teléfono desde el exterior y que los despachos y telegramas más consecuentes serían transmitidos cuando las comunicaciones fueran restablecidas78.
Por el canal Santiago-Mendoza-Buenos Aires-París llegó al Quai d’Osay el texto del ministerio chileno de Asuntos externos que anunciaba la constitución de una Junta por las cuatro armas, afirmaba que mantendría la política externa de Chile, en particular sus compromisos internacionales79. Los venideros acontecimientos demostrarán la falsedad de este anuncio. Lacoste pedió instrucciones para contestar al Consejo militar. En aquellos días, las informaciones acerca de Chile también llegaban a París por el intermediario de Londres80. El primer telegrama llegado directamente a París fecha del 13 de septiembre. Extenso, tras suponer que el Quai d’Orsay había sido informado por las agencias de prensa instaladas en Buenos Aires, y por la captación de la «radio oficial chilena»81, resumía los acontecimientos santiaguinos82, señalando que entre el personal de la embajada no hubo víctimas de los acontecimientos. Se daban las primeras noticias de Allende: al negarse a evacuar la Moneda, el edificio fue bombardeado y el presidente halló la muerte, «sin que se sepa aún si se suicidó (versión oficial) o si, más verosímilmente, ha sido matado por uno de los asaltantes»83. La defunción de Allende fue oficialmente anunciada por el protocolo chileno, el 14, a través de su embajada en París, sin ningún comentario acerca de las circunstancias84.
Tras los hechos, llegaba el análisis: «Al haber sido alcanzada la meta esencial de la operación –la eliminación del Presidente– quedaba a los inspiradores del golpe arrestar a los jefes de la oposición y sobretodo reducir los focos de resistencia armada que se creaban rápidamente en el centro de la ciudad y en varios barrios obreros, en particular al sur de la capital»85. Para ello, se instauró el estado de sitio, el toque de queda absoluto impuesto a las 18 horas. Santiago se convertía en «una ciudad inerte», en la que sólo se oían disparos, «muy nutridos a finales de la tarde en el centro, esporádicos después»86.
El día 12 se caracterizó por un ultimátum a las 15 h. contra «los elementos subversivos», luchas callejeras muy violentas tuvieron lugar mientras un programa único de radio difundía comunicados que enumeraban a las personas buscadas, «personalidades de izquierda o extranjeros declarado sospechosos»87, o que pretendían ser apaciguadores al aludir a la situación en el resto de Chile. Se anunciaba las declaraciones de las principales corporaciones hasta entonces en huelga, marcando con énfasis su adhesión à «la acción patriótica» de las FFAA, y llamando a sus afilados a reanudar el trabajo al día siguiente. Llamaba la atención que la gran mayoría de los componentes del nuevo gobierno fueran militares. Y, a finales del día 12, quedaba claro que el Golpe había triunfado, a pesar de que la vuelta a la normal en las regiones del centro-sur fuera incierto, y que el toque de queda, inicialmente anunciado para el 13 a las 8 se veía desplazado a las 12 del mismo. Lacoste se proponía volver en detalle sobre «los problemas ante los cuales se halló la embajada»88.
Suspendido el toque de queda, el 13 entre el mediodía y las 18 h 30, lo sería entre las 10 y las 18 h 30 el 14. La lucha callejera, violenta el 13 en el centro –el edificio de la UNCTAD fue conquistado a cañonazos– había desaparecido89. El Mercurio presentaba las adhesiones de la oposición al nuevo régimen. El Partido Nacional y la DC aprobaban el Golpe pero, al contrario del PN, la DC afirmaba su certeza de que «realizada su tarea», las FFAA «devolverán el poder al pueblo soberano para que decida libre y democráticamente de su destino»90. En Francia, el interés por la línea política de la DC se mantenía pero ésta ya aparecía en toda su ingenuidad.
El 14, a las 6, al levantarse el toque de queda, la capital parecía tranquila, daba la impresión de que la Junta controlaba la situación. Lacoste, que aún esperaba ordenes de París acerca del asilo político y de la respuesta que se había de dar a la nota de la Junta, suponía que las comunicaciones Télex serían restablecidas en el día. Los franceses en Chile no habían conocido dificultades particulares91.
El asunto de la falta de comunicación directa con París, desde la mañana del 11, por haber sido averiada por los combates en el centro, tomó otro cariz. Frente a la falta de voluntad de los servicios especializados chilenos que urgentemente tenían que arreglar la línea92, Lacoste proponía evocar el asunto ante el nuevo ministro de Relaciones externas. El empleado cifrador de la embajada gala estaba obligado a utilizar el Télex Transradio situado en el centro de Santiago, operación fácil en tiempos normales, que ahora resultaba peligrosa durante el toque de queda. El cifrador Raffanel había sido blanco de franco-tiradores, lo cual obligaba a privilegiar las horas en las que el toque de queda estaba suspendido para comunicar con París, o sea de 12 a 12 (hora francesa). Lacoste pidió que París transmitiera a Mallet, cónsul en Mendoza, cuanto había apreciado su colaboración. El 15, las comunicaciones externas, teléfono y Télex, fueron oficialmente restablecidas y de pleno uso93. Lacoste señalaba que, al disponer de otros medios de comunicación, había prescindido usar el Télex de naciones amigas.
¿Reconocimiento de la Junta?
Reconocimiento y refugiados aparecen íntimamente ligado en el juego diplomático que ambos países pusieron en marcha. La publicación por El Mercurio de un supuesto reconocimiento de la Junta por Francia a raíz de un comunicado de Relaciones externas de Chile creó un embrollo94. A partir de entonces, empezó una serie de visitas e intercambios con el contra almirante Huerta, ministro chileno de Asuntos externos, en los que Lacoste se apartó de las consignas dadas por su jerarquía ya que por una francesa radicada en Chile supo las confidencias que Bernstein95 le había hecho: «que el ministerio de relaciones externas no le daba mucha importancia a la nota en la que pedía a las embajadas que les entregara los apellidos de sus refugiados», ya que no esperaba que éstas –en particular la de Francia–colaboraran. Esto le permitió a Lacoste no referirse a la demanda chilena. Por otra parte, la acogida extremadamente «cordial y franca» que le reservó Huerta96 y el estilo directo que le daba a la entrevista oficial a solas, llevó a Lacoste a entregar información muy general, justo necesaria para facilitar futuras discusiones con el Consejo militar de gobierno97.
A diez días del Golpe, lejos de normalizarse, la situación se intrincaba. El despliegue de actividades policiacas ponía en dificultad las inmunidades reconocidas a los diplomáticos. El 19, una patrulla militar allanó la casa del encargado de cooperación técnica de la embajada gala, el automóvil de Lacoste fue registrado aquella noche en el marco de un control callejero mientras acompañaba al cifrador de la embajada. El incidente fue denunciado por el encargado militar galo ante las autoridades chilenas. El acceso a ciertas cancillerías y residencias de representantes suramericanos, la detención temporaria del cónsul honorario de Siria en Valparaíso, y otros casos, conformaban una larga lista de atropellos. Lacoste pidió al Departamento América del Quai d’Orsay documentación ya que aquella de la que disponía la representación gala era insuficiente para tratar asunto tan inédito, en particular, el estatuto de los domicilios de los miembros de la misión diplomática, el de sus automóviles y personas transportadas en estos, la modificación eventual de las inmunidades diplomáticas por el estado de sitio98.
De este rechazo y ostracismo, también era víctima la viuda de Allende a la que Lacoste remitió, el día de su partida para México, en medio de los refugiados de la embajada mexicana, un mensaje del presidente francés, Georges Pompidou, y otro del director del Departamento América del Quai d’Orsay99. Afectada, Hortensia Bussi halló palabras para agradecer y recordar a la pareja Saint-Légier100. Todo ello era prueba de buenas relaciones pasadas.
La dificultad para entrar en Chile y la ruptura de comunicaciones llevaban a los órganos de información parisinos a solicitar entrevistas a los miembros de la embajada. De acuerdo con la circular 456 del Departamento, Lacoste le pidió a René Duval, redactor en jefe de la radio France-Inter que obtuviera primero el visto bueno del Departamento América del Quai d’Orsay y que su apellido no se citara. Le entregó únicamente «indicaciones factuales» sobre la situación en Santiago101.
Frente a la imagen negativa del Golpe, la Junta intentó una operación de seducción. El 16, Pinochet declaró en televisión que Pablo Neruda «está vivo y goza del afecto de todos», lo cual le fue confirmado a Lacoste por el secretario de Relaciones externas, Carvallo, quien añadió que el vate estaba en casa «sin problemas particulares», sin embargo, el francés tuvo dificultades para comunicar por teléfono con el Nobel102...
La descripción del entierro de Neruda llama la atención ya que sale de las obligaciones diplomáticas. El lunes 24, Menthon estuvo en casa de Neruda donde se exponía el féretro. Expresó el pésame de las autoridades francesas y de sus amigos franceses, a su viuda103. El 25 estuvo en el funeral. Menthon habla de una «atmosfera irreal y triste», habiendo sido saqueada la casa poco antes de morir el vate. Entre escombros, los pocos visitantes se abrían camino. Las autoridades militares desmintieron su responsabilidad. El sepelio reunió a unos centenares de personas, la mayoría de izquierda apunta Menthon, que, a pesar de la presencia de las fuerzas del orden, cantaron antes de entrar en el cementerio la Internacional y correaron eslóganes de la UP. Estaban presentes unos cuantos hombres de letras, embajadores y Radomiro Tomic, pero muchos amigos de Neruda estaban ausentes104. El gobierno de la Junta estaba representado por unos cuantos civiles entre ellos el director general de Relaciones externas. La prensa se mostró correcta pero medida en su homenaje y hubo un corto comunicado oficial105.
La información. Prensa y opinión... política
Frente a esta aparente voluntad de comunicar, la realidad era otra. La censura sobre la información era total, los periódicos sometidos por las autoridades militares a una autorización previa de publicación. El 12, se permitió la publicación del Mercurio y La Tercera, y el 19 la del demo-cristiano La Prensa. La Nación, propiedad del Estado desde hacía 30 años, fue entregada a la Unión de Periodistas que lo volvería a sacar. Mientras los diarios estaban sometidos a censura previa, los semanales seguían prohibidos106. En cuanto a las radios, condenadas a un programa único desde el Golpe, a partir del 19 pudieron difundir un programa propio, pero sólo los tres boletines oficiales conformaban la información107. Del 11 al 19, el canal 13 de televisión se convirtió en oficial, carácter que pasó al 7, gubernamental, y al 9, recuperado por la universidad de Chile, sometidos todos a la misma censura periodística. Sólo el 18 las agencias de prensa fueron autorizadas a trasmitir al exterior sin restricción ni control. Al director de la gala AFP, le llamó sin embargo la atención el servicio de información estatal chileno ya que consideraba que los boletines de ésta «no siempre reflejaban la exacta realidad»108...
El presidente de la asociación de periodistas informó al consejero de la embajada de las repercusiones del Golpe sobre esta rama laboral. De los 32 periodistas detenidos, 28 seguían encarcelados en el Estadio Nacional. Carlos Sepúlveda los defendió el 5 de octubre ante el ministro del Interior recordando que la Junta afirmaba que no reprimía las ideas. El general Bonilla le contestó que en la semana se procesaría el caso de los periodistas detenidos, con asistencia jurídica de dos abogados, pero que otros serían deportados como lo contemplaba la legislación del estado de sitio. Se le aconsejaba, entrar en contacto con ellos y después solicitar su liberación. Menthon juzgaba a Sepúlveda sin piedad –ecordando que la Junta le había encargado la reaparición del periódico de la UP, La Nación, bajo el título La Patria– ya que parecía contemplar el destino de sus colegas perseguidos sin la menor emoción109.
A principios de octubre, a tres semanas del Golpe, un francés que habló con Frei confirmó las crecientes reticencias de ex presidente frente a nuevo régimen aunque consideraba prematuro dar a conocer su opinión y se negaba a cualquier entrevista que no mantuviera un carácter confidencial110. A finales de noviembre, Frei hizo llegar una carta en pliego cerrado a Alain Poher111 en respuesta a su carta112.
El asunto de los refugiados
El grueso de la actividad diplomática gala en Santiago tornó alrededor del asunto cada vez más apremiante de los refugiados. El 16 de septiembre, la embajada gala recibió una nota del ministerio de Asuntos externos por la cual, por instrucción especial del Consejo militar, se pedía a las embajadas extranjeras que entregaran «si lo deseasen» la lista de las personas asiladas en su misión. Conforme con las instrucciones de la nota de la dirección de Asuntos jurídicos del 20 de febrero de 1970, Lacoste proponía no contestar113.
París supo por la Cimade que varios «miles de refugiados latinoamericanos se hallaban» en Chile y corrían el riesgo de ser entregados por la Junta a sus respectivos países. El telegrama 650 señalaba que al obispado chileno le preocupaba la pérdida de territorio de asilo de estos. Todo ello era asunto del Alto Comisionado para los Refugiados (ACR), pero al ser Francia miembro de su Consejo ejecutivo, el alto comisario se dirigiría a París para que hallara países de acogida114. París recordaba que un país no podía aceptar a todos los refugiados del mundo, pero que estos habían de encontrar asilo, por consiguiente, Francia estaba dispuesta «aceptar su parte de responsabilidad en el plano humanitario y recibir a refugiados en su territorio en la medida en que otros países hacían otro tanto»115. Lo cual privilegiaba soluciones colectivas e impedía el descontento del país de salida.
El 20, el representante neerlandés reunió a los consejeros de los siete países de la Comunidad Europea con el propósito de evocar, una vez más116, el problema de los refugiados y detenidos. Se dividían los consejeros, que expusieron su análisis sobre la situación, entre los que adoptaban el punto de vista de los europeos de izquierda presentes en Chile que veían la situación como «dramática» por «los casos de brutalidades, de torturas y de ejecuciones sumarias» a los que aludieron los diplomáticos europeos y de los cuales no se podía dudar. De estos, Lacoste supo por vía directa. El encargado italiano consideraba que Chile vivía una situación semejante a la de Indonesia en 1964. Pocos europeos estaban detenidos, sin embargo, los refugiados chilenos u otros abundaban en cifras diferentes según los países. A pesar de su rechazo del derecho de asilo, Inglaterra tuvo que aceptar el asilo de un sacerdote irlandés. Numerosos hombres de Iglesia conocían dificultades, y el holandés particularmente concernido no consiguió la intervención del Nuncio que seguía manteniendo una «actitud de expectativa»117.
Parte de los representantes europeos tenía la esperanza de que las autoridades militares se mostrarían conciliadoras para obtener el tan anhelado reconocimiento internacional, lo cual facilitaría la puesta en libertad de los extranjeros detenidos. El británico señaló que el reconocimiento por parte de su Gobierno no tardaría, el alemán no disimuló que Bonn haría otro tanto en cuanto EEUU y Gran Bretaña lo hicieran. El danés, «con excelentes relaciones con los jefes de misiones latinoamericanas» afirmó que en cuanto volviera a Santiago, el embajador mejicano, ayudaría a las embajadas con dificultades ya que tenía que asegurar la salida para México de los refugiados que le serían encomendados, «tras lo cual volvería definitivamente a México»118; modo idóneo de neutralizar cualquier futura crítica chilena hacia México.
Menos conocido es la actividad de Holanda. Ya para el 19 de septiembre, a una semana del Golpe, La Haya señaló al Quai d’Orsay su intención de realizar una declaración pública en la que marcaría su preocupación por las noticias provenientes de Santiago acerca de la represión oficial o tolerada en contra de los partidarios de Allende, pidiendo que cesara las represalias y el «terror» y se respetaran los derechos humanos, tanto de los chilenos como de los extranjeros, preguntando a los franceses si deseaban duplicar esta iniciativa, una declaración pública que prescindía del asunto del reconocimiento de la Junta119. Se planteaba también por parte gala que, a pesar de noticias contradictorias, que la amenaza de extradición estaba en contradicción con la Convención de Naciones Unidas sobre refugiados políticos. La Haya preguntaba acerca de una posible mención de ellos en caso de un trámite francés al igual que del caso de Clodomiro Almeyda120.
Resistencia vs represión
Varios documentos recogen la violencia de la represión. La embajada gala transmitía la información y modo de proceder de los militares en sus tareas represivas, intentando mostrar su lógica. En la mañana del 2 de octubre, la prensa alardeó de la ejecución inmediata de 9 personas en un barrio obrero de la capital, acusadas de haber disparado contra carabineros121. Otros hechos similares habían sido relatados por la prensa en días anteriores. Las ejecuciones in situ se realizaban por aplicación de la ordenanza 24 que declaraba que cualquier ataque a las fuerzas del orden sería inmediatamente sancionado por la muerte «en el lugar mismo» del atropello122.
La resistencia translucía en el hecho de que el 4 de octubre el toque de queda fue adelantado de 22 a 20 h., hasta las 6. Se rumoreaba que se mantendría durante varios días. Ello dificultaría las labores ya que sólo el embajador, el cifrador y el consejero podrían llegar a la embajada, e implicaba que el envío de la valija sería retrasado. Los salvoconductos para los refugiados eran raros123.
Los súbditos extranjeros fueron víctimas de la represión, no sólo por parte de los militares sino también de los civiles vencedores. Los encargados cultural y de cooperación técnica (Bihoreau y Abba) tuvieron que entrevistarse con von Plessing, rector de la universidad de Concepción que, tras manifestar su interés por mantener la cooperación, señaló que sin embargo, el expediente de cada profesor extranjero sería examinado en el marco de la reorganización de la universidad. Fueron recibidos igualmente con el cónsul galo y el director del liceo francés Charles de Gaulle, por el general Washington Carrasco, intendente de la provincia, al cual tuvieron que recordar el estatuto de los cooperantes y la particularidad jurídica del liceo galo. Carrasco les aseguro que a la misión gala no se le causaría problemas, a condición de que «una perfecta neutralidad política fuera respetada por los franceses»124... Una reunión con los docentes franceses permitió tranquilizarlos. La visita facilitó la liberación de dos profesores detenidos, y la presentación ante las autoridades militares del caso de otros dos125.
En el marco de la represión aparecía el asunto de negar visado a abogados extranjeros, como en el caso de Nordmann, secretario general de la Asociación internacional de juristas demócratas, quien al llegar a Santiago el 8 de octubre con Blum secretario de la federación internacional de los derechos del Hombre, para investigar acerca de la situación chilena, fueron recibidos por varias personalidades, incluyendo Pinochet126. Al regresar pasando por Nueva York para entrevistarse con el secretario general de la ONU, la visa de entrada a EEUU le fue negada a Nordmann, como en 1971, con motivo de que no estaba invitado por la ONU… Temiendo el ruido que provocaría tal rechazo, Menthon invitaba el Quai d’Orsay a hacer lo posible para que el abogado pudiera entrar en EEUU127.
Menthon consideraba que la atención de la prensa internacional acerca de la situación interna de Chile era lo suficientemente amplia para que el Quai d’Orsay estuviera al tanto de las violencias cometidas, no era necesario reportar los testimonios que le llegaban. Calificaba esta represión de «violenta, a menudo arbitraria»128. Sin embargo, un mes después del Golpe, quedaba claro que la búsqueda de opositores era «más metódica, minuciosa, meticulosa y sistemática que al principio». La izquierda y los extranjeros vivían por consiguiente en la misma angustia que un mes atrás. Lo cual explicaba el flujo de refugiados que seguía acudiendo a las embajadas. Rogaba pues a su jerarquía que tomara en cuenta esa situación al estudiar los medios para poner en práctica esta «preocupación humanitaria» («souci humanitaire») que mencionó el 4 de octubre el presidente francés, tanto para el transporte de los refugiados por organizaciones internacionales hacia Francia como para los tramites que en Chile se había de realizar para los franceses refugiados129.
Entrando en la séptima semana después del Golpe, llamaba la atención que, lejos de apaciguarse y aplacarse, la represión crecía. El análisis anterior aparecía como erróneo ya que se había pensado que la represión apuntaba a impedir «una reacción armada de la izquierda», y por tanto sólo duraría un tiempo. Se descubría que en realidad se trataba de un proceso que la Junta no estaba dispuesta a frenar130.
La búsqueda de sospechosos, «noción vaga que se aplica tanto a los jefes de la Unidad Popular aún huidos como a simples ciudadanos víctimas de denuncias, se ha vuelto en esas últimas semanas más tenaz y sistemática»131. Con lo cual un «verdadero pánico se ha apoderado de los chilenos de izquierda», que a su vez mantenía la presión sobre las embajadas. A mediados de octubre, Menthon ofreció un panorama de la situación en varias representaciones132. En fecha del 23 de octubre, el encargado de Italia, albergaba a 170 refugiados, el de Bélgica, por instrucción de Bruselas, 60, la de Holanda estaba llena. Y a pesar de varios vuelos especiales, muchos quedaban en las embajadas sudamericanas133.
A diario se acumulaban los trámites presentado por los refugiados o por intermediarios que iban del obispo auxiliar de Santiago a un miembro de la Corte suprema (para su hijo). Menthon confesaba que respetando las instrucciones del Quai d’Orsay y apartando muchas demandas, no se podía rechazar algunas que provenían de personas muy amenazadas que, en su casi totalidad, poseían cierto vínculo con Francia –unas 60–. Éstas llegaron o llegarían en los días próximos a la residencia o a la cancillería que tenían capacidad de acogida limitada134.
El 23 de octubre, el ministro de Gobernación, Bonilla, retiró la posibilidad a las fuerzas armadas de ejecutar in situ y sin juicio a las personas «delictivas». Los allanamientos se realizarían ahora por orden de una comisión militar de alto nivel y en condiciones propias para evitar que se reprodujeran robos y exacciones «demasiado frecuentes hasta ahora». Menthon consideraba que convenía relacionar esta actitud de benevolencia («bienveillante» empleado entre comillas, más en una óptica irónica), con la entrega más liberal por las autoridades de salvoconductos a los refugiados135.
Donde se habla de guerrilla y de economía
La aparente «benevolencia», no podía esconder la violencia de la represión en provincias. Tras una estancia en la provincia de Osorno, en la zona del lago Ranco, entre el 12 y el 18 de octubre, un informe del encargado militar francés señala la existencia callada por la prensa amordazada, de operativos militares «contra grupos armados de la Unidad Popular»136. Unos comunicados llegaron a señalar el fusilamiento de «algunas personas» en Pto Montt, Valdivia, Temuco, Los Ángeles y Talca137. Varios indicios de desplazamiento de tropas llevaron a pensar que las operaciones se desarrollaban entre Santiago y Pto Montt, mientras que al norte de Santiago, por falta de organización, la resistencia era nula. El encargado francés viajó a Osorno a fin de cerciorarse de la actividad militar en una zona en la que grupos armados se habían organizado dos años atrás, entre los lagos y, en particular, la Cordillera de Nahuelbuta, sosteniendo las tomas de tierras por campesinos y fábricas por obreros138. A partir de julio de 1973, reforzados por la llegada de armas del extranjero, la actividad se aceleró, al igual que la organización.
A partir del 25 de septiembre, al haber acabado con la resistencia en Santiago, las FFAA que se concentraron en la capital salieron para el sur. Se trataba de una típica operación de contrainsurgencia en valles andinos con recolección previa de información entre la población local durante una semana, tras lo cual los carabineros cerraban los valles. Las operaciones se dieron en Traiguén, Purén, entre Temuco y Nueva Imperial, Cucarautín, lagos Calafquén y Riñihue139. Entonces entraban dos compañías que procedían a la limpieza durante 5 días. El operativo causó 150 muertos, aunque esta información no pudo ser confirmarda. Lo cierto es que no se señaló a ningún preso o herido, lo cual se explicaría por la aplicación del estado de sitio, es decir que fueron fusilados in situ. El comandante Pepe, jefe de la resistencia armada, fue fusilado en Valdivia140. El encargado militar galo, que señalaba la colaboración de la población local en la caza de los supervivientes, consideraba que el «empeño de los militares en "extirpar el marxismo"» los llevaba a envolver en el mismo silencio otras operaciones en curso, como la del lago Maihué. Los medios de comunicación controlados no presentaron la menor información sobre el operativo, lo cual se explicaba, según palabras del encargado, por la voluntad gubernamental de disimular por razones de política externa, la severa lucha contra los grupos armados de extrema izquierda141.
A finales de octubre, Pinochet declaró que el estado de sitio podía prolongarse ocho meses, pero el estado de guerra subsistiría, hablando de tres meses tremendos que iba a conocer Chile, y que el ejército acabaría con las guerrillas142. Al contrario de lo esperado, la represión sistemática se mantenía. Pero la embajada gala lo analizaba como un discurso para impresionar a la población. Cuanto más que las declaraciones del ministro de Economía, según las cuales Chile no saldría de la crisis antes de 1975, mostraban que el descontento popular seguiría. La embajada gala ponía en duda que las medidas drásticas (remèdes de cheval) empleadas para sanar la crisis económica fueran adecuadas. Con «el alza desmedida de precios» y «ninguna puesta a nivel de los salarios –aparte raras bonificaciones»–, no se conseguiría satisfacer la demanda popular. La embajada dictaminaba: «la miseria se instalará, más fuerte que nunca, sobre todo entre las clases populares». «Habrá que “apretarse el cinturón” dicen los militares»143, pero, a la gente pobre sin empleo, se añadirán aquellos que por motivos políticos pierden su empleo144.
Las dificultades transformarían la euforia de los vencedores en inquietud y críticas. El gobierno pretendía que era culpa de la UP, y llamaba al sacrificio y a prepararse a un largo periodo de autoritarismo.
Los apuros económicos y la represión contra aquellos que temían los consejos de guerra los llevaban a refugiarse en las embajadas. Ese problema del refugio en la embajada gala «durará más tiempo que lo previsto»145. Este análisis era compartido por los europeos (Bélgica, Italia, Países Bajos y Suecia).
EEUU, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelandia, India, Brasil, Turquía se negaba en absoluto a aceptar refugiados, y pedían el cerco policial a sus embajadas. Al contrario, Suecia, con 200 refugiados, Italia (175), Bélgica (60), Argentina (350), Venezuela, México, Honduras, etc. favorecían la apertura. Otros adoptaban una posición intermedia (Canadá, Alemania, Perú, la Nunciatura), mientras otros recibieron instrucción de sus gobiernos de abrir las puertas (Austria, Suiza, Países-Bajos, con una media de 50 refugiados). A finales de octubre, Francia acogía a 76 refugiados en la cancillería que no podía contener más, y a 15 en la residencia del embajador. A las puertas quedaban chilenos que solicitaban, 15 no chilenos a los que Menthon había prometido acogida «en tránsito» por pedido del Alto Comisionado para los Refugiados. Pronto se llegaría a unos 100146, lo máximo que los edificios podían contener. A eso se añadía el problema de los trámites para aquellos incluso que se hallaban en otras embajadas (unos veinte) o en centros dependientes del Alto Comisionado para los Refugiados (unos 300) que deseaban ir a Francia. Con lo cual se podía prever 420 casos suplementarios. Se consideraba que otros casos llegarían. Para finales de octubre, gracias a la dedicación y la eficacia ejemplar de los colaboradores de Menthon, según sus propias palabras, la mayoría de los franceses y franco-chilenos, unos 40, ya había llegado a Francia147.
Quedaban casos graves como el de un franco-chileno que había de pasar ante un consejo de guerra. Menthon dudaba que sus trámites ante el almirante Merino para obtener clemencia fueran coronados de éxito. Al igual que intercedería a favor de un preso del que no se tenía noticias, aunque su familia tenía la certeza de que estaba en el Estadio Nacional. Menthon visitó a otros cuatro franco-chilenos encarcelados148. La diversidad de los casos muestra el rompecabezas que suponía obtener algo de la administración chilena. Los casos de los extranjeros que pedían asilo en Francia eran numerosos y urgentes (alude a un telegrama 1174-1176), eran tratados con el Alto Comisionado para los Refugiados. Pero más complicado y delicado aún era el caso de los chilenos ya que se dependía de la buena voluntad de las autoridades chilenas que declaraban que se trataba para los países no firmantes de los convenios sobre derecho de asilo, de «salvoconductos de cortesía»149. Retrasos, recursos, rechazos o cambio de actitud no eran de excluir.
A finales de octubre se notaba una voluntad chilena de aclarar situaciones150. La situación vivida por la embajada francesa era idéntica a la de otros países que habían entregado listas nominativas, salvo Italia cuyo encargado de negocios acababa de recibir autorización de Roma para hacerlo. A causa de ese retraso, el número de asilados en la embajada italiana eran tan importante.
Los países euroccidentales se hallaban sin poder realizar un trámite común ya que incluso los países de la CEE adoptaban posiciones diferentes. Menthon no descartaba llegar a una posición compartida más aún si las respuestas chilenas fueran insatisfactorias151.
A mediados de noviembre se volvió a plantear el problema de los registros de automóviles diplomáticos. Una nota chilena del 24 de octubre pretendía legitimar la actitud de las autoridades, pasada y porvenir, a través de una interpretación particular de la Convención de Viena de 1961152, apoyándose en el artículo 22 que señala que el uso internacional y prácticas diplomáticas no consideran el automóvil como un lugar de asilo, y el art. 36 que señala la posibilidad de inspeccionar equipaje si existe presunción de objetos prohibidos de importación, lo cual permitía el registro y más aún en caso de que se supusiese la existencia de personas buscadas por la justicia con el propósito de facilitarles la evasión. Con lo cual Menthon, al tanto de los registros cerca de las embajadas y de los controles de identidad, dio consigna a sus colaboradores de no dar pretexto al menor incidente. Pero también preguntaba a su jerarquía en París si la posición oficial chilena era aceptable en el marco del Derecho y prácticas en las relaciones internacionales153. Este pedido desencadenó una serie de pedidos de información ante el servicio jurídico del Quai d’Orsay154.
Relaciones con los países del Este
La falta de respeto de los acuerdos internacionales y las vejaciones alcanzaron particularmente, en ese clima de anticomunismo agudo, a la embajada soviética hasta el punto que el ministro-consejero Yudinstev se abrió a Lacoste155. Afectado «por el clima de anticomunismo que reina actualmente en Santiago», objeto de vejaciones cuando salió de su embajada el día anterior, Yudintsev se interrogaba acerca del futuro de las relaciones sovieto-chilenas, cuanto más que las misiones del este europeo no habían recibido la nota del Consejo militar que informaba a las legaciones del cambio de gobierno. La expulsión de los diplomáticos cubanos le parecía un mal augurio que le llevó a preguntar al francés si, en caso de «extrema necesidad», en nombre de las excelentes relaciones entre ambos países, le sería dado pedir ayuda («faire appel»156). A la espera, si el Quai d’Orsay lo juzgara necesario, de indicaciones sobre la conducta por mantener frente a la misión soviética, Lacoste sólo pudo asegurar a Yudintsev su «entendimiento personal» («compréhension personnelle») frente a esas dificultades que juzgaba ser pasajeras157.
El 19 se anunció la ruptura de relaciones con Corea del norte. Acto poco comprensible a no ser que fuera para alagar a EEUU o pretender desempeñar un papel relevante en la geo-estrategia del Pacífico. En cuanto al futuro de las relaciones con la URSS, Huerta declaró que a pesar de que Moscú no reconociera la Junta, Chile estaba dispuesto a mantener relaciones con todos los países del mundo. La ruptura con La Habana y Pyongyang se debía, según Huerta, a la descarada e impudente intervención en los asuntos internos chilenos, añadiendo que «si la Unión Soviética no interviene, mantendremos las relaciones con ella»158. Era, sin duda, una manera de maniatar la actitud de Moscú, neutralizando posibles críticas o ayudas al PCCh. A pesar de esta aparente buena disposición, Moscú rompió las relaciones con Santiago. Según Menthon, la URSS sacaba las conclusiones del fracaso de una política que sus propios especialistas en asuntos latinoamericanos presentían desde tiempos atrás. Menthon recordaba que la URSS se había comprometido poco con la UP ya que el socialismo reformista de Allende –que intentaba mantener las estructuras capitalistas a la vez que el izquierdismo tenía el viento en popa– pareció poco realista al Kremlin que se mostró reticente en otorgar un amplio sostén financiero. Y pocos fueron los técnicos soviéticos mandados para ayudar la economía chilena159. Lo cierto era que la política independiente frente a EEUU de Allende era vista con simpatía por el gobierno soviético y sin duda por Fidel Castro, abogado de la causa allendista, y responsable de la entrega en gran número de armas soviéticas y checoslovacas a la extrema izquierda chilena, pretendía Menthon. La ruptura casi inmediata de Santiago con La Habana, la denuncia por la Junta de las fechorías del «marxismo» –«como si éste hubiera realmente inspirado el Gobierno anterior» apuntaba Menthon160– convencieron a Brézhnev que Chile volvía a ser el «coto de caza» de EEUU. Menton acababa su análisis afirmando que el hecho de que Moscú retirara, no sólo a sus técnicos, sino también a sus representantes oficiales, demostraba, si fuera necesario que América Latina no tenía nada que esperar del «dialogo entre superpotencias» encarecido por los soviéticos. Por consiguiente, la URSS, Cuba Corea del norte, la RDA y Bulgaria rompieron relaciones con el Chile de la Junta161, los otros las suspendieron. Yugoslavia, por la importancia de su comunidad en Chile pensaba mantener una representación consular, al igual que Polonia que se encargaba de las legaciones, y Rumanía que aún no se había decidido162. China mantuvo sus relaciones en un marco particular163.
¿Nuevas orientaciones en política externa?
A cuatro días del Golpe, el «Consejo Militar de Gobierno» hizo saber a París que reconocía las deudas legalmente contratadas por el Estado chileno y que «serían servidas cabalmente»164. En una entrevista televisiva, Pinochet hizo alarde de sus orígenes franceses, recordando su origen bretón en 4ª generación y que su esposa era vasca (Hiriart), lo cual le permitía legitimar su voluntad de mantener relaciones con «países amigos que desean sostenernos», y afirmar que Francia «es un país que apreciamos mucho. Por el cual tenemos un gran afecto»165.
El nombramiento de Bernstein, ex embajador en París (1965-1970), en el puesto de asesor político del ministerio de Relaciones externas, facilitó el diálogo y llevó a Menthon a recordar que con urgencia Francia deseaba arreglar dos asuntos: la liberación de los franceses aún encarcelados, y una solución positiva para las personas albergadas en la embajada. No hubo respuesta alentadora puesto que no parecía ser una prioridad de una Junta que privilegiaba las actividades militares de allanamiento y porque «la nueva administración está poco al tanto de los asuntos»166. Las líneas directoras de la Junta aparecían lentamente, condicionadas por las circunstancias y también las personalidades, se hablaba incluso de la moderación de Pinochet frente a los métodos «más abruptos del general Leigh»167.
Frente a la imagen negativa de Chile en el exterior, se presentaba la dificultad de la reunión de la Asamblea de las Naciones Unidas en septiembre ya que el acuerdo de principio firmado con el ACR podría obligar a la Junta a mejorar su imagen internacional. Por otra parte, aunque todos los países suramericanos ya hubieran reconocido al nuevo Gobierno, y el apoyo de EEUU era claro, resultaba difícil creer que Chile pudiera mantener su papel entre los países no alineados168.
A mediados de noviembre, a dos meses del Golpe, el balance sobre la nueva situación mostraba que la represión contra la izquierda se prolongaba, siempre tan fuerte, con acaso menos condenas a muerte o fusilamientos in situ. Aunque escasas informaciones que aparecían, como el ataque al polvorín de Temuco u operaciones militares en los valles del Sur, dejaban suponer el contrario169. Según fuentes fidedignas, la búsqueda represiva sistemática a nivel de las bases de la UP se ejercía sector por sector. Presos que habían sido liberados fueron apresados de nuevo. Interrogatorios que incluían la tortura, seguían siendo practicados. Los familiares no estaban a salvo, y el chantaje usado170.
El «sectarismo» se mantenía. El 17 de noviembre, El Mercurio denunciaba la franja progresista de la DC encabezada por Leighton y Tomic culpable de un «complot». La autocensura de la prensa y un pesado silencio dejaban pasar raros indicios: Leigh y Bonilla hablaban menos, mientras quedaban signos difíciles de interpretar como el reemplazo del responsable de la Corporación Agraria por un militar. En cuanto a las líneas generales de la política no aparecían.
El clima de terror aumentaba los pedidos de asilo en las embajadas occidentales, salvo las de Gran Bretaña y España que no los aceptaban, mientras las de Suecia e Italia estaban acordonadas por militares, lo cual impedía entrar. Los dos edificios franceses estaban vigilados de manera bastante eficaz. Con lo cual unas 40 personas habían saltado la valla. También convenía seleccionar y expulsar a los que no estaban realmente en peligro o que aparecían como sospechosos (suspects), lo cual no resultaba fácil171.
En la semana del 12 de noviembre, sólo 22 personas consiguieron salir. El 19, los refugiados sobrepasaban los 200, de los cuales 120 en la residencia del embajador. Más que los problemas que planteaba esa presencia, el futuro preocupaba ya que en esas condiciones adversas el flujo no disminuiría172.
Las autoridades chilenas habían aceptado la situación. Aunque hubo ataques muy violentos contra el embajador sueco, a partir de reales o supuestas violaciones de las reglas del asilo, además de alusiones pérfidas en la prensa contra otras embajadas. Sin embargo, a nivel del Ministerio de Relaciones Externas ninguna alusión provocaba inquietud, incluso la intervención ante Huerta «pareció bastante alentadora» (encourageante)173. Desde entonces se repetía que se atribuirían rápidamente salvoconductos. Los trámites seguían la lentitud de siempre y parecía que el Ministerio no tenía poder para acelerarlos. Frente a ello, numerosas preguntas se planteaban: ¿seguirían las autoridades su actitud contra los países que no habían firmado los convenios suramericanos? ¿Cómo se resolverían los casos de los chilenos buscados por delitos «al parecer» (soit-disant) no políticos?174
Se ignoraba si el protocolo chileno aludiría a estos problemas cuanto más que el 21 de noviembre se le sometería una lista de más de 70 demandas de salida, con la intención de que ciertas respuestas pendientes, algunas desde el 18 de octubre, fueran atendidas, al igual que la demanda de aflojar la guardia alrededor de los edificios franceses. De no obtener mayores satisfacciones, Menthon contemplaba la posibilidad de una intervención del cuerpo diplomático175.
El mayor incidente, el asunto Edelstam
El lunes 26 de noviembre tuvo lugar el mayor incidente, «muy desagradable que podía haber tenido consecuencias bastante serias»176. Al no poder el embajador sueco comunicarse con el nuncio, decano del cuerpo diplomático, ni el embajador de Perú, vicedecano, Harald Edelstam, tras presentarle la situación a Menthon, le pidió que le respaldara urgentemente. El día anterior, una uruguaya refugiada en la ex embajada cubana, Consuelo Alonso Freira ahora bajo protección sueca177, había sido transportada urgentemente a una clínica por hemorragia interna. El trayecto tuvo lugar tras acuerdo con las autoridades militares y bajo escolta armada. Al día siguiente se presentaron policías de paisano para llevársela para interrogarla. Advertidos por el médico, Edelstam y colaboradores acudieron. No hubo argumento que neutralizara a los policías178.
También llegaron carabineros. Los dos diplomáticos europeos insistieron para que la operación fuera postergada al lunes por el estado de la enferma como por la imposibilidad de entrar en contacto con el Ministerio chileno de Asuntos Externas. Hubo dos tentativas violentas de llevársela179.
Edelstam, que estaba en su derecho al proteger a una asilada bajo su bandera, hizo lo posible para impedir su salida. Fue atropellado y arrastrado por el suelo mientras a los suecos y Menthon se les apartaba. El diplomático galo intervino «con mucha firmeza y fuertemente»180 (très fermement et fortement) para recordar que este trato infligido a miembros del cuerpo diplomático «era inadmisible». Llegó entonces Schlaetter, representante del Alto Comisionado para los Refugiados (ACR) que señaló que al ser refugiada la uruguaya estaba bajo su protección. Con lo cual el asunto se apaciguó, pero llegaron numerosos militares que se apoderaron de la enferma. Edelstam informó al galo que, tras conversación, el director del protocolo chileno le entregó un salvoconducto para la refugiada, a pesar de que la policía consideraba que la autorización militar y la escolta armada no constituían pruebas suficientes del mantenimiento del asilo181. Al llegar el destacamento militar, estos se negaron a tomar conocimiento del salvoconducto.
Según Menthon, el asunto era tal que la prensa no lo podría callar –cuanto más que las agencias extranjeras ya lo habían difundido– pero afirmando que la actitud de los europeos constituía una provocación y la enferma, al estar en un lugar privado, ya no gozaba de impunidad. Versión que de aceptarse, pondría en peligro a los refugiados en sus trayectos al aeropuerto. Menthon calificaba el acontecimiento de inhumano, de atropello al derecho de asilo, y no era «un comportamiento normal para con diplomáticos»182. Edelstam remitiría una protesta y posiblemente varios embajadores parecían dispuestos a que se hiciera una gestión en nombre de la mayoría del cuerpo diplomático183.
A dos meses del Golpe, llamaba la atención que la violencia y la falta de respeto a la persona humana se dieran incluso hacia personas que gozaban de la protección diplomática, prueba, en caso de que fuera necesaria, que lejos de menguar, la represión se mantenía.
El Ministerio sueco de Asuntos Exteriores protestó ante el Gobierno chileno, hablando de un acto repulsivo (révoltant)184. París no tardó en contestar afirmando que el incidente en el que se vio involucrado de Menthon podía ser controvertido, tanto por su presencia como por la extensión del derecho de asilo o la intervención de diplomáticos fuera de los canales acostumbrados185. Pero lo cierto era que la policía chilena le había faltado la palabra al embajador de Suecia, se mostró inhumana en relación con la uruguaya y se comportó de manera incompatible con los compromisos internacionales. El aspecto diplomático del incidente invitaba a un trámite colectivo del cuerpo diplomático ante las autoridades chilenas, empleando estos argumentos186. El Quai d’Orsay no censuraba la participación de Menthon a éste. En caso en que el trámite no se pusiera en marcha, París señalaba a Menthon que, aunque desde el punto de vista jurídico el asunto era controvertido, podía tomar contacto con Huerta para transmitirle la emoción sentida por el Gobierno y la opinión francesa187, no sólo por el trato reservado a su embajador sino, sobre todo, porque la actuación de la policía chilena mostraba la persistencia de procedimientos propios del apremio (la précipitation) de los días que siguieron el cambio de régimen188.
El tratamiento del grave incidente por la prensa chilena189 se realizó a base de grandes titulares, silenciando o presentado para negarlas, la violencia del atropello, negando que Edelstam obtuviera de las autoridades militares el acuerdo de transferencia en clínica de la uruguaya190. El diplomático sueco entregó una nota al Ministerio de Relaciones Externas de Chile, el cual contestó presentando su versión de los hechos, hablando de intervención indebida en los asuntos internos de Chile, y que no había pruebas de que hubo actos de violencia en la clínica. No negaba que Edelstam hubiera solicitado un salvoconducto para la oriental, pero le reprochaba el no haber esperado el documento para proceder a la transferencia de la enferma191. Sin embargo, Menthon notaba que como prueba de una voluntad de apaciguamiento, el Ministerio daba a conocer que, al ser dada de alta la joven, sería entregada al Alto Comisionado para los Refugiados (ACR) con vista a su salida de la republica austral192.
Finalmente en una reunión en la nunciatura de unos veinte jefes de misiones diplomáticas y el representante del ACR, se decidió que el decano del cuerpo diplomático, junto con los embajadores de Gran Bretaña, Países-Bajos, Israel, Perú y Panamá, protestarían ante Huerta193.
El asunto fue a más. Los embajadores de Paraguay, Países Bajos y el Nuncio y se entrevistaron con Huerta. El representante del Vaticano se refirió de modo nítido al incidente al evocar la corrección para con los diplomáticos y una solución rápida para los refugiados194. El ministro Huerta anunció que Edelstam acababa de ser declarado persona non grata pero que esa decisión, que sentía, se debía a la falta de información completa de algunos militares195. En cuanto a los salvo conductos, no se entregarían pasado el 11 de diciembre a países que no hubieran firmado la convención de derecho de asilo. Lo cual planteaba el problema de la custodia de las embajadas que se verían sumergidas por un nuevo flujo antes de dicha fecha196. Los europeos llevarían ahora de modo común los trámites197. A mediados de noviembre los salvoconductos se hacían raros198.
El parte del Ministerio sueco declaró que «una vez más la acción de la junta militar demostraba su desprecio por los valores humanitarios», y que «los esfuerzos de Edelstam para salvar a seres humanos de la persecución habían recibido la total aprobación del gobierno sueco», sin embargo el embajador de Francia en Estocolmo supo, de modo privado, que ese respaldo era de fachada. Altos funcionarios le dijeron que varias veces se incitó a Edelstam a «más moderación en sus manifestaciones exteriores»199.
Asilo
Un telegrama del 24 de octubre muestra el procedimiento empleado, los trámites y el poco tiempo otorgado. Así, una demanda de salvoconductos para 29 personas mayoritariamente chilenas, 27 deseando ir a Francia y 2 al Perú que los aceptaba, constituía la tercera demanda, después de dos listas con un total de 57 personas. Valiéndose de dos listas anteriores (57 personas) y de las venideras, el director del protocolo diplomático chileno afirmó que no habría dificultades. De las 1.780 demandas ya examinadas (sin tener en cuenta a los familiares de los refugiados que salían con ellos), casi todas recibieron un trato positivo, salvo 119 que quedaron en espera. El tiempo de examen era de unos 10 días. Tras notificación de la autorización de salida, los pasajes habían de ser tomados, después el salvoconducto válido 24 horas era remitido a la embajada encargada200.
Menthon preguntó acerca de aquellos que no conseguirían salvoconducto. Le fue contestado que lo obtendrían más tarde al cerrarse la instrucción de su caso. Y en las situaciones «muy excepcionales» en que las que el inculpado fuera presentado ante la justicia chilena, a pesar de todo, podría salir para el extranjero; entonces sería objeto de una demanda de extradición. Estas explicaciones del director del protocolo, que insistía sobre la aplicación muy amplia del derecho de asilo, llevaban a Menthon a pensar que las autoridades deseaban allanar los obstáculos para que saliesen los chilenos de izquierda201.
Desde París
En París, la embajada chilena se dividía entre personal de carrera y agente temporales nombrados por la UP. El temor de los primeros era, más que una intervención externa, que estos ocuparan la embajada. Difícil sería para el gobierno francés intervenir. Otro temor era la constitución de un gobierno chileno en el exilio202 y su apoyo por la izquierda gala lo cual dificultaría el reconocimiento de facto del gobierno chileno por Francia. El director de América del Quai d’Orsay contestó que Francia no reconocía gobiernos sino que mantenía relaciones con Estados en los que ocurrían bruscos cambios de poder203. Entre fuentes exageradas de los partidarios del régimen y minimización de la Junta, París se negaba a evaluar la represión204. Su severidad era el producto de los odios acumulados durante los tres años de la UP y a «una voluntad de resistencia encarnecida de la parte de una fracción de la población que había puesto sus esperanzas en el Sr Allende»205. Chile andaba dividido por las experiencias de Frei y de Allende206, los militares unidos a pesar de lo que se dijo de la disidencia de Prats, la dictadura duraría207. Se suponía que la izquierda volvería a sus divisiones, mientras Frei hubiera sido vencedor en 1976. Pero vencido «el marxismo», los militares se sabían aprobados por el electorado conservador (21%), y no tenían razón para facilitar la vuelta de Frei al que consideraba responsable de la situación208.
Las armas ligeras cubanas no pesaban frente a un Ejército que más allá de su voluntad de acabar con la UP no poseía «las competencias necesarias para resolver»209 una «economía arruinada por la política de la UP»210, tendrían que parlamentar con EEUU acerca del cobre y negociar la deuda externa211.
Se planteaban tres problemas para París: la actitud que observar frente al nuevo régimen, los asilados refugiados en la embajada212, la xenofobia contra los profesores franceses, algunos detenidos213. El 18 de septiembre, París aceptó el anuncio del nuevo gobierno ya que convenía entrar en contacto con éste para salvar a los 13 franceses encarcelados y los extranjeros asilados en la embajada214. De no arreglarse estos asuntos, no se podía volver a relaciones normales con Santiago215.
El desorden de la UP era el producto de la «incompatibilidad entre la aplicación de un programa revolucionario y el mantenimiento de la legalidad democrática»216. La dictadura sería larga y «bastante dura». Convenía mantener una línea «no demasiado severa con la Junta» para que Europa occidental la moderara. Doloroso para la izquierda europea que exaltó en demasía «el modelo chileno», en América Latina «la línea revolucionara cubana» salía reforzada frente a la vía legal de Allende sin salida, se presentía la vuelta de los militares en Argentina217. Desaparecido el pivote progresista chileno, Cuba y Argentina volvían al aislamiento218. La reacción contra el Golpe chileno en Argentina podía reforzar la situación electoral de Perón «que aparece, no sin paradoja, como el último héroe de la democracia en esta parte del mundo»219 mientras los militares argentinos se verían alentados a restablecer el orden al no ser capaz aquel. En cuanto a Cuba, su victoria ideológica reforzaba su influencia continental220.
Mantener relaciones para salvar vidas y negocios
Para el 1° de octubre, París preparaba el porvenir de sus relaciones con el Chile de la Junta que ejerce «una autoridad incontestada» y mantenía la caza de opositores, incluso miembros del Gobierno anterior, alentando la delación por recompensas elevadas. Consideraba el Quai d’Orsay que las informaciones acerca de la amplitud y severidad de la represión eran difíciles de verificar aunque sí en los primeros días las desapariciones fueron numerosas al igual que las ejecuciones sumarias, pero que también las nuevas autoridades podían quejarse de la prensa que «acoge sin examinarlas las informaciones orientadas y las cifras excesivas que provienen de medios de izquierda»221.
Para París el porvenir de sus relaciones con el Chile de la Junta pasaba por las buenas disposiciones de Huerta para con Francia que habían de ser aprovechadas, cuanto más que sometido a «un régimen estable y autoritario», Chile iba de ahora en adelante inspirar «confianza a los financieros y a los industriales»222. Y si sus relaciones con EEUU se liberasen de la hipoteca de la indemnización del cobre, «las fuentes estadounidenses de crédito» se reabrirán y las negociaciones acerca de la deuda chilena serían más favorables. Así, Chile volvería a ser un «interlocutor serio» en las relaciones económicas internacionales. Con lo cual, Francia tendría interés en tomarlo en cuenta, aprovechando las buenas disposiciones del almirante Huerta y lo que le valía la respuesta rápida a la nota que informaba de la constitución de la Junta y la negación de París de juzgar los asuntos internos chilenos223.
Si aún era imposible concebir el grado futuro de resistencia, quedaba claro que la Junta conservaría el poder «cierto tiempo» para alcanzar «los objetivos de puesta en orden económico y moral que se fijó»224. El número de víctimas era difícil de evaluar (entre 400 y 10 000) a causa de las fuentes dispares, la represión era considerada como menor que lo que afirmaba la prensa225.
Non obstante, los testimonios directos eran tomados en cuenta por París. Una carta personal, y no un despacho, de Menthon a Saint-Légier, relataba «un testimonio visual» de un miembro del personal de seguridad de la embajada gala que presenció actos de tortura en La Serena al ir a hacerse cargo de un franco-chileno detenido y en instancias de expulsión. Al entrar a la comisaria, el guardia vio pasar a tres personas con los ojos vendados, incapaces de andar, cada uno sostenido por dos soldados226. Durante la hora del almuerzo, habiéndose detenido los trámites, aburrido, el guardia de la embajada andaba por los pasillos, cuando vio a una quincena de detenidos contra un muro, manos en la nuca, al acercarse vio a un hombre colgado de los pies, otro de torso desnudo sentado en una silla, el rostro tumefacto, otros dos, desnudos, tirados en el piso mojado, las manos en la nuca. El guardia fue inmediatamente empujado a fuera por dos militares. Menthon escribía a su superior que si le transmitía tal testimonio es que se juntaba a otros muchos que le llegaban, y que si no todos eran fidedignos, «la proporción de los que merecen ser considerados ya no deja lugar a dudas acerca de la realidad y la importancia del fenómeno» de la tortura227.
El abastecimiento era mejor que en tiempos de la UP, sin que se buscaran las razones. Se analizaba que, extrañados por la falta de resistencia, los militares consideraban que las acciones llegarían después, lo cual legitimaba mantener la represión, prueba de ello, el toque de queda adelantado228. La derecha consideraba a Frei responsable de la situación, su carrera política era por consiguiente acabada, lo cual reforzaba la idea que los militares se mantendrían largo tiempo en el poder229. Se notaba que la prensa, los sindicatos y las universidades latinoamericanas habían sido más virulentos en sus condenas que los Gobiernos, más mesurados, pero que, al contrario de las reacciones en Europa, éstas no se habían prolongado230. Finalmente, París consideraba que el callejón sin salida de la degradación económica de la UP había conducido al Golpe, pero que nadie se esperaba a tal violencia y brutal represión que sorprendieron cuanto más que «el talento político personal» Allende supo, en condiciones similares, capear situaciones tan difíciles231.
Un nota del 7 de Diciembre muestra sin embargo el análisis erróneo –frente a la realidad histórica que aparecerá después– llegando a considerar, a partir del análisis de Menthon, que el alarde nacionalista de la Junta era «un sentimiento de orgullo nacional»232 avivado por la soledad internacional en la que se hallaba por el rechazo mundial y la campañas de prensa. El peligro era que esto condujera a la Junta a aliarse con el campo duro de la derecha americana, Brasil, Bolivia y Paraguay. En su análisis, el Quai d’Orsay llegaba a afirmar que esta evolución sería cuanto más deplorable que no correspondía «a la tradición histórica de este país» y democrática de la derecha chilena233. Criticaba la prensa mundial, y en particular la francesa, que «da a pensar que Chile está bajo el mando de una extrema-derecha dispuesta a todo para conservar sus privilegios»234, mientras, según París, la mayoría de los chilenos consideraban que habían escapado, primero al caos, y después «a la dictadura marxista». París equiparaba al gobierno de la UP, que hubiese llevado a una dictadura, y a la falta de libertades, con la represión en curso en Chile. En consecuencia, París se proponía usar de su influencia para «alentar a los nuevos dirigentes a eliminar de su política los aspectos que, de prolongarse, nos llevarían a alejarnos de ellos»235. De convencerlos, París conseguiría acabar la misión humanitaria que «nos hemos asignado», a la vez que las posiciones culturales y económicas galas quedarían preservadas236. Para ello, se apostaba en el apoyo de Bernstein, «perfecto diplomático […] que supo hacerse apreciar por su viva inteligencia y una educación profesional que lo elevaba muy por encima de todos sus colegas latinoamericanos»237, y cuyo gran conocimiento de los medios franceses facilitaría el hacer pasar el mensaje hasta la Junta. El Quai d’Orsay proponía organizar un encuentro «discreto» entre Bernstein y el ministro francés de Asuntos exteriores…
El 7 de diciembre en París, se consideraba que la represión se mantenía, la Junta temía tanto las acciones armadas de resistencia, como, nuevo actor, el descontento de los sectores populares que sufrían de «los sacrificios impuestos con vistas a una recuperación económica» que se vería facilitaba por la ayuda anunciada por EEUU, Brasil y el FMI238. En ese día marcado por la ocupación durante una hora de la embajada de Chile en París por «el comunismo internacional» que denunciaba el ministerio chileno, París recapitulaba la labor de evacuación de los asilados en su embajada en Santiago. Unos 40 franceses considerados como en peligro habían sido evacuados en el mes que siguió al Golpe. Hasta el 12 de diciembre, 185 chilenos se habían instalado en Francia y 248 de otras nacionalidades de los, respectivamente, 495 y 262 autorizados a salir para Francia. Es decir que de los 324 refugiados que quedaban por ser acogidos, unos 200 aún estaban en los edificios franceses de Santiago. El gobierno chileno denegaba cualquier salvo-conducto pedido después del 11 de diciembre para los países que no hubieran firmado convenciones de asilo político, por lo tanto Francia239.
Epílogo
Queda otro problema: ¿quién pagó por el mantenimiento de los asilados? Jean Mendelson, ex primer secretario de la embajada de Chile en 1985, encargado de los archivos del Quai d’Orsay (2006-2010), halló una nota de 1974 destinada a la dirección de asuntos financieros del Ministerio, que explica la fuente de los subsidios necesarios para nutrir, ayudar, vestir, curar a los centenares de asilados. Obviamente no había rúbrica prevista para ello en el presupuesto de la embajada. En un primer tiempo, el personal diplomático galo pagó de su bolsillo, al cabo de unos días el ministerio mandó los fondos necesarios a través del marqués Gilbert de Chambrun, quien, joven diplomático en el Vaticano en 1934, descubrió con horror el régimen fascista italiano, y fue resistente desde 1941, diputado aparentado comunista tras la Liberación (Maitron). En total, unos 52 500 francos. Queda la incógnita de saber de dónde procedía este dinero. Parece que Michel Jobert, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores, los sacó de los fondos especiales, oficialmente llamados créditos personales240. Si bien por una parte el régimen francés mantenía un discurso anti allendista de uso político interno frente a la unidad de las izquierdas en el marco del Programme commun, a la vez mostraba una cara más amable y solidaria por otra.
Conclusión
La primera parte nos permite confirmar que la situación de la embajada de Francia a raíz del 11 de septiembre no fue peor que la de otros países que experimentaron agresiones, asesinatos de refugiados y violación de sus recintos y derechos. La actuación del personal diplomático francés (como de otros países) es excepcional. Sin duda, a pesar de las diferencias ideológicas y de la visión económica divergente existía aún, en la Francia de 1973, 28 años después de la Segunda Guerra Mundial, ciertos reflejos frente a actitudes de opresión sistemática, de búsqueda y acoso a las personas, de campos de concentración/exterminio, de ejecuciones y desapariciones. El asunto de los refugiados obedece tanto a la represión como al chantaje (entrega de salvoconductos) que ejerce la Junta con vistas a presionar la comunidad internacional e imponerse ante ésta, y, en un primer momento, obtener un reconocimiento mundial, como modo de autolegitimarse.
El análisis ofrecido por los actores diplomáticos, permite entender el interés por la experiencia allendista como el rechazo de la política democristiana que ha defraudado cuando más que se tiene conciencia de la necesidad de transformaciones sociales y económicas reales. El Golpe da a entender el final de una época política chilena, el final de la DC, y, a nivel latinoamericano, el reforzamiento de la opción revolucionaria frente al fracaso de las transformaciones por vía electoral, lo cual no es del agrado de París. Es interesante notar que el asunto chileno, a pesar de dos fracasos, es utilizado para reforzar la idea gaullista de independencia entre y al interior de los bloques, y de ilustración del fracaso de la coexistencia pacífica. Se nota que no hay condena clara de EEUU y mención precisa de su papel en el Golpe, al menos en la documentación hasta hoy disponible. Obviamente, el papel de la URSS y de Cuba es rechazado.
El análisis de Paris es deficiente en cuanto a la naturaleza exacta del régimen de la Junta y de sus actuaciones futuras (internacionalización de la represión en el Cono Sur), pero sus repercusiones sobre la potencia argentina se vislumbran aunque de modo defectuoso. Se nota una dificultad para entender la amplitud de la represión que se pensó ser pasajera justo con vistas a impedir la resistencia. Sin embargo, su brutalidad queda patente.
Más que una condena, se intenta proyectarse hacia el futuro, al igual que se toma en cuenta la situación internacional, en particular el sentir de los colegas europeos. La visión y la solidaridad de Menthon difiere totalmente del análisis de sus colegas del Quai d’Orsay que más que concentrar el enfoque sobre el presente, intentan construir relaciones futuras con Chile. Para ello privilegian las redes de contactos con diplomáticos o militares que han estado en Francia y son apreciados por su profesionalismo.
La ayuda a los asilados, que se centra primero sobre los franco-chilenos y después sobre los extranjeros refugiados en Chile, obedece a la voluntad y necesidad de cumplir con los acuerdos internacionales, en primer lugar el compromiso con la ACR ya que Francia es miembro de su Consejo ejecutivo. Queda patente la voluntad de acoger a refugiado cuyas vidas peligran, pero con la idea de que estos serán repartidos entre los países eurooccidentales.